Aposentos de reyes: el Cuarto Real Alto del Alcázar de Sevilla reabre sus puertas al público

Carla Rivero

23 de junio de 2021 20:15 h

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Amantes del arte o de la crónica rosa, apasionados de la historia o de las revistas de domingo, curiosos o despistados, todos tienen cabida en la reapertura del Cuarto Alto del Real Alcázar de Sevilla, donde podrán recrear las vidas palaciegas de la monarquía que aún hoy en día sigue utilizando los aposentos hispalenses. El monumento abre sus puertas al público este jueves 24 de junio después de 15 meses. La directora de la institución, Isabel Rodríguez, y la delegada de Patrimonio Nacional para los Reales Patronatos, Elvira Prado, se congratularon en presentar los espacios que ofrecen “autenticidad al palacio, en el que podemos imaginar cómo era esta parte del recinto”, explicó su dirigente. En consonancia a este tiempo de clausura por motivo de la pandemia, las medidas de seguridad aplicarán la visita a grupos reducidos de 12 personas hasta que las autoridades sanitarias lo estimen necesario con ocho pases diarios de lunes a domingo de 10.00 a 13.30 horas, mientras que el precio se mantendrá en 5 euros. 

“Un día especial”, así lo calificaron las representantes del Patronato y Patrimonio, instituciones que han trabajado conjuntamente en la puesta a punto del palacio en uso más antiguo de Europa. “Hay una estrecha colaboración entre ambas identidades tanto para la difusión como la promoción de un patrimonio tan importante como es el Alcázar, ha sido una alegría estar hoy aquí, sobre todo para que los visitantes tengan una visión completa y contextualicen bien la historia de España viendo el paso de los siglos a través de sus salas”, comentó la delegada.

El Cuarto Alto fue a partir del siglo XIII, y en la actualidad, la residencia oficial de los reyes de España cuando visitan la ciudad. Las salas privadas se encuentran más allá de la vista del público, aunque toda la planta superior se convierte en zona reservada si se hospedan en ella. En su arquitectura está presente la influencia del arte mudéjar, gótico, renacentista, barroco y romántico, impregnada de las posteriores remodelaciones hechas tanto por los Reyes Católicos como por sus descendientes. Carlos V, quien se casaría en el palacio, imprimió su sello en el conjunto, al igual que Felipe II o Felipe V durante el Lustro real al trasladar su residencia oficial al corazón sevillano. Más tarde, en el siglo XIX, la presencia de Isabel II en sus estancias siendo reina madre en el exilio transformarán el espacio dotándolo de señas novedosas y modernas con una decoración decimonónica. 

La conservadora de Patrimonio Nacional para esta sección, Carmen García Frías, resaltó la conservación tanto del dormitorio del rey Pedro I, una de las habitaciones pertenecientes al palacio mudéjar del siglo XIV, y a la cámara oficial o de audiencias, cuyas arquerías de yesería son originales. Además, García hizo referencia a las cuatro calaveras pintadas en el cerco de la puerta de la sala privada, las cuales aluden a la leyenda negra sobre el monarca en la que, al mandar a ajusticiar a cuatro jueces prevaricadores, cuenta la historia que ordenó que trajeran sus cráneos y los depositaran en la alcoba. “En el siglo XVI las pintaron, haciendo referencia, junto a la simbología que rodea a la sala con castillos y leones así como la banda instaurada por su padre Alfonso XI, a que aquí vivió”. 

Grandes joyas del patrimonio histórico-artístico de Sevilla

“Las reformas posteriores obedecen a los gustos y usos de los monarcas que las ocuparon”, detalló García. “La gran joya de la azulejería del Renacimiento español”, así calificó a la Sala de Oratorio de Isabel I la Católica, “esta es una obra muy especial, en donde se representa La Visitación de la Virgen a Santa Isabel embarazadas y abrazadas, y aunque no pudiera conocer la reina esta estancia, debido a que murió ese año, esta es una empresa artística muy importante del período”. 

Seguidamente, se encuentra el Comedor de Gala, en donde destaca el techo en el que se cambió el artesonado en la segunda mitad del siglo XIX por unas lucernas características del período. “El comedor ha tenido una decoración de tapices muy importante, destaca los que ilustran la novela de Don Quijote y otro más procedente del Taller de Bruselas del siglo XVII”, aclaró la restauradora. Los tonos esmeraldas y las grandes lámparas de lágrima iluminan una sala que conduce tanto a la Sala de Billar como a la Sala de Fumar, ambas situadas a los lados del Salón de los Embajadores del Alcázar. Estas piezas, de uso ocioso, fueron principalmente utilizadas durante el reinado de Alfonso XII, y continúan la serie de retratos que ilustran a la dinastía monárquica desde Felipe IV hasta Fernando VII. 

Unos pasos más allá, las ventanas se entrecierran e iluminan sobriamente las paredes de azul turquesa en las que cuelgan los retratos de las hijas de Isabel II. Estas pinturas pasteles son muy delicadas, señaló la experta, por lo que es necesario que haya una adecuada conservación para que perduren los rostros de Pilar, Paz y Eulalia. Estas obras, de Bernardo López Piquer, están a la vista del público como las que también reflejan la juventud de Isabel y su hermana Luisa Fernanda en la sala contigua, previa a sus respectivas nupcias. “Estos retratos de la colección de Isabel II son más emotivos, las piezas de Vicente López Portaña las dibujan a los 12 años estudiando geografía y música”, comentó García Frías, “mientras que el de Antonio María Esquivel las representa, en un cuadro absolutamente romántico, previo a las bodas en un tono intimista”. 

La visita se completa con el Mirador de los Reyes Católicos tras pasar por delante de un Murillo, el único que posee Patrimonio Nacional, que forma parte de la serie Claustro Chico del Monasterio de San Francisco de Sevilla.  La balconada del siglo XV aún conserva las pinturas murales y los frisos originales adornados con la simbología del yugo y las flechas y, en la balconada que da al Patio de las Doncellas, se ubica el Despacho Oficial del Cuarto Alto, donde se recepcionan algunas citas en presencia de los actuales monarcas. El conjunto histórico y artístico es una de las apreciaciones más inmediatas y fehacientes de la historia española que, por fin, vuelve a mostrarse al mundo, aunque aún quedan pendientes los Baños de Doña María Padilla y el Laberinto de los jardines, que lo harán en cuanto Sevilla capital mejore su nivel de alerta sanitaria y se complete la desescalada.

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