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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Un viaje por el infierno

Lo que para muchos ha sido una terrible noticia estos días, para nuestros compañeros de Save the Children en las costas italianas es además su día a día. Ellos se encargan de asistir a los supervivientes de estos viajes infernales por el Mediterráneo y escuchan relatos que necesitan ser contados. Acompañar y asesorar a personas que llegan desorientadas y exhaustas, informarles de sus derechos. Nuestros compañeros tiñen el viaje de una humanidad que hasta ese momento apenas ha existido.

Berhane* tiene 17 años y viene desde Eritrea. Viajó en una furgoneta que llevaban unos traficantes mientras consumían drogas por el desierto durante varios días. Cada vez que paraban por cualquier motivo, si veían algo que no les gustaba, mataban a alguno de los que iban en la furgoneta. A veces simplemente les rociaban con gasolina y les prendían fuego hasta que morían. Cuando llegaron a Libia eran golpeados con barras de metal o decapitados. En ese trayecto Berhane vio cómo mataban a más de 60 personas, 25 de ellas decapitadas.

“Vivimos durante cuatro meses cerca de Tripoli en una fábrica de sardinas. Había más de 1.000 personas como nosotros. Comíamos solo una vez al día y no podríamos hacer nada. Si alguien hablaba con un amigo o un vecino era golpeado. Todo esto era para conseguir que les diéramos dinero. Te hacían llamar a tu casa diciendo que te estabas muriendo, y mientras te golpeaban para que tu familia pudiera escuchar los gritos.”

Me aterroriza pensar que estas situaciones existen y son reales. Cuando pienso que este viaje lo ha tenido que vivir un menor, cuando revivo esta historia con los ojos de mi yo de 17 años, sin familia, sola... Se me cae el alma a los pies.

Ojalá esta historia fuera la única y la única violencia sucediera durante el viaje, pero en muchos casos el infierno es la continuación de una situación de violencia igual de terrible. Muchos de los niños que pierden la vida en el mar vienen de países en conflicto, sólo tratan de huir de la violencia y la miseria que rodea su día a día, como en el caso de Edwin*. Vivía en Nigeria y se quedó sin familia. Es más, vio morir a su hermano en una explosión. Como es normal no se pensó dos veces salir de su país, él ya sabía que no tenía ningún futuro ahí. Después de cruzar el desierto del Sahara sin comida ni bebida la situación se complicó aun más.

“Cuando llegamos a Gatron, el primer estado de Libia después del Sahara, fui raptado por los traficantes porque no tenía dinero. Me hicieron llamar a mi familia para que me mandaran dinero, pero no tenía nadie a quien pudiera llamar. Así que me daban descargas eléctricas con varillas todo el rato”.

Como Edwin* también está Yusuf*, de 17 años, que vivía en Gaza, donde no pudo tener una infancia normal. No ha tenido juguetes, sino el miedo constante a morir por un disparo.

Estos niños han vivido una auténtica tortura antes de subir a la barca que les llevará por el Mediterráneo. Un incierto destino con un peligrosísimo viaje, con olas de 10 pisos de altura, hacinados, sin comida, agua o siendo lanzados por la borda. Un viaje que nadie debería tener que hacer.

La noticia estos días nos sorprendía, más de 1.000 personas han desaparecido en el Mediterráneo en una semana. Niños y familias inocentes que son víctimas de unas políticas migratorias que les están dejando morir ahogados en el Mediterráneo. Estas muertes se podrían haber evitado, estas muertes se pueden evitar, estas muertes de deben evitar.

En junio la Comisión Europea se reunirá para adoptar una nueva Agenda de Migración. España, y en concreto el Presidente del Gobierno, puede tener un papel importante, debe tener una postura clara sobre qué hacer en esta situación. Las operaciones de búsqueda y rescate deben fortalecerse, además deben proteger a los niños que llegan a Europa, sobre todo los no acompañados. Las políticas migratorias han de aplicarse priorizando la vida de las personas por encima de los controles fronterizos.

Nuestros equipos van a seguir trabajando sin descanso para ayudar a los supervivientes de los naufragios, pero es urgente que se reinicien las labores de rescate. Como organización y ciudadanos le pedimos al Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que defienda y promueva con firmeza estas medidas. Tu firma puede ayudar a que así sea. Por eso te pedimos que firmes nuestra petición.

* Nombres modificados para proteger la identidad de las menores

Lo que para muchos ha sido una terrible noticia estos días, para nuestros compañeros de Save the Children en las costas italianas es además su día a día. Ellos se encargan de asistir a los supervivientes de estos viajes infernales por el Mediterráneo y escuchan relatos que necesitan ser contados. Acompañar y asesorar a personas que llegan desorientadas y exhaustas, informarles de sus derechos. Nuestros compañeros tiñen el viaje de una humanidad que hasta ese momento apenas ha existido.

Berhane* tiene 17 años y viene desde Eritrea. Viajó en una furgoneta que llevaban unos traficantes mientras consumían drogas por el desierto durante varios días. Cada vez que paraban por cualquier motivo, si veían algo que no les gustaba, mataban a alguno de los que iban en la furgoneta. A veces simplemente les rociaban con gasolina y les prendían fuego hasta que morían. Cuando llegaron a Libia eran golpeados con barras de metal o decapitados. En ese trayecto Berhane vio cómo mataban a más de 60 personas, 25 de ellas decapitadas.