Hayat Zirari, antropóloga feminista: “Hay vetos machistas a las mujeres marroquíes no imputables al Islam, sino a la colonización francesa”
La participación esta semana de la antropóloga decolonial y feminista Hayat Zirari en la jornada El activismo feminista en Marruecos: evolución y presente se salió de lo habitual en su carrera de investigadora académica. Fue así porque sus colegas del proyecto RAFIKAT (que significa “compañeras”) del grupo de investigación Ixbilia de Filología en la Universidad de Sevilla, Dolores López Enamortado y Ana Torres, entre otras, le pidieron que desgranara ese pasado y presente del feminismo marroquí desde su trayectoria vital.
Así hizo un recorrido empezando por sus años escolares en los 60, hija de un matrimonio sin estudios empeñados en que ella los tuviera, aunque la escolarización entonces no fuera obligatoria ni extendida. Eran los primeros años de la descolonización y Marruecos iniciaba su independencia heredando una gran desigualdad de género “en un país donde el 80% era rural y el 20% urbano, al contrario de hoy”, “donde la edad media de matrimonio rondaba los 16 años frente a los 29 actuales”, y donde el número de hijos por mujer “era de 8,5 frente a los 2,5 del presente”.
Las mujeres marroquíes no fueron ajenas a las movilizaciones feministas internacionales de los 70, “con hitos como la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) que Marruecos firmó en 1976 y ratificó en 2011 salvo en lo tocante al acceso al trono, frente a EEUU, Arabia Saudí o el Estado Vaticano que no la han suscrito”. Según desgranó Zirari, en esos años coincidentes con la Transición en España, en Marruecos confluyeron las reivindicaciones políticas reclamando democracia y derechos humanos con las feministas. “En respuesta hubo una enorme represión: los años del plomo y sus encarcelaciones”.
La propia Hayat Zirari, al acceder a la Universidad, en los 80, fue detenida y condenada a prisión como otros camaradas, en su caso, a un año de cárcel. Desde entonces y durante toda su vida ha aunado la investigación académica sobre el feminismo, doctorándose en París (donde vivió entre 1985 y 1993) con el activismo a través de asociaciones admitidas legalmente desde 1985, que han proliferado al centenar e integran la red “Primavera de la igualdad”.
¿Qué es ser hoy marroquí feminista?
Yo defino el feminismo con “voie” y “voix”, dos palabras francesas que suenan igual y significan “voz” y “camino”. Porque para mí el feminismo es alzar la voz y denunciar las múltiples discriminaciones y desigualdades que sufren las mujeres en la vida cotidiana y estar comprometida con un camino donde buscar y activar los mecanismos de transformación social.
¿Cómo ve, desde su óptica feminista, el Marruecos actual?
Es un país que adoro. Por eso elegí volver tras doctorarme en Francia. En Marruecos la movilización de las asociaciones feministas desde mediado de los 80 ha sido y sigue siendo clave. Al extenderse la escolarización, al subir la edad de los matrimonios, al reducirse los hijos… las mujeres se han incorporado al mercado laboral y adquirido independencia económica. Intelectuales masculinos y femeninos vienen defendiendo la igualdad, como Fátima Mernisi en libros como Sueños en el umbral. A los partidos de izquierda ya no hay que convencerles sino que asumen el valor esencial de la igualdad que está consignada en nuestras leyes, empezando por la Constitución. Me refiero a la igualdad hombre-mujer porque la homosexualidad sigue prohibida. Y aún esa igualdad masculina-femenina es teórica. Para conseguir la real, en Marruecos, como en España, Europa, Occidente vamos a necesitar más tiempo.
La lucha feminista es siempre una lucha política por más democracia y derechos humanos.
¿Ve un horizonte lejano? ¿Por qué?
La lucha feminista ha sido siempre y es una lucha política por más democracia y derechos humanos. Por eso hay muchas resistencias a ella. Eso no implica que yo sea pesimista, al contrario. Veo en mis hijas y sus compañeras de generación muchos objetivos conseguidos por nuestra lucha de décadas. Del Covid para acá en Marruecos se han viralizado vídeos de hombres amasando ellos el pan, actividad tradicionalmente femenina, algo que hacen para reivindicar una nueva masculinidad. Yo he visto en mi vida cómo las sociedades no son inmutables. Movimientos internos confluyen con otros internacionales y se logran avances. Y Marruecos, como muchos países del sur del Mediterráneo, está viviendo cambios estructurales clave en el día a día de las mujeres.
¿Cite algún objetivo concreto del feminismo marroquí actual?
Desde la pandemia hemos detectado, con datos, un retroceso inquietante en el empleo femenino. Vemos que en el ámbito del trabajo la discriminación está aumentando. Eso ha hecho saltar las alarmas feministas porque supone una vuelta atrás en la incorporación al trabajo que conduce a los derechos económicos, sociales y culturales.
