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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

ENTREVISTA Rafael Rodríguez

“El hambre de un periodista es el mayor enemigo de la libertad de expresión y el mayor amigo de la mentira”

El entusiasmo por Andalucía y por el oficio del periodismo tienen su sede en un pequeño despacho del Edificio Cristina de Sevilla. Desde este inmueble de los años 20, con vistas al Paseo de las Delicias, Rafael Rodriguez Guerrero preside la Asociación de la Prensa de Sevilla (APS) desde hace nueve años bajo una premisa esencial para él: “Los valores de un periodista son dos: la honestidad y la decencia”.

Después de 38 años en la capital hispalense, trabajando como periodista especializado en la información política andaluza, Guerrero ha sido galardonado con una de las 25 Medallas de Sevilla, una distinción que otorga la ciudad cada año para reconocer la labor y la contribución de las personas condecoradas a la historia de la capital andaluza, y que recibirá este próximo miércoles.

Con motivo de este premio, el presidente de la APS ha concedido una entrevista en profundidad a elDiario.es Andalucía en la que no solo analiza y contextualiza la situación actual del periodismo sino que, además, deja entrever el entusiasmo casi romántico que siente por el buen hacer del oficio, por la necesidad de protegerlo y por reivindicar “el buen periodismo y al buen periodista”.

Usted es malagueño pero acaba de ser galardonado con la Medalla de la Ciudad de Sevilla. ¿Cómo recibió la noticia?

Cuando me llamó el alcalde para decirme que me daba la medalla, para mí fue una sorpresa espectacular, porque jamás me había planteado un premio de este tipo. Por mi parte, no he concebido nunca la enorme rivalidad que ha existido y sigue existiendo entre Málaga y Sevilla, son dos ciudades que forman parte de mi vida, pero por encima de todo, soy andaluz. Además, debo decir que una de las cosas que más me gustan es precisamente Andalucía, el tema de la política andaluza, de las autonomías, todo el tema del desarrollo... y concibo Andalucía como un todo. Me encantó que fuera una medalla para un periodista, pues creo que al periodismo le viene muy bien, sobre todo en el mal momento que estamos viviendo. Aunque sea una cosa a título personal, yo desde el primer momento tenía claro que era un premio para todos y todas los compañeros y compañeras. 

Lleva casi diez años como presidente de la APS. ¿Qué es lo que le motivó a presentarse al cargo?

Soy miembro de la Asociación de la Prensa desde hace muchísimos años, pero nunca había hecho vida de asociado. Igualmente, siempre he luchado por el periodismo. En todos los medios tenía clarísimo dónde estaba mi posición personal de combate. En el 2011, unos compañeros me plantearon todo lo que había que hacer por el oficio. Yo en aquel momento estaba un poco más libre porque había salido del ERE de Radio Televisión Española, me estaba dedicando más a escribir libros de temas de Andalucía y lo vi como una oportunidad, sobre todo de profesionalizar la Asociación de la Prensa.

¿Cómo ha evolucionado la APS durante este periodo? ¿Que creía que necesitaba por aquel entonces el periodismo?

Yo creo que la evolución ha sido muy importante. Hasta entonces casi todas las asociaciones de la prensa en España tenían un carácter mucho más social, como la paletilla de jamón en Navidad, la caseta en la Feria de Sevilla o la presencia en las cofradías de Semana Santa. Nosotros pensábamos que había que darle un vuelco absolutamente profesional y quitamos la mayoría de esas cosas, pensando que los compañeros se iban a levantar en armas. Pero pasó todo lo contrario. La Asociación de la Prensa de Sevilla ha crecido bastante, somos la segunda de España en número de asociados con unos 1.010 miembros y con una evolución dirigida completamente a lo profesionalizante, es decir, meternos absolutamente en todos los charcos por la defensa absoluta del periodista y del periodismo, porque creo que es la razón de ser de una asociación de prensa, aunque tengamos que pelearnos día a día con los propios compañeros o con los propios medios de comunicación. Pero bueno, esa es la labor, tenemos que ser muy duros y muy críticos con nuestro trabajo. Además, también pusimos en marcha actividades de formación y laborales para intentar crear empleo para compañeros.

El periodismo de entonces lo primero que sufrió fue la crisis tecnológica, seguida de la crisis económica, la laboral y de estas surgió una crisis de modelo de negocio. Todas ellas se fueron acentuando y se cayó en una crisis de calidad y de falta de ética. El periodismo se ha ido deteriorando por completo por la extrema debilidad y la extrema precariedad. Yo creo que el periodismo de entonces necesitaba lo mismo que el de ahora.

No puedo preguntarle por la situación del periodismo actual sin tener en cuenta la crisis de la COVID-19. ¿Cómo cree que ha afectado la pandemia al periodismo español?

