Catorce milímetros al año no parece gran cosa; es más o menos lo que nos crecen las uñas en unos 5 meses, por término medio. Pero cuando se trata de la distancia que se desplaza cada año toda una montaña parece mucho más.
Y resulta especialmente preocupante cuando esa montaña es un volcán, nada menos que el más activo de Europa: el Etna, que según recientes mediciones se está escurriendo en dirección al mar mediterráneo a 14 mm/año.
El Etna tiene actualmente 3.329 m de altura, aunque esto varía según las erupciones, y cubre un área de 1.190 km2 con una circunferencia de 140 km. No sólo es el volcán más activo de Europa, sino el más grande de Italia.
Como comparación el Teide tiene más de 3.700 metros de altura. Todo el edificio volcánico del Etna está asentado sobre sedimentos no consolidados que son plásticos y que reposan sobre una topografía anterior que tiene una ligera inclinación; una ladera de entre el 1 y el 3% de pendiente a lo largo de la cual se produce el desplazamiento de todo el conjunto.
Este movimiento nada tiene que ver con la capacidad eruptiva del volcán y en principio no supone un riesgo especial, aunque en este tipo de volcanes se sabe que el desplazamiento puede provocar inestabilidades de las laderas que provoquen derrumbamientos.
Y el Etna ha sufrido grandes colapsos, el mayor de los registrados hace unos 8.000 años, que provocó un enorme tsunami en el Mediterráneo. La última erupción del volcán se registró en febrero de 2017 e hirió a varios turistas; el volcán es una atracción turística clave para Italia. Y se mueve.
Sobre este blog
@Retiario estudió biología pero siempre quiso aprender y contar historias reales. En tiempos remotos fue paleontólogo, pero desde hace décadas es periodista y profesor de periodismo. Cree en la ciencia, la tecnología y el poder de la humanidad para cambiar las cosas para bien, si se aplica. Pasa la mayor parte de su tiempo en Internet y es un firme defensor de la pluma (y la red) frente a la espada.
