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Cuando las plantas te convierten en caníbal

Para los seres vivos la vida es una lucha constante: por el alimento, por la reproducción, por la supervivencia; por comer y por no ser comidos.

La pelea puede ser física e instantánea, como cuando un león derriba a una gacela, o puede expresarse de modo mucho más sutil y lento, como cuando un árbol crece por encima de otro y abre su copa para robarle la luz del sol.

Y a veces puede tener vueltas y revueltas, como cuando algunos animales devoran a ciertas plantas y estas se defienden haciéndoles la guerra química. Una forma de defensa que a veces acaba en canibalismo inducido.

Muchas familias de plantas acumulan en sus hojas y en sus estructuras compuestos que o bien son venenosos para los animales que las devoran, o bien saben como si lo fueran, para causar el mismo efecto.

La nicotina del tabaco o la solanina de las patatas son ejemplos de este tipo de guerra química silenciosa entre las plantas y los animales: venenos dentro de los tejidos vegetales que sirven para disuadir a sus potenciales devoradores haciendo que enfermen o crean que van a enfermar.

Pero en ciertos casos la cosa puede ponerse más psicotrópica, como ocurre en algunas plantas de tomate según una publicación del año pasado, que describe cómo estos vegetales producen moléculas que controlan el comportamiento de las orugas que las devoran.

En este caso la planta hace que las orugas se vuelvan caníbales: en lugar de comerse las hojas, se comen unas a otras. Si eres una planta de tomate es una estrategia efectiva, puesto que no sólo evitas que te coman: además reduces el número de quienes te quieren comer.

Y todo por el simple expediente de crear y acumular en las hojas una molécula: punto para las plantas.

Imagen de oruga (no relacionada) de Dr. Raju Kasambe - BY-SA 4.0

Para los seres vivos la vida es una lucha constante: por el alimento, por la reproducción, por la supervivencia; por comer y por no ser comidos.

La pelea puede ser física e instantánea, como cuando un león derriba a una gacela, o puede expresarse de modo mucho más sutil y lento, como cuando un árbol crece por encima de otro y abre su copa para robarle la luz del sol.