Clara Grima y Adela Muñoz: “Todavía hoy hay gente en España que dice que una mujer no puede ser una buena investigadora”

Antonio Morente

29 de mayo de 2021 22:19 h

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La matemática Clara Grima y la química Adela Muñoz son científicas y divulgadoras, y a mucha honra. Este domingo reciben por esta labor la medalla de la ciudad, uno de los principales reconocimientos que concede el Ayuntamiento de Sevilla. Les acompañará su colega en la Universidad de Sevilla Enrique Figueroa, pero ellas son las dos primeras mujeres científicas que reciben esta distinción. “Ya se la dieron a otras dos, pero eran ingenieras”, aclaran. Están convencidas de que el futuro es de las mujeres y de la ciencia, pero lamentan que “todavía hoy hay gente en España que dice que una mujer no puede ser una buena investigadora”.

Vaya por delante que casi se quedan sin medalla porque en principio no respondieron al alcalde, Juan Espadas, cuando las llamó para comunicárselo. Una dejó sonar y sonar el teléfono (“era un domingo por la tarde y no conocía el número”), y a su compañera le tardaron varias horas en entrar los mensajes en los que el regidor le preguntaba si podía llamarla, obteniendo así un bonito silencio como respuesta. Pero al final salvaron su distinción, que consideran muy importante por el reconocimiento en sí pero también porque permite que se vea que hay mujeres científicas. Porque haberlas, haylas.

Poco reconocimiento a la ciencia

“Una vez –recuerda Adela Muñoz, catedrática en el departamento de Química Inorgánica de la Universidad de Sevilla– hice una revisión de las medallas que da la Junta y científicos había muy pocos, pero ni hombres ni mujeres. La abrumadora mayoría eran cantaores, bailaores, gente del mundo del espectáculo y de la cultura, de historia, de periodismo, de literatura…”. “Y eso que la ciencia nos va a salvar de todo, como estamos viendo en primera persona, nos va a sacar de un agujero muy negro”, apostilla Clara Grima, profesora del departamento de Matemática Aplicada de la Hispalense, que lamenta que “no se percibe que la ciencia es parte de la cultura: cultura es todo lo que desarrolla el ser humano, no sólo las letras”.

“Creo que no hay costumbre de reconocer a la ciencia, y que se busca premiar a personas que tengan una visibilidad social”, continúa Muñoz, que resalta que “hay una gran comunidad científica en Andalucía”. Ambas sacan la artillería en defensa de la ciencia básica, y vuelven una y otra vez con que los científicos no salen en los medios, que la ciencia no tiene visibilidad. “No se ve a la gente que está salvando vidas, ¿se va a ver a la que está haciendo ciencia básica?”, se pregunta Grima de forma retórica.

Las mujeres, escondidas

La conversación salta del sambenito de la ciencia como algo árido, complejo y que asusta a la necesidad de un modelo educativo que anime a los escolares a interesarse por estos campos. “No hay ningún científico o divulgador influencer, por eso habría que mostrar más esos modelos, tienen que aparecer en los libros de texto”, en los que casi no hay rastro de mujeres relevantes. “Hay un estudio que dice que el porcentaje de mujeres que salen en los libros de texto no llega al 7-8%, si sale alguna científica será Marie Curie y poco más”.

“Conozco gente que terminó Biología hace cuatro o cinco años y no sabe quién fue Rosalind Franklin, que fue la que hizo todos los trabajos experimentales que sirvieron como base para la estructura del ADN”, lamenta Adela Muñoz. Clara Grima cuenta lo que le pasó en la carrera cuando estaba en cuarto, “se estudiaba una cosa que son los anillos noetherianos, los anillos de Noether, y hace pocos años leí un artículo sobre Emmy Noether y me dije qué curioso, se llama como el de los anillos, a lo mejor es su mujer o su hija. Y cuando me di cuenta de que la Señora de los Anillos, como la llamo, era ella... Nadie me dijo que Noether era una mujer, tampoco nadie me dijo que Gauss era un hombre pero se daba por hecho, hasta yo misma asumía que todos los nombres importantes que había escuchado eran hombres”.

