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La desafortunada cigüeña que demostró la migración de las aves

Desde tiempo inmemorial al siglo XIX un misterio atormentaba a los zoólogos europeos: ¿qué pasaba con las cigüeñas durante el invierno? Se sabía, porque era evidente, que estos enormes pájaros desaparecían, pero nadie sabía qué pasaba con ellas. ¿Quizá hibernaban igual que los osos, como propuso Aristóteles y se creyó durante siglos?

Algunos eruditos llegaron a escribir que las aves se acumulaban en pantanos hasta que su peso conjunto las hacía hundirse, enterrándolas en el barro para resistir el frío. ¿O tal vez volaban, como sugirió algún sabio, hacia la luna a pasar los tiempos fríos?

La primera respuesta real llegó de la mano de un pájaro increíblemente desafortunado que recibió un disparo en una cacería el 21 de mayo de 1822 en el Castillo Bothmer en el norte de Alemania, cerca de Mecklenburgo: resultó que la cigüena blanca abatida llevaba en el cuello una flecha de casi 80 cm de longitud y origen centroafricanollevaba en el cuello una flecha de casi 80 cm de longitud y origen centroafricano.

Alguien había disparado con arco y flecha durante el invierno al ave en su refugio africano, pero la flecha sólo rozó al animal quedando allí alojada; la herida le permitió regresar al norte de Europa en primavera, donde tuvo peor suerte: el segundo disparo resultó fatal.

Fue la primera Cigüeña-Flecha o Pfeilstorch (hay, claro, palabra en alemán) encontrada, pero no la única: se llegaron a conocer más de una veintena de casos de aves migratorias de volvían a Europa en verano con ‘recuerdos’ de cazadores africanos, demostrando así más allá de cualquier duda el circuito migratorio que llevaban a cabo.

Aquellas flechas sirvieron como involuntarios sistemas de anillamiento que solventaron para siempre el misterio: las cigüeñas del norte vuelan durante miles de kilómetros cada año para pasar los inviernos en el cálido sur africano.

La primera Pfeilstorch se conserva, disecada, en la colección zoológica de la Universidad de Rostock (en alemán), como tributo a su papel en la comprensión de las migraciones intercontinentales de las aves. La cigüeña blanca con peor suerte de la historia es de hecho el símbolo de la colección.

Desde tiempo inmemorial al siglo XIX un misterio atormentaba a los zoólogos europeos: ¿qué pasaba con las cigüeñas durante el invierno? Se sabía, porque era evidente, que estos enormes pájaros desaparecían, pero nadie sabía qué pasaba con ellas. ¿Quizá hibernaban igual que los osos, como propuso Aristóteles y se creyó durante siglos?

Algunos eruditos llegaron a escribir que las aves se acumulaban en pantanos hasta que su peso conjunto las hacía hundirse, enterrándolas en el barro para resistir el frío. ¿O tal vez volaban, como sugirió algún sabio, hacia la luna a pasar los tiempos fríos?