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¿Qué es la accesibilidad?

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Cuando digo a qué me dedico suelen hacerme la misma pregunta: ¿accesibilidad no es “eso de las personas con discapacidad”? Y mi respuesta siempre es la misma: No; la accesibilidad es para todos. Y ya, si hay interés por parte de la otra persona o tiempo para elaborar, suelo explicar lo siguiente.

La accesibilidad es el conjunto de prácticas y reglas que buscan que toda, o la mayor parte de la población, pueda disfrutar de todos los espacios, servicios y productos, tanto físicos como digitales. Por tanto, es y debe ser universal. 

Claro está que estudiar las diferentes discapacidades es importante para incluir al mayor porcentaje de población posible. Pero la accesibilidad no solo trata de reducir la brecha física o sensorial, sino también cognitiva. Por eso no se entiende sin la sencillez, algo esencial para poder llegar al mayor de personas posible.

En accesibilidad digital, se suele comenzar con básicos como es el uso de los colores y el contraste. La herramienta Trello, de gestión de proyectos, incluye la opción de organizar contenido con colores y también con patrones gráficos, para que personas con daltonismo no tengan ningún problema a la hora de trabajar. La importancia de este detalle, que parece tan básico y que se da por supuesto, no la entendemos hasta que no nos lo señalan; en mi caso fue en los primeros años de mi formación como profesional en este campo.

Otro ejemplo es la característica ALT=“” en HTML y que también implementan ya las diferentes redes sociales. Es decir, la opción de una descripción de la imagen correspondiente. Insisto en lo que comentaba: la accesibilidad es un compendio de pequeños detalles que facilitan la vida a todo el mundo, independientemente de sus circunstancias o capacidades.

Una de las cuestiones centrales de la accesibilidad digital tiene que ver también con el fondo del mensaje. Es decir, no solo la legibilidad, por ejemplo, sino qué nivel de complejidad tienen los textos. Si lo más importante en un texto web es que el mensaje llegue claro, un estilo accesible preferirá frases cortas y descripciones sencillas. No se trata de recrearnos en la escritura, sino de que se entienda lo que queremos decir.

En este sentido el lenguaje inclusivo generó en sus inicios, paradójicamente, algunas cuestiones que chocaban frontalmente con la accesibilidad. Seguramente recordarás el uso de la @ para abarcar el género masculino y el femenino e ir más allá del consabido “masculino neutro” en español. Con el tiempo se popularizó el uso de la “x”, para que todas las identidades de género estuvieran representadas, pero pronto vimos que los lectores de pantalla no podían reproducir palabras como “todxs” o “niñxs”. Esto, para las personas con discapacidad visual, era lo contrario a accesible; aunque esta barrera, hoy en día y desde mi punto de vista, se ha resuelto de manera elegante con el uso de la “e”.

Y sí, como decíamos antes: las barreras son, por supuesto, también físicas. En esto, tanto la arquitectura como el diseño, la ingeniería y los materiales de construcción tienen un peso primordial. Asimismo la señalética de las vías públicas debe o debería ser accesible para usuarios y usuarios de las mismas: desde un paso de cebra hasta un semáforo, o la información propia de las calles y diferentes monumentos o lugares de interés turístico. 

Pero no solo eso, también consiste en definir el uso de los edificios y qué papel desarrollamos dentro de ellos. No es lo mismo alguien que va a trabajar todos los días al mismo edificio que una persona que llega a hacer una consulta por primera vez. Todo esto y más lo hablamos con Nuria Prieto en una entrevista sobre accesibilidad y arquitectura. Siempre he creído que la empatía es la base de una sociedad sana (sobre esto escribí en su momento) y, valga el pleonasmo, diversa: ¿cómo te sentirías si estuvieras en silla de ruedas y tuvieras que subir una escalera?

Termino el post contento si he conseguido que la próxima vez que se lea o se hable sobre accesibilidad nadie piense por defecto en vehículos adaptados o en subtítulos (que, aunque también son estandartes de la accesibilidad, no deberían hacer que nos quedáramos en la superficie de algo tan complejo como fascinante). Me gusta cuando alguien utiliza frases del tipo “Fulanito o Menganita es una persona accesible”, porque eso significa que puedes aproximarte a conversar con él o ella,  que se adapta a más o menos cualquier circunstancia. Deberíamos apostar más por este aperturismo, no solo arquitectónico y digital, sino sobre todo actitudinal y de consciencia, como sociedad que va despertando a la necesidad de que todas las personas participen de un mundo en constante cambio.

Cuando digo a qué me dedico suelen hacerme la misma pregunta: ¿accesibilidad no es “eso de las personas con discapacidad”? Y mi respuesta siempre es la misma: No; la accesibilidad es para todos. Y ya, si hay interés por parte de la otra persona o tiempo para elaborar, suelo explicar lo siguiente.

La accesibilidad es el conjunto de prácticas y reglas que buscan que toda, o la mayor parte de la población, pueda disfrutar de todos los espacios, servicios y productos, tanto físicos como digitales. Por tanto, es y debe ser universal.