Creando creadores: así aprenden a leer sin palabras los niños del Polígono Sur
Un proyecto de investigación sobre alfabetización analiza la manera en que niños y niñas se relacionan y crean artefactos con diferentes recursos materiales a partir de la visualización de un cuento y de “su forma de entender el mundo”
Detrás de cada libro hay una experiencia personal que, sin saberlo, interpreta nuestra forma de entender la lectura. ¿Y si leemos sin prejuicio alguno y luego volcamos lo leído en nuestra forma de actuar y nuestra forma de entender el mundo, construyendo una realidad diferente de una forma más creativa? Es la filosofía de un proyecto de investigadores de la Universidad de Sevilla en colegios públicos de la capital hispalense que incentiva la alfabetización infantil con la lectura de 'libros sin palabras'.
El CEIP Almotamid es un hervidero. Al otro lado de las vías del tren, el Polígono Sur, que cada año encabeza la lista de barrios más desfavorecidos de España. De ahí proceden la mayoría de los niños y niñas que hoy han ido a clase para encontrarse de nuevo con Fernando, Inés o Eduardo, que les sacan de sus rutinas para aprender a leer sin palabras. “Leemos un cuento que tiene muchos dibujos y después jugamos con lo que pone el cuento”, resume a la perfección Dylan, de cinco años.
“La creación es una práctica. Se entrena. Y eso es algo que se cercena en toda la educación. Cuando dejas hacer, nos encontramos con cosas que no podías imaginar”, explica Fernando Guzmán Simón, director del proyecto 'Mejora de la Alfabetización Multimodal en la Infancia (3-8 años)': Desarrollo de un Modelo Integrador en Zonas con Necesidades de Transformación Social' (Proyecto MATILDA) junto a Eduardo García Jiménez. “La entrada de las editoriales y los libros de texto en esta etapa está haciendo mucho daño porque lastran su creatividad”, comenta Eduardo. En este colegio no hay ese tipo de guías para ellos, “algo de agradecer”, insiste Eduardo. Eva, la tutora, trata de atajar la “pequeña revolución” de la clase mientras atienda la suya particular, con el inspector llegando, la jefa de estudios sustituyéndola mientras habla con una madre y teniendo que cumplimentar papeleo que le van trayendo.
Ellos desarrollan otras formas de comunicación más allá de lo que han visto. Se trata de que no lean el cuento a la manera tradicional
“No tienen nuestros prejuicios”
Y eso que hoy tiene ayuda. Después de la asamblea de primera hora de la mañana, y con Dylan orbitando alrededor mientras pregunta al periodista por qué no tiene cámara, seis de los investigadores del proyecto han distribuido al alumnado en grupos de 4-5 para proceder a la “lectura” de unos cuentos muy particulares denominados 'silent books'. En sus sillas, no todo el rato, claro, y con cámaras de vídeo grabando a su altura, interpretan y reaccionan ante lo que ven. “Los niños no tienen nuestros prejuicios al enfrentarse a un cuento o a un libro. Dejamos que se expresen y observamos su lenguaje corporal, así como sus movimientos, sus dibujos o el uso de los objetos que les ofrecemos. Ellos desarrollan otras formas de comunicación más allá de lo que han visto. Se trata de que no lean el cuento a la manera tradicional”, explica Eduardo, que comprueba que las grabaciones están ya en marcha.
Esos 'silent books' son “libros donde la parte visual es mucho más importante que la escrita, con una mínima parte narrativa, y que inspiran historias, momentos, situaciones”, apunta Fernando, para “una lectura mucho más libre” que pueda “crear lectores auténticos que generan una comprensión del mundo a partir de estructuras visuales, no focalizado en estructuras verbales”. Se parte de la idea de que “la cuestión verbal viene dada por la cultura y eso se traslada a la forma de mirar de los niños, porque ellos tienen sus propia forma de mirar, construyendo el mundo de otra manera”, añade el director del proyecto. “Ellos representan el cuento que han visto y lo interpretan”, incide Eduardo. “Escribir y leer es importante, pero no es lo único importante”, dice.
“Aquí hay de todo, puede pasar cualquier cosa”. En una esquina del aula, Inés, una de las investigadoras, se afana en que su grupo no se disperse demasiado. Unas tijeras inquietas alteran un poco su calma. “Ellos van haciendo su lectura y sacando sus ideas”. En su mesa, con la atenta mirada siempre de la cámara, uno de los chicos ha hecho un minúsculo pez con goma eva que aparecía al final del cuento. Una niña corta un trozo de cartón y lo junta con otro con cinta adhesiva. Las cajas que han traído los investigadores contienen objetos de todo tipo con los que los alumnos trabajan su imaginación.
Trozos de tela, tubos, globos, hilos, etc. “A partir de ellos aprenden a crear significados”, comenta Fernado. Para Leo y Adrián, tirando del ovillo de lana han conseguido trazar las 'rectas' de un improvisado campo de fútbol con un objeto inclasificable haciendo de balón. Son sus significados, los que ellos mismos contruyen, dice Fernando, que alude en ese punto a la 'técnica del helicóptero' de Vivian Paley. Jose, otro de los investigadores, se ha quedado sin mesa pero trata de que su grupo atienda al cuento que sostiene. Difícil lo tiene pero no ceja en el empeño.
