Uno de los aspectos fundamentales de su labor humanitaria quizás sea el anonimato. Coger los bártulos e ir a evitar muertes en el Mediterráneo de personas que buscan refugio en Europa huyendo de la guerra. Pero Manolo (47), Julio (32) y Quique (30) son noticia desde que en la noche del pasado 14 de enero fueron detenidos por la policía portuaria griega en la zona sur de la isla de Lesbos. Su caso podría ser un daño colateral de la crisis de los refugiados, pero las acusaciones son graves como para tomárselas a broma. “Mala suerte”, lamenta Manolo. “Nos han cogido como cabezas de turco, creo que es un escarmiento”, dice Quique. “Vas allí a echar un cable, dedicas tus vacaciones a rescatar a gente y sientes que te lo pagan así”, resume Julio.
Reconocen haber hecho un esfuerzo por tratar de olvidar aquellas 72 horas, de inseguridades y miedos dentro de aquel calabozo de Mitilene, de tener una primera sensación de que “no iba a ser para tanto” y de escuchar con preocupación que un abogado y su dificultoso español les advertía que necesitaba dos días más “porque la acusación era muy seria”. “Es la criminalización de la acción humanitaria”, coinciden sus abogados en España, de la Clínica de Derechos Humanos de Sevilla, que llevan su defensa en coordinación con su letrado en Grecia.
Todos ellos han participado este jueves en una jornada en la Facultad de Derecho de Sevilla, pero los rescatadores atienden con anterioridad a eldiario.es/andalucia. No son de muchas palabras y tampoco parecen sentirse especialmente cómodos como protagonsitas de una jornada como la organizada para que su caso no quede en el olvido. “Sois héroes para mucha gente”, les recibe el decano a su llegada al lugar de encuentro, casualmente la denominada 'sala de vistas' de la facultad donde los estudiantes simulan juicios, con las mesas en disposición adecuada para sentar al fiscal y a la defensa a los lados del tribunal.
“Las embarcaciones olían a pegamento, confeccionadas por las mafias”
Tristeza, incomprensión, rabia o injusticia son palabras que les salen a estos tres bomberos de Sevilla al recordar su arresto y el hecho de que se enfrenten a considerables penas de prisión en un eventual juicio. También se habla de encerrona. A los bomberos se les acusa de tráfico ilegal de personas y tenencia de armas (un cortacabos de los obligatorios para equipos de rescate, recuerda su defensa). “Las embarcaciones olían a pegamento, confeccionadas por las mafias”, recuerda Julio. “Se nos acusa de estar en el otro extremo y no hemos hecho absolutamente nada, es muy injusto”, añade. “Esto no es un tema jurídico, es un tema ético”, le comenta a uno de ellos un profesor de Filosofía presente en la jornada, en la que se han mostrado varios vídeos de su actuación humanitaria en aguas griegas.
Ha pasado un mes desde que, recibidos como héroes, volvieron a pisar suelo nacional tras pagar una fianza de 15.000 euros, y es la primera que se sientan juntos para hablar con un medio de comunicación sobre lo que sucedió desde entonces. Su abogado griego, en videoconferencia en directo con Sevilla, ha mostrado su confianza en que las pruebas que manejan la acusación no prosperen. “Ellos estaban de voluntarios, con peligro de vida aquí”, trata de explicar el letrado, esforzado con el idioma. “Ellos no preguntan a quiénes salvan”, apunta Pablo Gutiérrez acerca de la acusación de tráfico de personas, mayoritariamente de origen sirio, recuerdan ellos.
¿Qué pasó entonces? Llevaban ya unos días en la isla llevando a cabo rescates, unos seis o siete. En turnos de noche y día, el equipo de ProemAid se organizaba de tres en tres (tierra y barco) para enfundarse sus trajes de neopreno y lanzarse al mar cuando recibían algún aviso de que había una embarcación en riesgo de naufragio. Así fue hasta que aquella noche, mientras navegaban en una barcaza prestada por una ONG danesa (la suya se había averiado), una patrulla marítima helena les invitó a acompañarles a puerto cuando regresaban a tierra tras una falsa alarma. Dos voluntarios daneses también están procesados por las mismas cuestiones, si bien su defensa la llevan otros abogados.
“Imaginaos el miedo de una persona que no sabe nadar y que ve que el barco se está hundiendo...”
Relatan que aquellos días trabajaban aproximadamente un centenar de voluntarios pero que ellos eran los únicos tan especializados en rescates. Numerosas organizaciones, incluida ProemAid, trabajaba y trabajan en la zona. “Allí se habla mucho español”, señalan al recordar la presencia de rescatadores de Palencia y del País Vasco, amén de otras voluntarios, de muy diversos países, que se organizaban entre todos. No advirtieron problemas con la policía hasta ese momento. El registro de su material, la toma de huellas, las fotos “de lado”,.... Los rescatadores se dieron cuenta de que tras lo que parecía un ambiente relajado había una detención y su ingreso en un calabozo “muy pequeño”.
“Muchos niños, mujeres, discpacitados”. Se encontraban todo tipo de situaciones, afirman, “todos muy agradecidos” cuando se les rescataba. “Era el día de la marmota, 50 personas en cada embarcación, era muy duro”. “Me parece increíble que ocurra todo esto”, sentencia Julio en relación al proceso. Aún falta tiempo para saber si su caso llega a juicio pero aseguran que van a seguir haciendo todo lo que esté en su mano para ayudar, porque “todo esto sigue pasando”. “Imaginaos el miedo de una persona que no sabe nadar y que ve que el barco se está hundiendo...”.