Como en este blog nos vamos a poner morados de criticar las no accesibilidades por doquier, también conviene que demostremos de vez en cuando nuestra ecuanimidad, sacándonos el sombrero ante aquellas cosas que sí están más o menos bien hechas. De lo contrario, habría quien nos trataría de “retrones quejicas” y eso no nos lo podemos permitir.
Además, y aunque ya sé que es un argumento peligroso, no se nos debe olvidar que España no es el peor lugar del mundo para vivir en cascadez. En Esparta nos llevaban a morir al monte, y en muchas otras civilizaciones actuales (por llamarlas de algún modo) nos van dejando morir poco a poco encerrados en casa. La mejora de las condiciones de vida de los discapacitados en España en los últimos años ha sido considerable, aunque aún estemos lejos de que sea suficiente.
Por eso, hoy, os voy a contar que me gusta el AVE.
No me refiero, por supuesto, a que esté bien diseñado en su conjunto. Recientemente, se comentó aquí y en otros medios la falta de sentido económico que tiene la infraestructura en sí; el coste total para el contribuyente, la desproporción con respecto a la población española, la discriminación que supone para los bolsillos más modestos, etc. La red ferriovaria de este país, como tantas otras cosas, se ha diseñado con objetivos diferentes que el bienestar de la ciudadanía en mente. Eso está claro.
Sin embargo y dicho esto, es también justo reconocer que la accesibilidad del AVE es francamente buena.
En mi caso, cuando compro el pasaje (cosa que os recomiendo que hagáis online), indico que viajo en mi propia silla de ruedas y dejo mi nombre y teléfono para que contacten conmigo si hay algún problema. Introduciendo también mi número de tarjeta dorada, me ahorro algunos euros en mi billete y en el de un acompañante, si lo hubiere.
El día del viaje, tengo que llegar a la estación al menos con 30 minutos de antelación (ésta es la norma, pero no es estricta) y avisar a alguno de los amables acompañantes de Atendo, a quienes yo denomino cariñosamente “pastores (de cascaos)” y a quienes es muy fácil distinguir por sus chaquetas naranjas:
Hola, buenas. Soy Pablo Echenique y tengo un AVE para Madrid a las 18:26. ¿Espero por aquí? Genial. Sí, sí, mejor bajar al andén cuando queden 15 minutos así no paso frío. Gracias. Hasta ahora.
Una vez que llega la hora, los pastores me acompañan al control y me ayudan en todo lo que necesito: Pasar maletas por el escáner si llevo, alcanzarle los billetes a la persona que los registra, y lo más importante: subir al tren.
Para ello, si el AVE es de los más nuevos (y más altos), es necesaria una plataforma eléctrica. En un primer momento, la plataforma está baja y el retrón debe montarse en ella subiendo una pequeña rampa en uno de sus extremos:
A continuación, y estando ya el alce... perdón, el retrón colocado en la zona horizontal de la plataforma, el pastor acciona un botón y la plataforma se eleva hasta colocarse al ras del suelo del vagón. Momento en el cual, la persona con movilidad chanante puede entrar en el tren con cara de “aquí no ha pasado nada”.
Como la plaza para discapacitados suele ser suculentamente amplia y los sitios para dejar maletas en el AVE notablemente escasos, es habitual que allí donde debería ir la silla de ruedas haya maletas, cochecitos de bebé y hasta perros en sus transportines. Si este es el caso, el pastor o el propio interventor del tren se encargan de pedir a los propietarios de los enseres que los muevan a otra parte. Lo cual éstos llevan a cabo normalmente entre perdones múltiples y caras de haber cometido una terrible inmoralidad.
En la siguiente foto, me podéis ver en otro viaje ya aparcado en el sitio que hay en “el pato”; el AVE más viejo y en el que me toca viajar con menos frecuencia. En el AVE más nuevo, el sitio para retrones es aún más amplio e incluye dos butacas para acompañantes.
“El pato” también tiene otra diferencia, que ya mencioné, con respecto al AVE más nuevo, y es su altura mucho más a ras de andén. Esto hace que el proceso de subida sea más sencillo y baste con una pequeña rampa portátil como la que se ve en la siguiente foto:
Huelga decir que, al llegar a destino, los pastores nos están esperando para ayudarnos a bajar del tren y llevarnos hasta la salida de los andenes si hace falta.
Otros detalles dignos de mención son el baño (gigante y bastante bien diseñado) o la posibilidad de llegar sin problemas desde el sitio para cascaos hasta la cafetería. Incluso hay un enchufe para cargar la silla... o el portátil de algún ejecutivo bien peinado que nos suele pedir, amablemente, acceso a nuestra fuente de energía exclusiva.
Todo el viaje es muy agradable y el AVE es, hoy por hoy, uno de los medios de transporte en los que con mayor dignidad, comodidad, independencia y placer puede moverse un retrón. Además, no conviene olvidar, muy en la línea de uno de los últimos posts de mi socio, que los retrones socialmente catalogados como tales no son los únicos que se benefician de la accesibilidad universal de la que se ha dotado en parte al AVE. Yo he visto personal de Atendo frecuentemente ayudando a personas mayores o a mujeres embarazadas, por poner dos ejemplos.
Por supuesto, no todo el camino está hecho. La red de alta velocidad es muy accesible, pero, como se puede comprobar en este mapa o en esta lista, no se puede decir lo mismo de los demás trenes y estaciones. Además, en cada AVE, sólo hay una plaza para personas que van en su propia silla de ruedas. Aunque muchos factores psicológicos, económicos y sociales que iremos comentando en este blog hacen que los retrones no sean un colectivo muy viajero y, por tanto, esto no suela ser un problema, me temo que, dada mi gran popularidad, después de publicar este post tenga que reservar mis billetes con antelación.
En resumen: aún hay que mejorar muchas cosas respecto de la accesibilidad en la red ferroviaria española, pero sin duda el AVE constituye un ejemplo a seguir. Yo, en concreto, sueño con el día en que volar en un avión sea así de fácil y no la tortura vergonzosa que es hoy en día y que contaré aquí pronto.
Por cierto, el gorro de alce me costó sólo 6€... y es muy calentito.