Regresando de unas vacaciones en Londres, confieso que vuelvo impresionada y complacida por el compromiso que tienen allí con las personas con discapacidad. Ya lo pude comprobar en otra ocasión anterior y he vuelto a constatarlo en este nuevo viaje.
Al momento de pisar el aeropuerto de Gatwick, la sola visión del bastón blanco lleva al personal aeroportuario a brindarte asistencia. Facilidades para acceder a los mostradores adecuados o ayuda para acceder al avión a la vuelta. En un aeropuerto atestado de pasajeros a las nueve de la noche, sin un lugar donde sentarnos, nos dimos de bruces con una sala específica para personas con necesidad de asistencia.
Como el resto del aeropuerto, estaba repleta de viajeros. Para mi sorpresa, me dijeron que podía esperar allí junto a mi familia y que nos asistirían para el embarque. En la sala había personas con todo tipo de discapacidad. Tanto física como intelectual o sensorial y personas mayores con andador. Me entregaron un mando que vibraría a la hora de nuestro embarque. De ahí, tanto a mis hijas como a mí, nos invitaron a subir a un pequeño coche eléctrico que nos condujo, junto a dos pasajeros más, hasta la misma puerta de embarque. Sorpresa máxima cuando en una antesala al avión, la azafata que nos guiaba, pidió a otros pasajeros que dejaran su asiento a los que íbamos en el cochecito. Sorprendentemente nadie protestó ni se malencaró con la azafata.
Al realizar la reserva en el alojamiento, solicitamos que nuestro apartamento estuviera cerca de la recepción, para facilitarme la movilidad. Un acierto, pues nos asignaron un apartamento muy próximo al vestíbulo. Son pequeñas ayudas que mejoran y facilitan nuestra autonomía personal.
A la hora de acceder a museos y monumentos, nuevamente, me sorprendió lo normalizado de ofrecer asistencia, incluso no siendo británico. Los palacios ofrecen tickets con acompañante gratuito para las personas que requieren de asistencia. Siempre el personal en las puertas de acceso se acerca y te invita a acceder de una forma más directa, aunque eso conlleve rodear el edificio, como en el caso de la National Gallery.
Eso sí, lamentablemente, nada más tomar tierra en España toda esa sensibilidad es como si se hubiera esfumado. Aena tiene un número al que se puede solicitar asistencia unas horas antes de volar. Pero se agradece mucho la espontaneidad en la asistencia. En Londres, bastaba con que te vieran con un bastón para brindarte la posibilidad de ayuda. En el control de pasaportes en el aeropuerto de Sevilla, donde me quedé atrapada entre las dos puertas automáticas, nadie del personal se acercó para preguntar si necesitaba asistencia, pese a verme con el bastón en la mano. Abrieron la puerta y ya, sin mediar más palabras. Grados y grados de compromiso con la discapacidad.
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