Existen cuatro formas de entender la diversidad funcional (discapacidad): los modelos de Prescindencia, Médico-rehabilitador, Vida Independiente o social, y Diversidad. La prescindencia es eliminar a las personas con diversidad funcional. En el modelo médico-rehabilitador, “las personas deben ser curadas por la ciencia y rehabilitadas para incluirlas en la sociedad”. En el de Vida Independiente o social, “las personas están discapacitadas por la sociedad, pero con las herramientas adecuadas pueden participar plenamente en ella”. Y en el modelo de la Diversidad, “la diversidad funcional es parte de la diversidad humana; se debe proporcionar plena dignidad a todas las personas, sea cual sea su diversidad; plena dignidad implica dar el mismo valor a todos los seres humanos y dar los mismos derechos a todas las personas”.
Aunque según para quién la tartamudez es una discapacidad, un trastorno, es discapacitante y no una discapacidad, etc., Campoamor dijo: “En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira”, y para algunos la tartamudez es una diversidad funcional, es decir, una forma de funcionar diferente a la de la mayoría.
El nazismo buscó la raza aria (“perfecta”) eliminando la diversidad funcional y a las personas con DF, tartamudez incluida. Hoy la erradicación de esta diversidad funcional concreta llega en forma de terapias que pretenden hacernos hablar “bien” (ay ay ay) anulando en quienes tartamudeamos nuestra diferencia en la expresión oral y que -aunque esto no es fundamental, sí es un “plus”- pueden abocar a la frustración, porque la terapia lucha contra la naturaleza de la persona al pretender curarla de una de sus esencias, la tartamudez, que no es una tara ni una enfermedad, porque las PDDFs (Personas Discriminadas por su/nuestra Diversidad Funcional) no somos enfermos, aunque sí somos diferentes en circunstancias e iguales en Derechos Humanos.
En expresión oral el mundo se divide entre personas que tartamudean y personas denominadas “fluidas”. Porque los médicos y los demás nos dijeron que lo era, crecimos viendo la tartamudez como un defecto, por lo que nos sentimos bien cuando hablamos sin tartamudear y mal cuando tartamudeamos. Afortunadamente, las perspectivas varían gracias al punto de vista adoptado. Ahora percibo la luz de otro fluir. No el de la expresión oral, sino el de la persona, el fluir armónico de cuanto nos conforma tal como somos. Con esa luz alguien que tartamudea puede ser fluido con la vida y alguien que no tartamudea puede no serlo. “Qué le vamos a hacer”, si una se siente mejor fluyendo con la vida que siendo fluida al hablar o dejándose la piel en intentar serlo.
Y... ¿cómo llega uno a esa luz? Sabiendo vivir, diría Charles Chaplin, que lo expresó en un texto en el que se lee: “Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama... madurez (…) comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es... ¡saber vivir!” Las claves: conocernos y aceptarnos como somos; estar satisfechos de nosotros mismos, sin compararnos con otros, porque ni somos los demás, ni los demás son nosotros, ni somos más ni menos que nadie; contemplarnos más con las emociones (positivas) que con la mente. En definitiva: mirarnos por dentro y que nos guste lo que vemos.
¿Por qué ser usuario de silla de ruedas es ser discapacitado?; porque la mayoría -que no va con silla- es “capacitada”. ¿Por qué tartamudear es no ser fluido?; porque los médicos definen a la mayoría, que no tartamudea, como “fluida”. ¡Já! La hierba no lucha por crecer; sólo crece. Y quienes contemplamos la tartamudez en la dirección de la luz, amando lo que forma parte de nosotros como uno de los elementos que nos hacen ser como somos, tampoco luchamos contra lo que sólo es una manera diferente de hablar. Vivimos con nuestra diversidad funcional respirando otra fluidez, la de la tartamudez.
Existen cuatro formas de entender la diversidad funcional (discapacidad): los modelos de Prescindencia, Médico-rehabilitador, Vida Independiente o social, y Diversidad. La prescindencia es eliminar a las personas con diversidad funcional. En el modelo médico-rehabilitador, “las personas deben ser curadas por la ciencia y rehabilitadas para incluirlas en la sociedad”. En el de Vida Independiente o social, “las personas están discapacitadas por la sociedad, pero con las herramientas adecuadas pueden participar plenamente en ella”. Y en el modelo de la Diversidad, “la diversidad funcional es parte de la diversidad humana; se debe proporcionar plena dignidad a todas las personas, sea cual sea su diversidad; plena dignidad implica dar el mismo valor a todos los seres humanos y dar los mismos derechos a todas las personas”.
Aunque según para quién la tartamudez es una discapacidad, un trastorno, es discapacitante y no una discapacidad, etc., Campoamor dijo: “En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira”, y para algunos la tartamudez es una diversidad funcional, es decir, una forma de funcionar diferente a la de la mayoría.