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Biblioteca sin fronteras: el Tratado de Marrakech

  • No concibo la vida sin la lectura, pero no siempre ha sido así. Mi compañero de blog Mariano escribió en uno de sus posts que los libros le salvaron la vida y, aunque mi caso no fue tan grave, me aficioné a leer justo cuando perdí la vista. Parece que cuanto más complicado se hace algo, más nos atrae a las personas.

De chica leía cuentos, mejor dicho, miraba los dibujos, pero lo que se dice leer… algún Barco de Vapor que otro. Además cuando empezaba a frecuentar la biblioteca del colegio estaba perdiendo ya la vista y me frustraba no poder ver las minúsculas letras impresas. ¡Los de Celia tenían una letra imposible!

Mis primeras lecturas en serio fueron ya en braille y muy pronto me hablaron de los libros sonoros, que son mi formato predilecto.

Los ciegos del siglo XXI podemos acceder a la lectura en varios formatos: braille, sonoro o electrónico. En otro post explicaré pros y contras de cada formato, porque hoy bajo el foco pongo otra cuestión, la del acceso restringido de los ciegos a los libros. Sí, restringido, y, a la vez, compartir con ustedes una buena noticia que puede acabar con esa restricción.

España se va a convertir en breve en el primer país de la Unión Europea y de toda Europa en ratificar el Tratado de Marrakech.

Yo no lo conocía, pero es el acuerdo que permite a los ciegos el libre intercambio de libros sin tener problemas de derechos de autor.

Les explico la situación. Por ejemplo, en nuestro país, la ONCE tiene permiso para reproducir obras que se publiquen en España en diferentes formatos accesibles a los ciegos. Es decir que puede grabar los libros sonoros, transcribirlos al braille, etc. Pero yo no le puedo pasar a mi amigo Rafael que vive en Nueva York ese libro. Y al revés. En Estados Unidos hay una estupenda biblioteca con libros en formato Daisy online, pero desde España no puedo legalmente ser usuaria de esa biblioteca, por culpa de la protección de los derechos de autor.

Hoy se editan miles de libros como ebooks (potencialmente accesibles), pero llevan una protección anti piratería (DRM) que nos impide a los ciegos leerlos en el ordenador. Hay quien se salta esa protección, pero no es legal, por supuesto. La legislación que nos protege a los autores constituye a la vez un obstáculo discriminatorio que nos impide a los que no vemos acceder a la cultura escrita. Por lo que desde hace años, diversos organismos internacionales como la Unión Mundial de Ciegos y Naciones Unidas han ido dando los pasos para lograr el equilibrio entre el derecho de los ciegos a acceder a la lectura y el de los autores a que nuestro trabajo sea reconocido y retribuido.

Estamos hablando de abrir el acceso a la educación de millones de personas en todo el mundo. El noventa por ciento del material que se publica no es accesible, pero para más inri lo que se transcribe o graba en cada país solo puede “consumirse” localmente.

Considerando que solo un pequeño porcentaje de los libros que se publican en el mundo se pasan a sistemas accesibles para los ciegos, este Tratado para la libre circulación de material impreso es la llave de la legendaria biblioteca de Alejandría en nuestro siglo. Así, todos los ciegos y personas con baja visión del mundo, es decir, trescientos millones de personas -que no es por agobiar, pero cada vez vamos a ser más por el envejecimiento de la población-, podremos acceder a todos los libros que se graban o transcriben, sin importar dónde. La cantidad de títulos que tendríamos la posibilidad de leer crecería exponencialmente. No habría fronteras para las bibliotecas de ciegos. No sería necesario el permiso expreso del autor/editor para producir un libro en formato accesible. Podríamos importar o exportar libros accesibles en un marco legal que ampare a todas las partes y ganaríamos todos, la cultura llegaría a más personas ciegas, especialmente de países menos desarrollados.

Por ahora solo ocho países han ratificado el tratado y se necesitan veinte para que entre en vigor. Así que queda tarea aún.

¡Biblioteca para ciegos sin fronteras ya!

  • No concibo la vida sin la lectura, pero no siempre ha sido así. Mi compañero de blog Mariano escribió en uno de sus posts que los libros le salvaron la vida y, aunque mi caso no fue tan grave, me aficioné a leer justo cuando perdí la vista. Parece que cuanto más complicado se hace algo, más nos atrae a las personas.

De chica leía cuentos, mejor dicho, miraba los dibujos, pero lo que se dice leer… algún Barco de Vapor que otro. Además cuando empezaba a frecuentar la biblioteca del colegio estaba perdiendo ya la vista y me frustraba no poder ver las minúsculas letras impresas. ¡Los de Celia tenían una letra imposible!