Dos horas para borrar 'Palestina libre', dos meses sin quitar el grafiti de un colegio: la limpieza selectiva del alcalde de Sevilla

Un brochazo en el muro del Pedro Garfias y la fulgurante eliminación de la pintada palestina.

Antonio Morente

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No falla: cada vez que el alcalde de Sevilla, José Luis Sanz (PP), pone un mensaje en la red social X (antes Twitter) sacando pecho con que el Ayuntamiento limpia tal cosa, le sale una cascada de ciudadanos diciendo que muy bien, pero que qué pasa con su barrio. Y este jueves no ha sido menos, cuando el muro del Guadalquivir a la altura de Triana ha amanecido con una enorme pintada en la que podía leerse 'Palestina libre' y el regidor ha lanzado el mensaje de que se eliminaría en cuestión de horas. “En Pino Montano llevan los árboles caídos desde hace más de una semana, voy a tener que grafitear en cada tronco la palabra 'Palestina' para que hagáis caso”, le echaba en cara un usuario en la misma red social.

Y es que la fulminante actuación de las brigadas de limpieza no ha dejado de llamar la atención, lo que ha abierto la espita de los reproches: que si tanta prisa es por el mensaje político, que si es por mantener la imagen de postal de la ciudad para los turistas... A la vista de la fulgurante reacción municipal, parece evidente que en Sevilla hay grafitis y grafitis, una cuestión por cierto de la que Sanz hizo bandera en la campaña electoral, hasta el punto de que antes de las elecciones municipales se comprometió a eliminar todos los grafitis del Casco Antiguo (ahí es nada) con una flota de furgones antipintadas, una idea importada de Oviedo.

La limpieza exprés de la pintada palestina contrasta con lo que ocurrió hace un par de meses, cuando el gobierno local proclamó a los cuatro vientos uno de sus zafarranchos de limpieza, en este caso para adecentar los colegios antes de inicio del curso. El mensaje en redes sociales iba acompañado del correspondiente vídeo con los operarios en plena tarea, uno de ellos dando dos brochazos para tapar los grafitis del colegio Pedro Garfias, en el Distrito Macarena. En este caso el PSOE le cogió con el carrito del helado, ya que la actuación se limitó literalmente a eso, a dos brochazos, y así siguen las cosas a día de hoy: la pared abarrotada de grafitis y dos rayones de pintura, uno horizontal y otro vertical, como únicos testigos de aquel zafarrancho.

“Aún nos queda mucho trabajo por delante”, admitía Sanz en su mensaje. Y tanto. Aquello fue el zafarrancho de los dos brochazos, lo que implicó a su vez que un operario municipal tuviera que hacer el paripé de que estaba borrando todas las pintadas. En otras zonas se actuó de verdad, pero lo del Pedro Garfias emborronó el cuadro que quería vender el gobierno local, que se agarró a que aquello no dejaba de ser una anécdota. El PSOE, claro, no lo vio así, y proclamó que lo ocurrido mostraba la verdadera forma de hacer las cosas de José Luis Sanz.

“Paraíso de los grafiteros”

En el caso de la zapata del río, la urgencia en borrar el mensaje propalestino se ha justificado en que se trata de un elemento patrimonial, de ahí que el alcalde definiese este acto vandálico como un “hecho despreciable”. Las prisas no son por la carga política del mensaje, se insiste, sino porque “es un espacio emblemático de la ciudad”. “No estoy dispuesto a que el casco histórico más importante de España y uno de los más importantes de Europa se convierta en el paraíso de los grafiteros”, recalcaba Sanz a la vez que los trabajadores todavía seguían afanándose en repintar el enorme muro al pie del Guadalquivir.

La lucha antigrafitis lleva un azaroso itinerario en Sevilla que arrancó durante el mandato anterior, con Antonio Muñoz (PSOE) como alcalde, que activó un programa que ahora se va a materializar con el sello del PP y sus furgones antipintadas, un servicio que se ejecutará en paralelo a la labor que desarrolla Lipasam, la empresa municipal de limpieza. La cuestión dio sus bandazos, porque si inicialmente la postura municipal era que se iba a actuar en casos puntuales y nunca en fachadas de edificios particulares, al final la marea se llevó estas intenciones y se abrió la puerta a eliminar cualquier pintada.

Sanz, por su parte, enmarcó en campaña los grafitis en la suciedad y la “mugre” que asediaban a la ciudad, anunciando un cambio radical en la cuestión que a día de hoy sigue sin cristalizar. Eso sí, en julio lanzó otro mensaje en X mostrando la actuación en la calle Vascongadas, hasta entonces alicatada de pintadas. “El cambio, en un mes de gobierno”, resaltó sobre un punto que se convirtió en una isla en un mar de zonas abarrotadas de grafitis.

Ahora viene la maquinaria antipintadas inspirada en la que se usa en Oviedo (“la ciudad más limpia de España”, asegura Sanz), lo que se va a complementar con mano dura. “Vamos a endurecer mucho las multas”, ha proclamado este jueves el regidor, un cambio en la ordenanza municipal que introducirá sanciones que se dispararán por encima de los 3.000 euros si el edificio afectado es un BIC. Eso sí, mientras se pone en marcha todo este engranaje, el colegio Pedro Garfias sigue con su muro atestado de grafitis punteado con las dos rayas de pintura que dan testimonio de lo que fue aquel zafarrancho de los dos brochazos. Y han pasado ya casi dos meses...

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