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El bar Santa Marta —“referencia” de la hostelería sevillana por su terraza, su flamenquín, su pollo frito y el resto de sus tapas– lleva desde el martes 28 de noviembre con la persiana echada y las mesas recogidas. En la puerta, un cartel se disculpa por el cierre y lo atribuye a una “avería”. Sin embargo, como ha avanzado Diario de Sevilla y ha podido corroborar este periódico mediante fuentes oficiales, tras el cese de la actividad de este clásico establecimiento se esconde una “infracción” de la Ordenanza Reguladora de Obras y Actividades del Ayuntamiento de Sevilla (OROA), relacionada con una ampliación de su actividad original que se acometió sin comunicarlo previamente al organismo competente.
En concreto, el bar Santa Marta ha incumplido el artículo 84.3 e) de la citada normativa local, relativa a “la modificación sustancial del establecimiento o la actividad sin haber tramitado dicha modificación”. Así pues, según consta en el expediente sancionador abierto en 2021 por la Gerencia de Urbanismo y Medio Ambiente en la etapa del Gobierno anterior al que ha tenido acceso este periódico, el negocio tradicional situado junto al pasaje Los Azahares se amplió con un local en el que se instaló un salón para atender a comensales sentados en mesas bajas, “anexionando las actividades sin previa legalización de la modificación descrita”.
En otras palabras, el cierre se justifica porque tal ampliación se llevó a cabo al margen de los trámites estipulados en la mencionada ordenanza municipal, que obliga a todo comercio o negocio hostelero a informar sobre su intención de emprender modificaciones y a no habilitarlas hasta contar con los permisos oportunos. De ahí que se haya ejecutado la correspondiente sanción esta semana, dos años después de que se abriera el expediente, en virtud de la inspección entonces realizada.
De esta forma, la ciudadanía lleva dos días sin probar el famoso flamenquín, pollo frito o tortilla de patatas del bar Santa Marta. “Es una pena”, comenta a este periódico uno de los comerciantes veteranos de la zona, que se refiere al local como ese establecimiento de confianza en el que se refugian a tomarse unas tapas a mitad de la jornada de trabajo. Y aunque reconoce que “en Sevilla hay muchos bares”, recuerda que el de esta céntrica plaza “es rápido, tiene buenos precios y una calidad maravillosa”.
Apoyado en su mostrador, otro comerciante afirma que “siempre está lleno”. Quizás por su envidiable terraza, por su ubicación estratégica (paso frecuentado a diario por locales y turistas) o por el sabor de sus platos. Todo ello es lo que van buscando los clientes que se asoman estos días a este bar de referencia y se marchan extrañados al encontrarlo cerrado.
En cualquier caso, fuentes municipales indican que es habitual que el negocio sancionado vuelva a abrir sus puertas una vez entregada la documentación requerida. De modo que este cierre no significa que sea el fin de un bar que lleva décadas llenando de tapas y sirviendo vida en la plaza de San Andrés.
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