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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

¿Una habitación propia?

“Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si desea escribir ficción”. Esta frase pertenece a la gran Virginia Woolf, que además de gran escritora también tenía trastorno bipolar mal diagnosticado. Finalmente se puso su abrigo, llenó sus bolsillos con piedras y se lanzó al río Ouse cerca de su casa y se ahogó. En la última carta que escribió a su marido, Leonard expuso las razones “sé que nunca me voy a recuperar de esto: y estoy desperdiciando tu vida”.

Al mismo tiempo, le agradeció toda la felicidad que su esposo le había proporcionado. Según algunos expertos no sólo la profunda depresión en la que se encontraba sino el horror de la guerra entre Inglaterra y Alemania, que destrozó su casa en Londres pudieron tener que ver con el final que ella decidió poner a su vida. Además, ya no se encontraba con fuerzas de trabajar y en su última carta también asegura: “Ya ves que no puedo ni siquiera escribir esto adecuadamente. No puedo leer”.

Sin embargo, lejos de lo que pudiera parecer, Woolf era alguien vitalista, alegre, inteligente y luchadora. La famosa frase de La Habitación Propia caló en el feminismo, como un llamamiento a la independencia de las mujeres, fueran escritoras o no.

Tras esta introducción y mi admiración por Woolf, no creo que sea suficiente para las mujeres con discapacidad el tener una habitación propia para tener una vida digna. De hecho, muchas mujeres cuentan con una habitación propia, pero no con la asistencia personal que les pueda permitir tener una vida plena para salir de la misma. Muchas mujeres viven encerradas en esas habitaciones que tanto les costó conquistar, pero debido a una discapacidad fundamentalmente física y a la falta de ayudas en este área se quedaron atrapadas en sus propias conquistas.

Esa habitación propia puede tratarse también de una metáfora, de un espacio propio de empoderamiento a alcanzar por nosotras. Se espera de nosotras que seamos grandes madres, profesionales, amigas, cuidadoras, pero muchas de nosotras no podemos más que ser cuidadas en muchos momentos. Somos cuidadoras frustradas siendo cuidadas por mujeres en su mayor parte. Tiene guasa la cosa si no fuera un tema tan serio.

Y esto es en gran parte como sabrán por el patriarcado -ríase y trolee quien quiera libremente- que ha establecido unos roles concretos según género y que a día de hoy se siguen perpetuando.

Pero además de la asistencia personal, que repito una vez más, debería ser universal e igualitaria en cuestión de género, existen las redes de apoyo mutuo. El Langui ha contado en muchas ocasiones que él no habría salido adelante si no fuera por sus colegas. Eso es el apoyo mutuo. Vivimos en sociedades cada vez más individualizadas donde te caes y no siempre se acerca alguien a levantarte, donde llevas una muleta y no siempre te ceden el asiento en el metro -quizá ni te hayan visto porque miran su móvil-.

Conozco a varias personas que han mejorado su calidad de vida gracias a sus redes de apoyo, sus amigos, familia, vecinos, que no sólo dan a la persona con diversidad funcional, sino que reciben grandes recompensas de la persona afectada. No todo es o debe ser monetario y mercantilizado. Por supuesto una asistencia personal debe tener garantizados todos sus derechos y remuneración, pero a día de hoy, momento en el que no todo el mundo tiene asistente personal, es de vital importancia el apoyo mutuo. Humanizar las relaciones, tender la mano en momentos de dificultad y enarbolar la empatía como bandera.

Por tanto, por un lado estaríamos hablando del discurso de género en el sentido de todo lo que se espera de las mujeres tengan o no discapacidad y las cuidadores en su mayor parte mujeres; y por otro lado, la figura de la asistencia personal, el apoyo mutuo y las redes de solidaridad.

Por desgracia vivimos en una sociedad donde, ya lo decía Woolf en su momento, es necesaria una habitación propia, pero además “500 libras al año”. La realidad es que según el 'Informe Olivenza 2015', en España el 29,3% de las personas con discapacidad vive en una situación de riesgo de pobreza o exclusión y la Fundación Cermi Mujeres alerta de la exclusión de mujeres con discapacidad.

Las mujeres con discapacidad son las más afectadas por esta situación debido a que su participación en el mercado laboral sigue siendo mucho más baja que la de los hombres, en concreto doce puntos menos, según informes de CERMI.

Al final llegamos una vez más a la pescadilla que se muerde la cola, y me surge la pregunta de cómo podemos ser mujeres libres si no lo somos económicamente y no podemos serlo porque no contamos con la fuerza del trabajo necesaria para entrar en el mercado laboral cada vez más competitivo. Si no contamos con la fuerza del trabajo y las pagas que conceden son irrisorias, ¿cómo tener una habitación propia y contar con 500 libras de sustento?

“Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si desea escribir ficción”. Esta frase pertenece a la gran Virginia Woolf, que además de gran escritora también tenía trastorno bipolar mal diagnosticado. Finalmente se puso su abrigo, llenó sus bolsillos con piedras y se lanzó al río Ouse cerca de su casa y se ahogó. En la última carta que escribió a su marido, Leonard expuso las razones “sé que nunca me voy a recuperar de esto: y estoy desperdiciando tu vida”.

Al mismo tiempo, le agradeció toda la felicidad que su esposo le había proporcionado. Según algunos expertos no sólo la profunda depresión en la que se encontraba sino el horror de la guerra entre Inglaterra y Alemania, que destrozó su casa en Londres pudieron tener que ver con el final que ella decidió poner a su vida. Además, ya no se encontraba con fuerzas de trabajar y en su última carta también asegura: “Ya ves que no puedo ni siquiera escribir esto adecuadamente. No puedo leer”.