Visibilidad y educación

Entonces, ¿una científica sufre una doble ocultación, por científica y por mujer? “Sí, claro, sin duda”, llega la respuesta a coro. Así se cuenta por ejemplo en un proyecto en que está muy implicada Adela Muñoz, #NoMoreMatildas, que especula con qué hubiera pasado si Einstein hubiese sido una mujer, o Schrödinger, o Fleming. ¿Y qué hubiera pasado? “Pues que el mérito se lo hubiera llevado un compañero, hubieran sido barridas”, una certeza que “es bastante impactante incluso para las que estamos en esto”. 

La cuestión entonces es si la ciencia es machista o es hija de una sociedad que es machista. Pues las dos cosas, aunque poco a poco se va avanzando pese a que quedan reductos en el mundo académico: “todavía hoy hay gente en España que dice que una mujer no puede ser una buena investigadora”, reconoce Grima. “Dicen que estamos menos capacitadas, todo muy vago, porque cuando han esgrimido unos supuestos argumentos científicos irrefutables eran patrañas”, subraya Muñoz.

Y tira del hilo. “A finales del siglo XIX, por ejemplo, se decía por científicos súper reputados que los órganos genitales de las mujeres se atrofiaban si eran intelectuales, si leían mucho. Si ya eran científicas, pues de estériles para arriba. Gregorio Marañón en los años 50 escribió un artículo donde argumentaba perfectamente que eran como un tercer sexo. O sea, que las mujeres que tenían creatividad e iniciativa, y ya no digo que fueran pensadoras científicas, eran como una especie que no eran ni hombres ni mujeres, como que perdían su esencia. Y eso lo decía un genio”. 

Química y Matemáticas

Lo curioso es que en sus especialidades se está produciendo un efecto inverso en las facultades: cada vez hay más químicas y menos matemáticas. “Cuando yo estudiaba éramos muchas más mujeres que hombres, y cuando ves la gráfica se te caen los palos del sombrajo, me desconsuela, me mata”, lamenta Clara Grima. Y eso ocurre, teoriza, desde el boom de las empresas tecnológicas, “desde que Matemáticas es mainstream y la Comunidad Europea está diciendo que necesitamos medio millón de matemáticos para estas empresas, cuando la carrera ha sido más reconocida, prestigiosa, mejor remunerada y de más de liderazgo”. Aunque ya si hablamos de Informática, donde también es profesora, “no te digo nada, siempre hago el mismo chiste: ¿esto qué es, una clase de álgebra o una despedida de soltero? Porque no hay chicas”.

“Cuando voy a un colegio –prosigue– siempre pregunto quién quiere ser matemático o informático. Y ninguna niña, nada, ellas siempre dicen que quieren ser enfermeras o médicas, que lo que quieren es ayudar al mundo. Y mi respuesta siempre es la misma: pues entonces, estudia Matemáticas, que una de las herramientas más poderosas para ayudar al mundo es diseñar por ejemplo inteligencia artificial para cuidar a personas con Alzheimer”. “Médicos vamos a necesitar toda la vida y de todas las titulaciones, pero hace falta transmitir que hay otras titulaciones que también salvan vidas”. 

Cuestión de roles y educación

¿Y por qué esa inclinación en las chicas? “Está la presión social de lo que se espera de ellas, que es bestial, las están bombardeando todo el tiempo con que tienes que ser agradable, cuidadora, encantadora, guapa…”, apunta Adela Muñoz. Y el reparto de roles se mantiene, como subraya un estudio de la Universidad Complutense que demuestra que durante la pandemia los científicos han publicado más que antes, porque no tenían que dar clases presenciales y tenían más tiempo, “y ellas han publicado mucho menos, porque estaban los niños, la casa, los mayores…”. “Eso ha sido brutal”, coincide Clara Grima, “¿qué queréis, más pruebas? ¡Pero si ya está ahí medido!”, y todo fruto de un sistema que “no está preparado para los hijos, para los cuidados en general, tengo compañeras que se han quedado atrás porque los padres tienen Alzheimer”.