Feminismo urbano y rural
¿Considera un reto del feminismo global superar la barrera que distancia a las feministas urbanas, intelectuales, académicas de las mujeres rurales con tantos o más derechos que conquistar?
Bueno, sobre esto yo distinguiría dos cosas. La primera, es que ser activista y/o investigadora feminista, comprometerse en el trabajo por la igualdad mujer-hombre no implica ser omnipotente y resolver todo. Pero desde luego en este punto estamos ante la superposición de dos discriminaciones: la territorial y la de género. Porque en todas partes ser población rural, femenina o masculina, implica tener peores servicios, menos acceso a la educación, sanidad, a la energía y tecnología, que la población urbana. Si encima eres mujer rural, como tu acceso a la educación es más difícil abandonarás antes la escuela, con menos formación y en entornos con menos empleos tendrás más complicado acceder al trabajo y a tu independencia económica, etcétera.
¿Citaría iniciativas feministas que estén ayudando a las marroquíes rurales?
Claro que sí. Dos por ejemplo: una es la movilización de la Asociación Democrática de las Mujeres de Marruecos (ADFM por sus siglas en francés), liderada por Rebea Naciri, para revertir la prohibición de que las mujeres puedan trabajar agrícolamente y beneficiarse de las tierras comunales de los municipios, que llamamos soulaliyates. Esta prohibición no era, como tal vez los estereotipos hagan pensar a algunos, obra del Islam, sino de la ley heredada de la Francia que nos colonizó. Y la ADFM trabaja denodadamente para cambiarla. Y otro referente de la lucha feminista sería la asociación Yto especializada en lucha contra el matrimonio de niñas.
Los matrimonios infantiles están ya prohibidos en Marruecos, ¿no?
Sí, la ley los prohíbe a menores de 18 años (en Francia son posibles a partir de los 16). Esa prohibición fue uno de los logros de los 2000 cuando, con un gobierno socialista y enorme oposición de ciertos grupos islamistas, se logró derogar la tradicional ley islámica familiar Mudawana por el Nuevo Código Jurídico de la Familia ley civil, que emana del Parlamento. Fueron años convulsos pero claves porque como sociedad debatimos y decidimos cómo ser. Pero, como en todas partes, una cosa es el derecho en los textos y otra su aplicación. La vida cotidiana de las marroquíes desmiente esa igualdad supuestamente garantizada, como pasa a las españolas en España. Y en los matrimonios infantiles, se deja amplio margen de interpretación de la ley a jueces que acaban autorizando matrimonios de niñas de 10 y 11 años. Lo que es pederastia.
Secularización o confesionalidad
¿Hasta qué punto la falta de secularización en Estados como Marruecos hace más difícil la liberación de las mujeres del machismo al entrar Dios en la ecuación?
Bastante difícil es ya vencer al machismo en sociedades tan secularizadas como Francia donde la división entre las leyes, laicas, y religión, privada, es meridiana. Es clave hablar y entender la propuesta de “secularizar”. Porque no se trata de oponerse a la religión sino de establecer que hay leyes establecidas por el Estado, de obligado cumplimiento por todos, y creencias religiosas, íntimas de cada cual.
¿En qué punto está la cuestión en Marruecos?
No hay secularización. Pero soy optimista. En los 2000 impulsamos aquel debate de calado sobre derechos civiles, ciudadanos y políticos y la respuesta política del rey fue cambiar la Constitución. Y consignar, ya en el propio preámbulo de esta, por primera vez y como pedíamos, la prohibición de la discriminación de género, garantizar la igualdad hombre-mujer, salvo en el acceso al trono.
Usted da conferencias en España o Francia: ¿diría que la visión sobre Marruecos y sobre las feministas marroquíes se ajusta a la realidad o difiere? ¿Por qué?
Desde mis años de doctorado en París, años transformadores bajo la presidencia socialista de Mitterrand, siempre he chocado con estereotipos sobre la mujer musulmana como sumisa. No había y, en general, sigue faltando, una mirada que entienda que Marruecos, como tantos países del sur, ha sufrido la dominación y expolio del norte. Que continúan. Y eso nos marca tanto o más que la religión.
Amigas y alumnas que llevan velo son más liberadas que cualquiera. Hay velos físicos y velos mentales.
¿Podría ampliarlo?
Por supuesto. Todas las religiones monoteístas tienen ese punto patriarcal y de sumisión de la mujer al hombre. Pero la religión no es la única fuente de limitación de la libertad femenina. El capitalismo y el patriarcado aparejado someten. Francia nos dejó en herencia leyes discriminatorias como la que cité antes de prohibición de acceso de las mujeres a las tierras comunales. Francia no promovió el trabajo de las mujeres marroquíes. Y si promovió el de las francesas fue para que trabajaran en la industria o la sanidad durante sus guerras. A menudo digo a mis colegas francesas: “Pero, ¿desde cuándo aparece la igualdad femenina en vuestras leyes? ¿O el derecho a voto? No hace tanto”. Y si comparamos religiones monoteístas a ver cuál es más opresora no creo que el Islam salga mal parado frente a los evangélicos que en EEUU hoy impulsan un retroceso brutal de las conquistas feministas. En el Islam las relaciones sexuales no tienen por solo objetivo la reproducción, se reconoce el derecho al placer de mujer.
