El Complot de Tablada: 90 años del bulo que cortó las alas al andalucismo

Antonio Morente

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Un suceso nunca aclarado, rocambolesco y en el que una sucesión de hechos aislados acabó dando la impresión de un gran todo al que se puso la etiqueta de rebelión. El incidente pasó a conocerse como el Complot de Tablada, tuvo lugar en Sevilla hace ahora 90 años, en los estertores de junio de 1931, y vino a ser el primer suceso en que se implicó a militares en una conjura contra la recién nacida II República. En el reparto de esta historia aparecen personajes como el aviador Ramón Franco, hermano del después dictador, y Blas Infante, cuyo partido de raíces andalucistas vio rebanadas sus expectativas electorales.

“Aquello fue una campaña orquestada basada en fake news”, resume el historiador Manuel Ruiz Romero, que en 2017 tituló precisamente así, El bulo sobre el complot de Tablada, la investigación con la que ganó el Premio Memorial Blas Infante. Un trabajo, por cierto, con un subtítulo muy significativo, República, Blas Infante y Andalucía libre, en el que se resume buena parte de la peripecia de la Candidatura Republicana Revolucionaria Federalista Andaluza por la que concurrían a las elecciones constituyentes el propio Infante y Ramón Franco, curiosos compañeros de viaje en una iniciativa que se definía como revolucionaria (“radical y rupturista”, apostilla), republicana, federal y andalucista, en un intento de que el sur tuviese voz propia en el proceso constituyente.

Nunca aclarado del todo

Bueno, pues ya tenemos el escenario y a los protagonistas principales, pero ¿qué es lo que ocurrió hace ahora 90 años? “No existe una verdad absoluta”, admite Ruiz Romero, y lo dice quien se ha zambullido en un mar de documentación, como los 1.900 folios de las actas del consejo de guerra en el que derivó todo aquello. “Manuel Azaña, por entonces ministro de Guerra, dejó escrito en sus diarios seis meses después que todavía no se había enterado de qué había pasado”.

En resumen, una serie de sucesos aislados acabaron dando la sensación de conjunto de que se preparaba un golpe militar en la base aérea de Tablada en Sevilla y que en el ajo estaban miembros de la Candidatura Republicana Revolucionaria. “Se dijo que había una conspiración revolucionaria de tipo anarquista y comunista”, aunque la conclusión del que es el principal investigador de este hecho es muy distinta: hubo conspiración, sí, pero en ella los que confluyeron fueron los intereses de antirrepublicanos, de la parte más conservadora del Gobierno republicano-socialista y de militares despechados por haber sido retirados de la dirección de Tablada por Ramón Franco, ni más ni menos que director general de la Aviación Militar.

El escenario de Sevilla la Roja

Hay que tener en cuenta que el telón de fondo lo pone “la violencia y agitación política de la Sevilla republicana, esa Sevilla la Roja en la que tienen su predicamento anarquistas y comunistas. Así se explica que a una recepción en la base aérea acuda un destacado anarquista como Pedro Vallina, que hace campaña por el partido de Blas Infante aunque no va en sus listas y de cuya popularidad da cuenta que los soldados lo pasean a hombros.

“Esa permisividad alerta a los sectores reaccionarios”, sostiene Ruiz Romero, y es que ya tienen la mosca tras la oreja desde que poco antes, y con motivo de una visita de Ramón Franco a la base, se produjera un plante de la soldadesca y el personal civil por el mal estado de la comida. A esto se une que en esos días de campaña (las elecciones serán el 28 de junio de 1931) se procede a un acopio de munición en las instalaciones, ordenado previamente por el propio Franco al percatarse de que en el complejo militar no había una sola bomba.

Viva Andalucía libre

El escenario termina de dibujarse con el uso por el partido de Blas Infante de un avión (unos dirán que militar, otros que propiedad de Ramón Franco) para lanzar propaganda electoral y al que se le pinta en el fuselaje el lema Viva Andalucía libre, un claro indicio de sedición para los que alimentaban la teoría golpista, que iban atando cabos: una formación política revolucionaria y secesionista que casi tiene su sede en la base, militares republicanos que aclaman a anarquistas, concentración de armamento, aviones para utilizarlo… Y todo ello en Sevilla la Roja, donde la quema de iglesias y conventos de mayo había prendido con fuerza y con una agitación que derivará un mes después en la Semana Sangrienta. Aquello forma una pira que se enciende con la cerilla que le acercan dos militares, que en 1936 serán mano derecha del golpista Queipo de Llano y que ahora se plantan ante el Gobierno republicano para alertar de que se prepara un golpe.

