Hace unos días, viendo la charla de TED que os pongo más abajo, me puse a pensar.
Sí, ya sabéis dos cosas de mí: me gusta ver charlas de TED y, a veces, pienso.
En esta charla concreta, el amigo Jonathan Haidt nos propone muy vehementemente que, para conseguir reducir la tremenda polarización política en Estados Unidos, hay que intentar que los políticos se fijen en amenazas comunes (usando la metáfora de “asteroides”).
Nos explica que, en los momentos en los que existieron amenazas muy concretas, especialmente las dos guerras mundiales, el extremismo en los dos partidos mayoritarios se redujo significativamente y su colaboración en asuntos esenciales para el país fue más fluida que nunca.
También menciona que, en la actualidad, lo que ocurre es que hay muchas amenazas concretas e importantes, pero cada partido se fija sólo en “las suyas” y se hace el loco o niega abiertamente “las del otro”. Por ejemplo, la “izquierda” useña está bastante preocupada por el cambio climático, mientras que la derecha es básicamente negacionista. Por otro lado, explica Jonathan, al partido republicano le inquietan mucho las previsiones de aumento insostenible de la deuda pública en las próximas décadas, pero el partido demócrata insiste en no darles demasiada importancia.
Si los dos partidos (“ambos lados del pasillo”, como se suele decir por allí) se diesen cuenta de que el otro está señalando un asteroide muy real y que puede afectar seriamente al país, arguye el conferenciante, las posturas se acercarían y Estados Unidos mitigaría parcialmente la brutal polarización que actualmente paraliza muchas políticas encaminadas a evitar dichas importantes amenazas.
“Ahá... parece una hipótesis plausible”, me dije entonces.
Pero me dejó un poco perplejo la manera en la que se ponían en pie de igualdad las posturas de ambos partidos. Parecía como si no hubiese diferencias esenciales entre el modo de comportarse de unos o de los otros, como si nada fundamental distinguiese los asteroides de ambos lados del pasillo, como si en el fondo republicanos y demócratas fuesen el mismo zumo con distinto envase.
Pero claro, esto no se lo cree nadie. Basta comparar un discurso de Obama con uno de, pongamos, Rick Santorum, basta comparar un telediario de la Fox con uno de CNN, para darse cuenta de que tal equivalencia no puede ser cierta.
Así que me pregunté (aquí viene cuando pienso, ojo), “entonces, ¿cual es la diferencia entre los unos y los otros?” En términos de la metáfora que nos proponen en la charla, ¿qué distingue a los asteroides de ambos lados del pasillo?
Porque algo tiene que haber.
Después de estar un rato rumiando, llegué a una explicación que me satisfizo parcialmente. Por supuesto, es algo tan general y tan básico que es infinitamente debatible y matizable. Además de que no seré, ni de lejos, el primero que se ha dado cuenta de esto. Pero realmente creo que encierra un núcleo de sencilla verdad, y es por eso, además de porque tiene relación con todo el asunto de los derechos de los retrones, que he decidido compartirlo aquí. Para que no se me olvide, y para que me ayudéis a darle forma.
La diferencia es por quién te preocupas.
Es decir, quién las va a pasar canutas cuando el asteroide impacte.
En el caso de las guerras mundiales, la posibilidad existía de que todo el país, ricos y pobres, blancos y negros, católicos y ateos, fuese a sufrir si, por ejemplo, Hitler se quedaba con toda Europa... o incluso si ya se venía arriba y le daba por cruzar el Atlántico después de arrodillar a Churchill. Eso une, y de ahí la colaboración.
En el caso del cambio climático o una escalada de la deuda pública, las cosas son muy distintas.
Si la temperatura sube 4 grados y el nivel del mar 5 metros, el problema lo van a tener sobre todo los pobres. Cuando tienes un buen dinerito en el banco, te dan bastante igual estas minucias. Con comprarte una mansión nueva más al Norte y en la nueva costa creada por el aumento del nivel del mar, apañado. ¿Que las cosechas se destruyen? Hombre, no creo que te vaya a faltar liquidez para ir a hacer la compra en esos supermercados que ahora tienen marines armados en la puerta que te dicen “Hola Señor” cuando entras.
Así que ¿asteroide?, ¿dónde está el asteroide?
En el tema de la deuda, el asunto es que el conferenciante Haidt está tergiversando la situación: Los demócratas también están preocupados por la deuda pública, y también quieren reducirla. Pero su propuesta principal para hacerlo, subir los impuestos, especialmente a los ricos, es distinta de la de los republicanos. A saber, bajar el gasto público, con los recortes afectando en gran medida a las coberturas sociales. Está claro a quién afectan unas medidas o las otras, por mucho que los republicanos voceen la ficción de que cuanto más ricos son los ricos mejor vivimos todos.
¿Y cómo encajan los republicanos esta despreocupación por los demás?
Mi hipótesis hoy aquí (como digo, nada nueva, pero con mis matices propios) es que utilizan para ello la narrativa del juicio, el mérito y el premio necesario.
Según esta curiosa cosmogonía, las acciones (¡y pensamientos!) que una persona va demostrando a lo largo de su vida le van quitando o añadiendo puntos del carnet del merecimiento a través de un procedimiento cósmico que está escrito con caracteres divinos en el tejido del universo. Además, según los puntos acumulados, un comité formado por unicornios (ver foto más arriba) va otorgando a cada persona bienes materiales que corresponden con precisión a sus méritos. Mediante un perfecto razonamiento lógico deductivo, ahora, y dado que este procedimiento de juicio y adjudicación nunca falla, a la vista de los bienes que una persona posee, puede uno computar, sin miedo a equivocarse, exactamente cuántos puntos tiene dicha persona en el carnet del merecimiento y, en consecuencia, cuántas acciones dignas o indignas de mérito ha llevado a cabo.
¿Eres rico? Te lo mereces, te lo has ganado. ¿Eres pobre? Algo habrás hecho. El comité cósmico chanante de unicornios nunca se equivoca. Desolé.
¡Qué casualidad que sean precisamente los ricos los que defiendan este cuentito!
Por suerte, no todo el mundo se cree esta bazofia, y muchos pensamos que, por el solo hecho de ser un humano, por el solo hecho de existir, ya tienes un mínimo de puntos en el carnet del merecimiento. Un mínimo innegociable y del que nunca puedes bajar.
Por eso, mírame a los ojos y dime qué me merezco. Sí, mírame a mí, que soy retrón, negro, inmigrante, gay, discapacitado intelectual, sin el graduado escolar, y con antecedentes penales.
Si me contestas sinceramente que crees que merezco menos de lo que tienes tú, yo te diré a quien votas. O al menos te diré a quién podrías votar sin que te revuelva el estómago.
Y si piensas que estoy mezlcando churras con merinas, que el negro o el retrón no han hecho nada para ser lo que son, pero el ladrón o el que no acabó la primaria sí que tienen parte de culpa, piénsalo de nuevo.
Piensa en casos menos claros, como un gay o un inmigrante. Piensa en el tipo de gente que decide cuánto merecen unos y otros en función de lo que son, y sorpréndete de que, casualmente, el mismo que piensa que el ladrón merece menos que él, tiene “dudas” respecto de los merecimientos de gays e inmigrantes, y seguramente hace 50 años habría pensado lo mismo de retrones y negros. Piensa qué significa “culpa”. Piensa qué significa “merecer”. Piensa por qué un ladrón desconocido no merece dignidad ni cariño, pero si es tu hijo quizás sí. Piensa un ratito en todo eso, y otro día seguimos hablando.