En España y Europa la cuestión de la igualdad de género entre musulmanes se suele reducir al tema del velo y genera grandes controversias. Según usted, ¿hay vínculo directo entre velo y sumisión, velo y falta de libertad, velo y antifeminismo?
Yo tengo estudiantes de doctorado y amigas que llevan velo y son mas liberadas que la más liberada. Ojo, que hay velos que cubren la cabeza y otros que embotan la mente. Dicho lo cual, yo, como mujer que estudio las relaciones de dominación hombre-mujer, considero que cuando se ponen normas para cubrir o descubrir el cuerpo de las mujeres existe un control sobre el cuerpo de ellas. El hombre representa a la mujer reducida a un mero cuerpo biológico objeto de su deseo masculino. Y pasa por alto que, al hacerlo, se reduce también a sí mismo a animal imposible de contener. Animo siempre a los hombres razonables a crear asociaciones que reivindiquen que son más que esos cuerpos animalizados de deseo incontenible. Porque somos fruto mucho más que de la biología, de la educación, la socialización, el contexto cultural…
Derecho humano a la movilidad
A las y los marroquíes se les exige visado para venir a España, a la UE, y “la política de fronteras” es un tema cada vez más candente aquí: ¿Entiende que no haya reciprocidad entre España-Marruecos/Europa-África en el derecho a viajar?
Gran tema, lo hablo siempre cuando me encuentro con colegas investigadores del norte. Como seres humanos iguales tenemos, en teoría, el mismo derecho a la movilidad internacional. Desplazarse es un derecho fundamental. Pero desde el Covid, la concesión de visados a investigadores universitarios marroquíes, como yo, para trabajar en congresos internacionales se ha hecho tan difícil como titularse con grado y máster.
¿A qué se debe, a qué lo atribuye?
Vivimos tiempos en que los fascistas reivindican las fronteras como supuesta protección para la raza blanca. ¿Qué voy a venir a robar yo? Exacerban la cuestión identitaria. Hacen real el escenario que anticipaba Amin Maalouf en su obra Identidades asesinas. Occidente nos señala como peligro para el mundo civilizado. La misma comunidad internacional occidental que está permitiendo el exterminio palestino que ya va por 41.000 asesinados en Gaza. El norte estigmatiza al inmigrante que solo viene a trabajar y, en cambio, no para el expolio neocolonial del sur, ni repara los efectos de tantos siglos de saqueo.
Occidente rechaza a la población del sur como peligro para el mundo civilizado mientras permite el exterminio palestino.
¿Qué medidas pueden acercar el derecho a viajar de los sureños?
Los investigadores del sur nos hemos movilizado mucho, hemos denunciado los injustos escollos y los perjuicios porque a mí estos obstáculos con el visado me han impedido participar en tribunales de tesis en Francia donde me esperaban. Los investigadores franceses, cuando los informamos, se escandalizaron de las trabas. Yo, que me formé en Francia, ¿no puedo ahora contribuir con mis investigaciones allí? Al fin se ha creado un portal web especializado que nos facilita las gestiones. Aunque pronto caduca mi visado y quedará en el aire el siguiente. En todo caso, como el derecho a viajar no es solo de los investigadores, hace falta una resistencia humanitaria a estas políticas de blindar fronteras que solo buscan el choque de civilizaciones.
El norte da por hecho que Marruecos y África no tienen ni tendrán nuestros estándares de derechos, democracia y desarrollo. ¿El sur lo asume así, se buscan solo salidas individuales como emigrar o hay iniciativas para cambiar la inequidad norte-sur?
El sur por sí solo no puede acabar con su discriminación, como tampoco arreglar el desastre climático que sufre más que nadie, aunque las potencias contaminantes sean China y EEUU. Es un momento difícil porque ante las conquistas feministas hay una reacción del machismo radical, ante la consolidación de las democracias, brotes fascistas, ante las necesidades colectivas, un individualismo exacerbado, ante los retos surge el miedo nutrido por el fascismo y que lo retroalimenta. El peligro recuerda al año 36. ¿Cómo se ha olvidado lo que hicieron Franco o Musolini? Urge una reacción internacional. Esperemos que la población de izquierdas y demócrata global, defensora de los derechos humanos, haga frente al auge fascista, defienda la igualdad, la descolonización… No solo el sur está en peligro, lo estamos todos. Pensad en vosotros mismos. En cualquier caso, yo soy optimista. Podemos parar esta deriva fascista y la matanza palestina como acabamos con el apartheid en Sudáfrica. Cada cual que aporte desde su ámbito: investigaciones universitarias, novelas, películas, periódicos como el vuestro… y transmitiendo valores democráticos a las siguientes generaciones.
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