A todo esto, el 24 de junio la Candidatura Republicana Revolucionaria Federalista Andaluza celebra un mitin en Lora del Río y el escenario se hunde, un incidente en el que resulta herido Ramón Franco. Ingresado en el hospital de la base aérea, y entre rumores de que en realidad ha sufrido un atentado, el aviador denunciará después que poco menos que le arrestan y aíslan, lo que aumenta la confusión en una tropa que en parte secunda un plante. 

Entra en escena el general Sanjurjo

Técnicamente, para Ruiz Romero no puede hablarse de que aquello fuese rebelión, “pero sí indisciplina dentro de la lógica militar”, y es la gota que colma el vaso de las suspicacias. El Gobierno reacciona enviando el 27 de junio al general José Sanjurjo, por entonces director general de la Guardia Civil, que hará un despliegue de tropas por la ciudad que, según Ruiz Romero, le sirve de ensayo general para el golpe de Estado que dará desde la capital andaluza un año después.

Lo cierto es que se aborta la supuesta y temida conjura golpista, pero allí nadie ni ha cogido un arma ni ha pegado un solo tiro. Pese al durísimo golpe que esto supone para la imagen de la Candidatura Republicana Revolucionaria, en las elecciones del día siguiente saca un diputado (Ramón Franco) y Blas Infante se queda a poco de conseguirlo también. Pero de poco sirve, porque un candidato podía presentarse entonces por dos circunscripciones y Ramón Franco decide quedarse con el escaño que había conseguido en Barcelona integrado en la lista de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), formación que los sectores conservadores sevillanos se esmeraron en proclamar que tutelaba al partido de Blas Infante. Por cierto, que las crónicas relatan que Franco lanzó algún que otro “Visca Andalucía lliure” en sus mítines por Cataluña.

El desprestigio de Blas Infante

El Complot de Tablada se cerró con un consejo de guerra a 20 militares que depuró a la oficialidad republicana, y del que se libró el propio Ramón Franco al ser ya aforado. No hubo ningún encausado en la supuesta trama civil, ni siquiera Blas Infante, que contó su versión de los hechos en el poco conocido libro La verdad sobre el Complot de Tablada y el Estado libre de Andalucía. Su imagen pública y sus proclamas andalucistas quedaron tocadas, “ya no se le ve como a alguien romántico y alternativo, sino como un agitador de masas y un pone bombas”. 

“Infante se desencanta de la República”, continúa Ruiz Romero, una República que “se preocupa más de la extrema izquierda que de la extrema derecha, que es la que empieza a conspirar de verdad”. A su juicio, es el primer tanteo serio que las fuerzas reaccionarias le hacen al nuevo Gobierno para pulsar su capacidad de respuesta. 

El programa de un partido diferente

Y a todo esto, ¿por qué generaba tantos recelos el partido de Blas Infante en el ecosistema político del momento? “Cuando se le critica se emplean como armas las principales proclamas del andalucismo”: su Viva Andalucía libre es un grito autonomista que se interpreta como secesionista, su laicismo se entiende como anticatolicismo, su apuesta por un Estado federal es una ruptura de España…, conflictos políticos bastante vivos todavía hoy, por cierto. 

El remate lo pone su reivindicación de las relaciones con Marruecos por aquello del pasado andalusí, lo que se aprovecha para acusar al partido de proislamista. “La virulencia de la prensa de la época es desproporcionada”, resume Ruiz Romero, hasta el punto de que se llega a decir que la formación de Infante aspira a repartir entre el pueblo los bancos, toda la tierra y hasta las mujeres, esto último un mensaje islamófobo que se presenta como un supuesto guiño a sus simpatías musulmanas. 

Ramón Franco, el banderín de enganche

Y ya lo último: ¿cómo acabaron juntos dos personajes tan dispares como Blas Infante y Ramón Franco? “Infante ya se había presentado a otras elecciones y sabía que no tenía detrás mucho apoyo electoral, así que para esta aventura andalucista que rompe el escenario constituyente se apoya en un famosete que era como una Belén Esteban de la época”, un Ramón Franco declaradamente republicano (aunque en la Guerra Civil acabará luchando junto a su hermano), “una personalidad muy singular sin formación ni peso ideológico”. 

Su perfil político es radical y populista, como confirma su adscripción a los revoltosos jabalíes de aquellas Cortes constituyentes. Pero ante todo era un héroe popular, el piloto que en 1926 llevó el Plus Ultra de Palos de la Frontera a Buenos Aires, un personaje “entre aventurero y deportivo”. Infante pone la ideología en la Candidatura Republicana Revolucionaria Federalista Andaluza, pero es Franco el verdaderamente conocido y hasta límites extremos. “Fueron a dar un mitin a El Viso del Alcor y no cabían en el teatro, acabaron en una colina en el campo de tanta gente que había, y no iban precisamente a oír a Blas Infante…”.

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