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Sobre este blog

Paradojas que no lo son

Toc, toc, ¿se puede? ¿Hay alguien ahí?

Estoy ilusionada. Por fin ha llegado el momento de decir hola, de asomarme a la ventana de Retrones y Hombres y presentarme. Uno se presenta constantemente y suele ser fácil, rutinario. Dices tu nombre, das un par de besos y ya. Pero esta no es una de esas presentaciones trámite. Al menos no para quien suscribe. Se trata de una presentación escrita y aunque sentarme a escribir no me resulta difícil, esta vez sí siento algo similar a lo de enfrentarse al folio en blanco.

Me llamo Nuria del Saz y soy periodista, concretamente presentadora de televisión y, como no podía ser de otra manera, retrona visual, es decir, que no veo tres en un burro.

¿Cómo? ¿Presentadora de televisión y ciega todo en la misma frase?

Sí, de eso se trata, de mostrar que otra realidad es posible, de que algunas paradojas lo son hasta que dejan de serlo.

Y aludo a mi diversidad porque en este contexto me parecía lo más apropiado, dado que si estoy en el blog es para hablaros, escribiros sobre la retronez o el retronismo que, al tratarse de un neologismo de acuñación libre, una alberga sus dudas. Esa forma de ser distinto a la mayoría, que dificulta, limita, y nos hace la vida un pelín o un muchín más complicada que al resto, sobre todo porque esa vida exterior no suele estar pensada para la gente a la que le faltan las piernas, la vista o el oído o para aquellos a los que mantener un pensamiento rápido y ordenado es una misión imposible en esta sociedad de ritmos trepidantes.

Pero aparte de ser ciega y periodista, también soy mujer, por si a los menos espabilados se les había escapado. Estoy casada con un vidente, y tenemos dos hijas que (qué va a decir su madre) son el sueño de mi vida. Y con este tema de los hijos, aviso, tiendo a ser monotemática, ya veréis por qué.

No siempre he sido ciega. Nací sin discapacidad en Sevilla, ciudad donde resido, desde donde os escribiré. Disfruté de la luz y las imágenes hasta los trece años, cuando una rara enfermedad destruyó mi retina, mis retinas, las dos, por si no bastara con una. Los ojos son unos órganos sumamente empáticos. Como les ocurre a muchos gemelos idénticos, lo que le sucede a uno, en seguida le pasa al otro. Y tuve que continuar con mi vida a ciegas. Algo que no me pareció tan tremendo. Lo sentí más por mi familia -que un hijo se quede ciego a esa edad debe ser horrible-. Después de todo, me sentía como siempre, mi esencia, mi yo no había cambiado y eso era lo verdaderamente importante. No me pareció una tragedia. ¿Insensata? Lo cierto es que lo viví con esa normalidad y con la misma os lo cuento, como os iré contando en este blog otros episodios y situaciones de mi experiencia vital como retrona visual. Un término, este de la retronez –confieso- que despierta en mí sentimientos encontrados. A veces me siento identificada con él, me hace sonreír, y otras lo percibo como algo extraño, ajeno, porque en la cotidianidad, cuando visto a mis hijas por la mañana para ir al cole, cuando tomo café con las amigas o cuento las noticias en la televisión, soy una más, no siento sobre mis hombros el peso de tener una discapacidad visual, aunque hay otras veces en las que las limitaciones afloran complicándote mucho la vida, muchísimo, y perjuras en sánscrito, o en silencio, según te pille el cuerpo ese día, porque, objetivamente puestos a elegir, mejor ver.

Generalizar sobre la discapacidad es tan injusto como hacerlo sobre cualquier otra circunstancia personal, aunque los que son ajenos a ella nos metan a todos los retrones en el mismo saco, como los europeos vemos iguales a todos los chinos sin percatarnos de sus rasgos diferenciales. No se trata de ninguna obviedad. Ni todos los ciegos somos iguales, ni todos los que van en silla de ruedas son iguales. Cada cual “funciona” como puede para conducirse por la vida, para llevar, en definitiva, una vida.

Los creadores de Retrones y Hombres se presentaron en este espacio como dos retrones con suerte. No seré original en este aspecto, porque siempre lo he dicho. También me considero una persona ciega con suerte. Pude estudiar sin muchas trabas y superé las que encontré, me busqué la vida desde muy joven en los medios de comunicación y a los veinticuatro años –uno antes de terminar la carrera de Periodismo- me ficharon en Canal Sur para presentar los informativos de Canal Sur 2 Andalucía. Un bombazo personal y social en su momento que dio la vuelta al mundo. No todos los días enciendes la tele y te encuentras con una periodista ciega contándote las noticias. No todos los días un periodista ciego encuentra trabajo. No todos los días un periodista encuentra trabajo, de hecho.

Soy consciente de que mi situación y trayectoria no es, por desgracia, lo mayoritario entre las personas que tienen una discapacidad. Las oportunidades de empleo son muy escasas para los retrones. Entre otras cosas, por eso estoy aquí, para contar una realidad que no solo es posible, sino real y a la que muchas otras personas con discapacidad pueden o podrían aspirar si se les diera la oportunidad de demostrar su valía,para acercaros la realidad de las personas que no podemos ver y, cuando toque, poner el foco de atención en las carencias que esta sociedad eminentemente visual presenta para los que funcionamos de otra manera.

Agradezco a eldiario.es que me permita tomar el testigo de Pablo y Raúl, también de Patricia, que han realizado una magnífica labor en estos dos años. Leer sus posts para mí ha sido aparte de divertido, interesante, porque tener una discapacidad no te convierte automáticamente en experto en diversos, cada uno entiende de lo suyo y es profano en la retronez del de en frente. Así que espero poder aportaros mi visión sobre la no visión física, porque ver se puede ver de mil maneras, como ya comprobaréis.

Toc, toc, ¿se puede? ¿Hay alguien ahí?

Estoy ilusionada. Por fin ha llegado el momento de decir hola, de asomarme a la ventana de Retrones y Hombres y presentarme. Uno se presenta constantemente y suele ser fácil, rutinario. Dices tu nombre, das un par de besos y ya. Pero esta no es una de esas presentaciones trámite. Al menos no para quien suscribe. Se trata de una presentación escrita y aunque sentarme a escribir no me resulta difícil, esta vez sí siento algo similar a lo de enfrentarse al folio en blanco.