“El problema es que hay que dar facilidades para que las chicas que quieren investigar no se desanimen a la hora de tener hijos”, prosigue Muñoz, todo ello además en un contexto mucho más competitivo “desde que empezaron los recortes bestiales en ciencia por la anterior crisis”. “Cuando hay codazos, cuando hay empujones, a las chicas hasta ahora no nos educaban para ser tan competitivas y para dar tantos codazos. Hay de todo, que conozco mujeres que han pisado a quien sea para para subir, pero la educación general que reciben no es así. Y con la crisis bestial se han ido quedando atrás porque había muchísimas menos becas, muchos menos proyectos... Aquí no sólo sobrevive el más bueno, sino también el más agresivo”.

Los estereotipos a escena

Y después, cuando con iniciativas institucionales se quieren romper estereotipos, pues la cosa no sale muy allá que digamos. “¿Te acuerdas de la campaña de la Comunidad Europea que duró dos días, la de las científicas con tacones. Que sí, que hay científicas muy presumidas con mucho tacón, pero es que venderle eso a las niñas... Haz ciencia y serás más sexy, pero es que no es eso”, apunta Adela Muñoz. “Es que lo de los estereotipos…”, tercia Clara Grima. “Mi sobrina Mandiara quiere ser científica como su tita, lógicamente, que para eso estoy yo ahí. Un día su madre estaba intentando ponerle una felpa porque tiene un pelo muy rebelde y ella no quería, y yo le dije que se la pusiera, que estaba más guapa. Y ella me respondió que no quiere ser guapa, que quiere ser científica”. La contrarréplica larga fue que una científica se tiene que recoger el pelo para poder mirar bien por el microscopio, el telescopio, el ordenador… ¿Y la respuesta corta? “Oye, que tu tita es científica y es guapa”. 

Vuelve la conversación a las medallas de Sevilla y a la importancia de que se distinga a científicos, “que se vea que la gente que hace ciencia no somos todos ni Einstein, ni Marie Curie, ni Rosalind Franklin, que somos gente normal que lleva una vida normal”. “La ciencia es pensar y hacer esfuerzo mental”, eso desde luego, pero hay que huir de la imagen de que “hay que ser un superdotado para hacer algo de ciencias”. El problema, lamentan, es que se está imponiendo una cultura del no esfuerzo, “ha habido una deseducación con los influencers y los youtubers y ahora hay que reeducar, porque eso es nefasto”. Pero no por ellos en sí, sino por la sensación irreal de que “un youtuber parece que se pone ahí un ratito cuando el que vive de eso se puede pegar 14 horas al día, un día detrás de otro”.

Fomentar vocaciones con el teatro

Para intentar combatir los estereotipos que han ido desfilando por la charla, hace unos años se embarcaron junto a otras tres compañeras científicas en la aventura de una representación para chavales, Científicas: pasado, presente y futuro, que se define como “teatro científico para fomentar vocaciones entre niñas y niños”. En ella, encarnan a científicas relevantes de la historia (Adela Muñoz es Marie Curie y Clara Grima, Rosalind Franklin), para a continuación desprenderse de ropajes y explicar a la chiquillada lo que hacen en su día a día, con su camiseta de ¿¿Princesa?? No. Yo quiero ser científica. Lo que empezó como un a ver qué sale de esto va ya por 40 representaciones, y cuenta con un cómic y todo que se puede descargar de manera gratuita

Y la función es para todos, porque, dice Clara Grima, “los niños pueden tener referentes que sean mujeres. Si una niña quiere ser como Rafa Nadal, ¿por qué un niño no puede querer ser como Marie Curie?”. “El futuro se escribe con 'c' de ciencia y con 'm' de mujer”, apostilla, y por encima de todo hay que preservar el talento científico, “porque al fin y al cabo el talento científico es el petróleo de un país, la riqueza más robusta”. Por lo tanto, “hay que encontrar el talento en el niño, desarrollarlo y enfocarlo”, lo que no significa que al final todos vayan a ser científicos, “que si no esto sería muy aburrido…”.

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