La crisis del coronavirus para el periodismo ha sido una especie de bomba demoledora. Es decir, si hasta antes de la COVID-19 estábamos en un tsunami de crisis total, ahora ha hecho que esa situación se agrave por todas partes. Casi la totalidad de los medios de comunicación en España, nacionales, regionales, provinciales, están en ERTE ahora mismo. En algún caso ya lo han prolongado hasta el final de enero y yo estoy convencido que más de un ERTE va a derivar en ERE.

Otro gran problema ha sido que se ha impuesto el teletrabajo, que me parece bien, pero para el periodismo es un peligro enorme. La casa se ha convertido en el sitio donde se trabaja y en el sitio donde, además, se reciben las noticias, por lo que el periodista no las busca. Entonces, el teletrabajo hace que el periodista no vaya a los lugares de las noticias, y un periodista lo que cuenta tiene que oírlo y verlo. Tiene que ir a los lugares para comparar y contrastar, porque sino puede derivar en mentira o propaganda. Además, otra cosa que tiene el teletrabajo que puede ser más peligrosa, en lo económico y lo laboral, es que montones de empresas pueden prescindir de las plantillas y convertirlos en falsos autónomos. Con lo cual la situación después del coronavirus es malísima, sobre todo porque no se trabajan en soluciones reales y efectivas en la mayoría de los medios de comunicación.

¿Cómo calificaría la labor del periodismo durante el estado de alarma y durante el resto de la pandemia? 

En esta situación, el trabajo del periodista ha sido muy difícil. En el periodismo, uno de los hándicap que ha habido es la dependencia informativa del poder político. Como los periodistas hemos estado en casa, no hemos podido ir a los sitios y lo que se ha ido divulgando, es lo que se ha contado. Generalizar sería engañar, pero sí ha habido compañeros que han hecho muy buen periodismo, jugándosela en situación de pandemia, pero ha habido otros que han aprovechado para hacer mal periodismo y para hacer cosas que nunca se deberían hacer como periodista.

¿Cree que la crisis de la pandemia ha llegado en un momento en el que el periodismo estaba consiguiendo salir? 

No estaba consiguiendo salir, yo creo que todavía estábamos bajando. El coronavirus lo que ha hecho es que el periodismo toque fondo. Ahora estamos en el desastre total, en la extrema debilidad y en la extrema precariedad. Por lo que ahora hay que luchar para reinventarnos, para salir adelante. La solución viene por un trabajo a tres bandas: los propietarios tienen que invertir en buen periodismo y creer en él. No puede ser que la mayoría de los consejos de administración de los grandes medios estén compuestos por grupos o por gente que no tienen nada que ver con el periodismo, porque sus intereses, muy respetables, son totalmente otros. Por nuestra parte, los periodistas tenemos que hacer ese periodismo de calidad, defender la honestidad y luchar contra la mentira para ganar la confianza de la gente. Un periodista obediente no vale para nada y, por mucho que tengamos que comer todos lo días, tienes que comer con dignidad. El tercer eslabón es la sociedad. La gente tiene que convencerse que la solución pasa por pagar, por suscribirse a medios, porque el buen periodismo cuesta dinero. Como consumen cualquier otra cosa, para que paguen, el producto que se les tiene que dar tiene que ser bueno.

¿Cree que la crisis de la COVID-19 ha afectado a la credibilidad de los medios por parte de la ciudadanía?

Creo que estamos muy tocados a nivel de credibilidad. Las redes sociales nos han hecho mucho daño en ese terreno. Las redes sociales son positivas como terreno de vigilancia informativa, pero, en este ámbito, uno de mis caballos de batalla es el tema de la mentira. En el terreno del periodismo la mentira ha existido siempre. Anteriormente un periódico hacía una mentira y se quedaba en ese ámbito reducido. Hoy, con las fake news, que a mí no me gusta este término, en las redes sociales, ha habido dos cambios: la inmediatez de la mentira y el carácter universal de la mentira.

Yo siempre digo que cualquier persona pública puede mentir, no debe mentir, pero ya es responsabilidad. Ahora, un periodista jamás puede mentir. Puede equivocarse y luego pedir perdón si se equivoca, pero no puede mentir a sabiendas. El problema es cuando hay periodistas que entran en esa espiral, que los hay, y eso nos hace un daño enorme. Contra eso hay que combatir, aunque es francamente difícil por todos los condicionantes que hay, condicionantes clave. Uno muy importante es la situación económica y laboral. El hambre de un periodista es el mayor enemigo de la libertad de expresión y el mayor amigo de la mentira, y desgraciadamente, porcentualmente somos la profesión con más parados y con más falsos autónomos de España.

Yo siempre digo que la verdad, o lo que es lo veraz, es aquello que cada vez cuesta más trabajo que la gente se crea. La gente cree antes una mentira y esto hace muchísimo daño al periodismo. Hay muy buenos periodistas, pero también malos periodistas y mal periodismo, y eso hay que denunciarlo, les duela a quien les duela.

