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Un país enfermo y miserable

Esta semana iba a publicar un post más ligero, con un poco de ternura y un poco de humor, pero mi amigo Iván me ha señalado una noticia que publicó este viernes El País y se me han quitado las ganas.

Resulta que una familia de Valencia tiene dos hijos con discapacidad mental. De modo que, a diferencia de Ana Mato, y como suele ser habitual, la madre, Carmen, se dedica a tiempo completo a cuidarlos. Hasta hace poco, el estado daba a Carmen, a través de la Ley de Dependencia, unos 400€ por hijo y por mes.

Como Carmen tiene dos hijos, al menos tenía la suerte de cobrar así 800€; una cantidad que puede concebirse como un sueldo más o menos digno, más o menos útil, aunque ciertamente escaso. Las cármenes que tienen “sólo” un hijo dependiente, en cambio, cobraban en Valencia hasta hace poco unos 400€ por mes. Sin entrar en detalles, digamos que esto te llega para comprar un tornillo del apoyapié de una silla de ruedas barata, un minuto de fisioterapia al mes, un miligramo de medicinas, y aún te puedes permitir el lujo de tomarte un café con los 2€ que te sobran.

Vamos, lo que, en román palatino y cuando tenemos muchos menos motivos para estar enfadados, solemos denominar “una puta vergüenza”.

Pero es que además, hay que intentar que no se nos olvide que los humanos van cumpliendo años y los niños crecen. Los dos hijos de Carmen, con 16 y 14 años, están a punto de convertirse en adultos y uno podría jugar con la loca idea de que quizás se instale un día en ellos el deseo de llevar una vida independiente y plena, lejos tal vez de la casa familiar. En este caso, aunque conservasen el amor de madre de Carmen, ya no dispondrían de sus cuidados, y necesitarían seguramente pagar muchas horas al día de asistencia personal. Explotando a un inmigrante sin papeles, cosa que se hace muy habitualmente en el contexto de los cuidados personales, una hora de asistencia puede costar 5€, o quizás menos. Yendo por la vía legal, el doble o más. Muchos dependientes necesitan estar atendidos casi todo el día, y algunos también por la noche.

La multiplicación se la dejo al lector y me limito a mencionar que la subvención por la Ley de Dependencia apenas se vería modificada si la situación vital de los hijos de Carmen cambiase como he descrito.

Claro que, en un mundo en el que ciertos humanos han secuestrado la potestad de decidir sobre el destino de otros, puede sonar como una utopía insensata y adolescente el sugerir siquiera que un discapacitado pueda querer vivir solo. Una ficción descabellada a la que hay que contraponer la sensata realidad de la vida. A saber, que lo cuide su madre toda la vida, cobrando una miseria y, cuando su madre no lo pueda cuidar, lo metemos en una cárcel... perdón, en una residencia. Para que juegue al dominó hasta que muera.

Por si esto no diese ya suficientes ganas de quemar el Congreso, en la noticia de El País, Carmen nos cuenta que la Comunidad Valenciana ha bajado la ayuda que le daba a 20€ por hijo y mes.

No, no me he dejado un cero.

20€ por hijo y mes.

En la comunidad de los aeropuertos vacíos, las regatas internacionales, los grandes premios de F1 y los trajes a precio de cohecho. Sí. Ahí mismo.

Veamos.

Hay discusiones complejas. Y hay otras sencillas. Hay debates en los que son importantes los matices, los detalles. Y tenemos otros en los que importa poco el hilado fino. Encontramos a menudo consideraciones políticas, sociales y económicas mal definidas, turbias, filosóficamente sutiles. Sin embargo, hay algunas que son cristalinas, nítidas y muy muy fáciles de comprender.

Como ésta.

Un país que le hace esto a Carmen y a sus hijos, y a miles de familias en situaciones similares, es un país enfermo y miserable. Así de simple.

No sé cómo se ha llegado a esto, y me da mucha pena por las muchísimas otras virtudes que tiene España y sus gentes, pero es un hecho irrefutable. (Si no me creen, vean como gente que es de verdad inteligente piensa lo mismo.)

Desde este blog siempre defenderemos que son preferibles las soluciones colectivas a las salidas individuales. Sin embargo, no parece en este caso que vayamos a solucionar el problema de la discapacidad pronto en España. Por ello, y porque no se puede obligar a alguien que espere oprimido un posible cambio futuro, lo mejor que Carmen y su familia pueden hacer en este momento es venderlo todo y emigrar.

A un sitio que trate a los humanos como humanos.

Esta semana iba a publicar un post más ligero, con un poco de ternura y un poco de humor, pero mi amigo Iván me ha señalado una noticia que publicó este viernes El País y se me han quitado las ganas.

Resulta que una familia de Valencia tiene dos hijos con discapacidad mental. De modo que, a diferencia de Ana Mato, y como suele ser habitual, la madre, Carmen, se dedica a tiempo completo a cuidarlos. Hasta hace poco, el estado daba a Carmen, a través de la Ley de Dependencia, unos 400€ por hijo y por mes.