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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Queridos candidatos

Este año me voy a adelantar y desde mi ateísmo voy a hacer una carta a Sus Majestades los candidatos a presidente del gobierno del parlamento, que a día de hoy están tan lejos como el lejano oriente. Allá voy.

Queridos candidatos,

A partir de mañana alguno de ustedes asumirá durante cuatro años la difícil labor de gobernar, o al menos intentarlo si les dejan. A las puertas de su elección no me queda otra que pedirles que no olviden a los retrones como ya hizo con quien comparto nombre, por desgracia. 

Les pediría sentido común, que no se dejen llevar por las ínfulas del poder y que piensen, por una vez, en la gente de la calle, sí, esos a los que cada cuatro años piden el voto y que durante la legislatura olvidan como si fuera un muñeco antiguo. 

Les pediría decencia, porque un pueblo con gobernantes indecentes es un infierno. Algunos dicen que es el reflejo del pueblo, quizá deberíamos invertir la tendencia y que ustedes, los políticos, empezaran a ser el espejo donde la gente se mire y vea que hay un corazón, un trabajo, una dedicación para con los demás.

Les pediría pediría muchas cosas, pero sobre todo les pediría que analizaran la situación de la gente corriente y, sobre todo, de las personas dependientes, tanto retrones como mayores. Porque si queremos ser un país moderno, debemos procurar, especialmente quien tiene la sartén por el mango, que todos tengamos las mismas oportunidades, ni más, ni menos: las mismas. 

Es una reivindicación muy sencilla y muy complicada. Yo tuve la suerte de “caer” en una familia que pudo costear mis operaciones, con mucho esfuerzo, pero conozco muchos casos en los que esto no ha sido posible y si la vida es demasiado dura para la gente común, imagínense para alguien que tiene una discapacidad, sea del tipo que sea. Me gustaría recordarles también que los retrones, como nos llamamos aquí, no son estancos, son personas y que lo mismo algún día les toca estar en nuestro lado. Y entonces se arrepentirán de no haber hecho las cosas bien, de no haber sembrado el campo por si pasaba algo así. Que ojalá no pasara, pero las cosas pasan. Uno tiene una vida feliz hasta que alguien le atropella y le deja en una silla de ruedas, o se cae de un andamio porque el capataz de la obra le apremiaba, o una enfermedad traicionera le transforma el cuerpo.

Todos somos personas y debemos cuidarnos, dejar la supuesta superioridad de unos por encima de los otros, porque al final como dice el proverbio: peón y rey acaban en la misma caja cuando acaba la partida.

Llevo varios días pensando sobre lo de ser el mejor. ¿No sería más interesante darle la importancia a lo que se hace en vez de a nosotros mismos? ¿No sería más aconsejable dedicarnos a mejorar las cosas en vez de aparecer nosotros en un ranking como número uno? ¿De qué sirve ser número uno si las cosas no se mejoran?

Y ahí vuelvo al tema que nos ocupa. Señores candidatos, les pido que hagan todo lo que esté en su mano para que miles de familias con retrones y mayores a su cargo puedan tener una vida más agradable, que ya sufrieron bastante.

Hagan el favor y dedíquense a la gente, que nuestros hijos y nietos lo agradecerán cuando, algún día, seamos una sociedad que pueda sentirse orgullosa de nuestra clase política. 

¡Feliz año a todos! 

Este año me voy a adelantar y desde mi ateísmo voy a hacer una carta a Sus Majestades los candidatos a presidente del gobierno del parlamento, que a día de hoy están tan lejos como el lejano oriente. Allá voy.

Queridos candidatos,