La incorporación de las familias
En otra mesa, en otro cuento, “había dos personas dándose un beso en la boca y eso les ha llamado mucho la atención”. “Muchas veces van fabricando cosas y no saben lo que es hasta el final”, explica otra de las investigadoras, “aunque casi siempre está relacionado con lo que han visto”. El pegamento de barra y las tijeras son objetos estrella para ir creando según lo visualizado. “Muchas veces pasan de una cosa a otra, interactuando. Son los llamados afectos efímeros”, detalla Fernando. “No hay una finalidad concreta, sino una experiencia. Cortar simplemente un papel ya tiene un significado”.
Una niña se acerca a la maestra, Eva, señalándose su sudadera de 'stay happy'. Para muchos de estos alumnos, la estancia en el colegio es un bálsamo en su vivir diario, con dificultades en casa en horarios no lectivos, explica Fernando. Para la profesora, el proyecto tiene “muchos puntos beneficiosos”, entre ellos que “abren” su campo de formación a otras formas de educar. Además de darles a conocer que el “prestigio” de la Universidad viene al cole, Eva destaca la “incorporación de las familias” al trabajo en el aula, ya que han tenido que dar su OK a la entrada de los investigadores y participan en otro momento posterior del proyecto.
Aprender a conocer no se puede prever, sino que es un experiencia emergente
El paso previo de estos investigadores por el colegio se aprecia en la decoración de la clase, con “objetos creados por ellos mismos”, empleando “otras técnicas”, comenta Eduardo, que destaca que el material usado “se queda” en el aula y el profesorado “lo incorpora” en su trabajo diario con las alumnos. “Enseñar a leer es enseñar al niño el mundo de los adultos. Aquí nos ponemos a su altura, desde la posición de las cámaras, mirando desde el mismo plano para igualarnos y sentirnos parte de la lectura”, señala Fernando, que explica que la experiencia “no tiene al niño como objeto de estudio sino de 'estar con' y a través de' ellos y de su construcción del mundo, creando significados nuevos de manera natural, materiales, y no solo verbales”, explica citando la teoría de los cien lenguajes del modelo de escuela de Reggio Emilia.
“Las actividades con los 'silent books' se inspiran en los cuentacuentos para que los niños participen activamente como co-creadores de nuevos sentidos de los cuentos. De este modo, el niño no es un mero receptor de la narración oral, sino un agente que construye el mundo desde las nuevas relaciones que crean historias hasta su representación en un escenario de forma colectiva”, explican. A través del visionado posterior de los vídeos se hace un “análisis de profundidad”, con especial atención a los “momentos inesperados”. “Porque el aprendizaje no es lineal. No es un proceso como el que está implantado en la educación tradicional. Aprender a conocer no se puede prever, sino que es un experiencia emergente”, añade Fernando. Al margen de eso, el proyecto también trata de “sensibilizar” acerca de la falta de profesores y visibilizar que el trabajo más directo con cada alumno, al menos en esos grupos de cuatro o cinco menores, es más cercano y productivo. Precisamente el Parlamento andaluz acaba de reabrir el debate de la bajada de alumnos por aula impulsado por la firma de 40.000 andaluces.
Un modelo inclusivo de alfabetización
Estas actividades de alfabetización se están desarrollando a lo largo del mes de noviembre en los CEIP San José Obrero (Polígono Norte) y Almotamid (Polígono Sur) de Sevilla y están financiadas por la Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación, al amparo del acuerdo entre la Consejería de Desarrollo Educativo y Formación Profesional y la Universidad de Sevilla para la cooperación en proyectos de innovación e investigación en las escuelas andaluzas. Entre los 'silent books' que trabajan están 'Bárbaro' de Moriconi, 'Por una manzana' de Caamaño, 'Bajo las olas' de Martí y Salomó, 'Profesión cocodrilo' de Zoboli, 'El mejor libro para dibujar una vaca' de Rice y Badel y 'El charco del rey Olaf' de Pavón y Girón.
El equipo de investigación está formado por un grupo interdisciplinar de investigadores de la Universidad de Sevilla compuesto por especialistas en las áreas de la Didáctica de la Lengua y la Literatura (Ana María de la Calle, Elena Guichot Muñoz, Rosario Leal Bonmati, Inés Lucas Oliva, Concepción Torres Begines, Giovanna Caetano da Silva y Fernando Guzmán Simón), Didáctica de la Expresión Plástica (Carlos Escaño, Elke Castro León, Javier Domínguez Muñino, Julia Mañero Contreras y María Cristina Hernández Domínguez), Didáctica de la Expresión Musical (Alejandra Pacheco Costa y José Juan Roa Trejo), Didáctica General (Mª Jesús Balbás Ortega e Isabel López Cobo) y Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación (Celia Moreno Morilla y Eduardo García Jiménez).
Según la explicación oficial del proyecto, la investigación aborda el reto de la alfabetización desde la complejidad de la comunicación multimodal, considerada como dinámica, heterogénea y de origen vernáculo. Los niños de entre 0 y 6 años crecen rodeados por esta alfabetización multimodal, y cohabitan con ella cuando comienzan su escolarización, momento en el que sus propias alfabetizaciones entran en conflicto con la alfabetización escolar. Para descubrir las posibilidades de esta nueva alfabetización en la escuela, el proyecto MATILDA analiza la manera en que los niños se relacionan y crean artefactos con diferentes recursos materiales reciclados, objetos cotidianos o su propio cuerpo. De este modo, esta atención puesta en aspectos menores de la escuela permite a este equipo de investigación indagar sobre la construcción de nuevos y complejos significados que reconstruyen los niños de manera autónoma. Así, MATILDA incorpora en sus actividades en los centros escolares un modelo inclusivo de alfabetización que incluye nuevas maneras de leer y escribir en el siglo XXI.
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