Esta semana, la APS rechazó que el Gobierno andaluz impidiera la presencia de periodistas en la presentación del plan 'Andalucía en Marcha'. ¿Cree que se ha reducido la transparencia y el acceso a la información durante este 2020?

Sí, se han aprovechado todos los condicionantes del coronavirus para pegar un cerrojazo informativo en todo lo que se pudiera. Con el tema coronavirus, se ha aplicado una primera etapa en la que todas las comparecencias públicas de cualquier gobierno, central, autonómica o regional, eran telemáticas y no podías ni preguntar, por lo cual era lo que te decían y podían hacer propaganda. Luego, en un segundo paso, se permitieron hacer algunas preguntas por Whatsapp, lo que abría algo el camino a la cuestión, pero ha habido objetivamente un cerrojazo evidente.

Después, en el tema de ayuda a los medios de comunicación, la cosa era que los gobiernos ayudaran a los medios económicamente metiendo publicidad institucional. En sí, la publicidad institucional no es mala, lo malo es cuando se monta como una trampa y la publicidad se convierte en propaganda institucional y a lo mejor el medio no diferencia que es publicidad de que es información y lo mezcla todo, porque es lo que quiere el gobierno de turno que ha pedido que lo haga así. Ahí ha habido un paso atrás de transparencia muy grande y todavía estamos en esos coletazos. La prueba es ese plan de Andalucía en Marcha que, con el pretexto del coronavirus, se impidió a los medios de comunicación ir a la presentación del que supuestamente es el programa más ambicioso inversor que pone en marcha el Gobierno andaluz. Aunque fuera un acto institucional donde no se pregunta, el periodista puede preguntar a representantes, recoger datos que le están dando y verificar si son reales o no. Con todo esto ha habido un cerrojazo informativo que han aprovechado tranquilamente los gobiernos. 

¿Cuál cree que es el papel del periodismo local en la época actual?

El periodismo local yo creo que es el más bonito y el que puede tener mayor éxito de subsistir porque la gente quiere saber sobre lo más cercano. Pero es igual, tenemos que hacer periodismo en la calle, no se puede hacer información del ayuntamiento sino periodismo municipal. El problema de lo local es su financiación, el modelo de negocio, porque claro, los anuncios que te van a entrar serán del bar o del súper de la esquina. Pero como sustento, se está haciendo en países como EEUU, Canadá o Italia, y lo local o lo hiperlocal está teniendo bastante importancia. La información local no es periodismo menor. La cuestión sigue siendo hacer buen periodismo.

¿Cuáles cree que son los grandes temas que debería abordar el periodismo actualmente?

Desgraciadamente, el periodismo no marca agenda, sino que la agenda del periodismo nos la marca el poder. Yo creo que debería ser al contrario, tú levantar los temas para marcar tú la agenda. Entonces, como estamos tan centrados en lo mediático, en el día a día, nos basamos en el ruido de cualquier cosa, que es absolutamente efímero. Se pierde la perspectiva y actuamos de tal manera que no volvemos a preguntar por ese tema que hizo tanto ruido la semana anterior. El humo que se hace todos los días es completamente interesado y totalmente coyuntural, y eso tapa los temas de fondo y que le preocupan a la gente. El tema real del día a día desaparece por el ruido mediático y entramos en un circulo vicioso, los medios de comunicación, los periodistas y la clase política nos retroalimentemos y hablamos nada más de lo que nos interesa a nosotros. Pero, ¿qué le interesa al ciudadano? La riqueza de las noticias están en la calle. Si no, ¿cómo se sabe que le interesa a la gente?, ¿de qué hablan?, ¿qué le preocupa?. Por eso también digo que hay que ser militante. La migración, la violencia machista… ante estos temas, no podemos no trabajarlos. Estamos en un periodismo de declaraciones en la mayoría de los casos. El periodismo es fácil, pero tenemos tantos condicionantes que, desgraciadamente, estamos limitados por todas partes.

Para cerrar, ¿qué le diría a las nuevas generaciones de periodistas que quieren abrirse camino en este momento de crisis?

Las nuevas generaciones de periodistas tienen una dificultad bastante grande. Primero, la situación económica y laboral, que es demoledora, y luego otro problema bastante grande es que en España para ejercer periodismo no hace falta el título. El intrusismo, legalmente, no existe. Además, las facultades de Periodismo tienen que dar una vuelta tremenda. La mayoría de los planes de estudio hay que cambiarlos por completo. Una de las asignaturas pendientes de la gran mayoría de facultades es enseñar a los estudiantes a ser periodistas, es de los grandes retos que tienen. Sin embargo, a pesar de todo esto, el periodismo es un gusanillo que se lleva en la barriga y te pellizca. A quien lo tenga, adelante.