Soy periodista y soy ciega. Lo consigno al comienzo de este articulillo para los lectores nuevos. Aludo hoy a mi condición de periodista con discapacidad porque el asunto que les traigo lo requiere. Hablamos de lenguaje y relatos, de cuentos que no cuenten cuentos.
Hace muchos años que los periodistas estamos tratando de acertar con el lenguaje en lo relativo a la discapacidad. Los medios de comunicación, igual que antaño redactaban su manual de estilo, procuran elaborar de acuerdo con las entidades representantes de las personas con discapacidad guías de buenas prácticas en este tema bajo la premisa de que el lenguaje precede al pensamiento y contribuye a su configuración, a su desarrollo. Reconozco que no es fácil ni sencillo desprenderse de los clichés, de asociaciones de ideas que durante años han impregnado nuestro discurso. Pero eso no quita para que se haga, hagamos un esfuerzo, aunque no siempre acertemos con el resultado o, al menos, no del todo. Con esta preocupación profesional y personal me he acercado a los “Cuentos que contagian ilusión”.
No sé si lo que contagian los mencionados cuentos es ilusión, pero por lo menos visibilizan a los niños con discapacidad en un contexto de normalidad, presentándolos como sujetos activos, con iniciativas y sueños, como cualquier niño.
Me los he leído todos. A mi parecer, son una buena forma de mostrar a los niños sin discapacidad la diversidad funcional que conforma nuestra sociedad.
Nacho Pista Tenista nos habla de un niño con espina bífida amante de los deportes.
Aitor Aviador es un niño con TDAH.
Rosalía la espía, mi favorito, porque viene a evidenciar cómo nuestras capacidades suman y no restan. Léanlo y descubrirán por qué lo digo. Este es a mi parecer el que cumple mejor su misión.
Amador Actor que tiene por protagonista a un niño con parálisis cerebral.
Aurora Locutora, de la que se dice en la presentación que es una verdadera heroína capaz de desenvolverse solita. Entiendo que lo de “heroína” se les ha colado, porque recuerdo que los ciegos en particular estamos un poco cansados de ser héroes y heroínas de la vida cotidiana, aunque un poco de razón tienen quienes nos plantan esta etiqueta. Aurora es ciega.
Silvina Bailarina, una niña con síndrome de Down que adora la danza.
Me ha sorprendido descubrir que estos cuentos también contienen estereotipos de los que constantemente tratamos de huir quienes trabajamos en los medios de comunicación en el afán y en el convencimiento de que debemos contribuir a la difusión de imágenes más reales de lo que supone vivir con o tener una discapacidad. Siento una gran curiosidad por conocer la opinión de las personas representadas en los seis cuentos de la colección, cuyo objetivo es mostrar las vivencias de los niños con discapacidad a través de sus aventuras, lo cual debería ser compatible con trazar personajes que se ajusten mejor a la realidad sin caer en el cliché de los héroes con super poderes y con gran capacidad de superación del que todos los “dis” hemos sido objeto alguna vez.
Los cuentos son cosa seria. Constituyen el primer acercamiento que tenemos a la Literatura. Nos muestran cómo es la vida de una forma comprensible. Lo que leemos de niños nos impacta mucho y a ver si queriendo normalizar conseguimos todo lo contrario. Juzguen ustedes.
Soy periodista y soy ciega. Lo consigno al comienzo de este articulillo para los lectores nuevos. Aludo hoy a mi condición de periodista con discapacidad porque el asunto que les traigo lo requiere. Hablamos de lenguaje y relatos, de cuentos que no cuenten cuentos.
Hace muchos años que los periodistas estamos tratando de acertar con el lenguaje en lo relativo a la discapacidad. Los medios de comunicación, igual que antaño redactaban su manual de estilo, procuran elaborar de acuerdo con las entidades representantes de las personas con discapacidad guías de buenas prácticas en este tema bajo la premisa de que el lenguaje precede al pensamiento y contribuye a su configuración, a su desarrollo. Reconozco que no es fácil ni sencillo desprenderse de los clichés, de asociaciones de ideas que durante años han impregnado nuestro discurso. Pero eso no quita para que se haga, hagamos un esfuerzo, aunque no siempre acertemos con el resultado o, al menos, no del todo. Con esta preocupación profesional y personal me he acercado a los “Cuentos que contagian ilusión”.