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La quimera del transporte público

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En el universo de Tolkien, el anillo único contiene los poderes de todos los demás y sirve “para gobernarlos a todos”. Algo así ocurre en Madrid con los abonos y tarjetas multiviaje de transporte. Un único título de viaje con el que gobernar toda la extensa, ágil y diversa red de transporte público de la Comunidad de Madrid. Metro, metro ligero, tranvía, autobuses urbanos de la capital y de otras localidades, autobuses interurbanos y trenes de Cercanías. Todo en una única tarjeta o, incluso, auténtica ciencia ficción, en una app en el teléfono móvil. ¿Se imaginan?

Más de un año después de nuestra mudanza a Sevilla, el balance vital es muy positivo pero, ¡Dios!, ¡cómo echo de menos el transporte público de la capital de España! Es un ámbito en el que nuestra ciudad pierde por goleada. Y no se trata sólo de la extensión y rapidez de la red, de la frecuencia de paso sus vehículos y trenes. Ya he escrito por aquí alguna vez sobre el ridículo intento de Metro que sufre la capital hispalense, sus infinitos plazos de desarrollo y las insostenibles comparaciones con otras ciudades españolas e incluso andaluzas. O sobre la desaprovechadísima red de Cercanías. Es que, aquí, es deficiente incluso su gestión. Y eso que se trata de un servicio teóricamente mucho más sencillo de prestar y administrar.

Las competencias, a priori, están claras. El Estado, a través de Renfe, es responsable de las cinco líneas de Cercanías (en Madrid son 10, el doble). El Ayuntamiento de Sevilla, mediante Tussam, gestiona las 45 líneas de bus urbano y la única del tranvía (223 en la capital de España). Y la Junta de Andalucía es titular, vía concesión a empresa privada, de la esquelética red de Metro, con una sola línea (13 en el suburbano madrileño). También lo es, en asociación con los ayuntamientos del área metropolitana, de las alrededor de 70 líneas de autobús interurbano con el Consorcio de Transporte Metropolitano del Área de Sevilla, la mayoría también privadas. En Madrid son más de 350 de este tipo.

Mientras en la capital del Estado existe un Consorcio Regional de Transportes que, desde 1985, gestiona y regula todos los transportes públicos colectivos de la Comunidad independientemente de la administración pública titular y del partido político que la gobierna, con armonización de tarifas y billetes; aquí asistimos a un auténtico diálogo de besugos que sufre el de siempre, el ciudadano de a pie. Para empezar, el consorcio sevillano no incluye los trenes de Cercanías que, por tanto, cuentan con sus tarifas, billetes y abonos propios. También Tussam tiene sus títulos de viaje y tarifarios propios, y sus tarjetas de transporte no sirven en el Metro.

Soñar con un escenario comparable al de Madrid, con billetes, tarjetas y abonos unificados, y con precios armonizados, parece una quimera inaccesible por ahora en Sevilla. Y eso que somos cinco veces menos población en el área metropolitana y la red de transporte público es sensiblemente más reducida y manejable

Teóricamente la tarjeta de transportes del Consorcio sí da acceso a todos los medios de transporte del área metropolitana pero…

Si usas Cercanías, con la tarjeta metropolitana no puedes acceder al tren a través de los tornos aunque sí puedes comprar billetes en las máquinas expendedoras, pero con su tarifa propia (1,8 € el billete sencillo, 2,55 € ida y vuelta en zona 1).

Si usas autobuses urbanos de Sevilla, el viaje con la tarjeta del Consorcio cuesta 0,38 euros mientras dure la bonificación estatal (incluye forzosamente transbordo), mientras que con la tarjeta de Tussam cuesta 0,35 si no transbordas. Además, el título metropolitano no incluye el tranvía, que sólo se puede pagar con billete de la empresa municipal.

Si usas autobuses urbanos de otras localidades con la tarjeta del consorcio, los precios también varían: en Dos Hermanas es completamente gratuito; 0,38 en Alcalá; 0,45 en La Rinconada; y 0.40 en Mairena del Alcor, bonificación mediante.

Si usas la única línea del Metro de Sevilla, cada viaje sin saltos de zona cuesta 0,33 euros.

Si coges bus interurbano, la tarifa mínima con la tarjeta es de 0,39 euros.

Y claro, tanto Tussam como el Consorcio y Cercanías tienen tarjetas de estudiante, joven, para mayores, personas con discapacidad, familia numerosa, etc…

Con este carajal tarifario y tarjetario, a veces se hace complicado moverse por la ciudad, lo confieso. Yo llevo encima tarjeta multiviaje de Tussam (que me sirve para el tranvía), tarjeta del Metro y otra más de Cercanías. Tengo pendiente la del Consorcio, para que cuando quiera subir a Gines no me pase lo que sufrí este verano. Llegué a Plaza de Armas y me dijeron en taquillas que no me vendían allí billete para un bus metropolitano. Me fui para el coche y el conductor, que fue muy amable y no tiene culpa de nada, me explicó que no me podía cobrar con tarjeta y que no tenía cambio de 50 euros (el único billete que llevaba encima). Cuando una señora ya se había ofrecido a invitarme, llegó otro compañero de la empresa de autobuses que accedió a darme cambio y, finalmente, pude subirme al autobús. Tarea anotada: tengo que sacar la tarjeta del Consorcio también.

Espero que estos servicios interurbanos incorporen pronto lo que hace meses que ofrece el Metro y que desde este verano está disponible también en los autobuses de Tussam: el pago con tarjeta bancaria directamente en los tornos. Aunque hay una diferencia sensible. Mientras el suburbano te cobra la tarifa reducida, como si viajaras con abono (0,33); el bus te la cobra íntegra, 1,4 euros.

Soñar con un escenario comparable al de Madrid, con billetes, tarjetas y abonos unificados, y con precios armonizados, parece una quimera inaccesible por ahora en Sevilla. Y eso que somos cinco veces menos población en el área metropolitana y la red de transporte público es sensiblemente más reducida y manejable. En fin…

En el universo de Tolkien, el anillo único contiene los poderes de todos los demás y sirve “para gobernarlos a todos”. Algo así ocurre en Madrid con los abonos y tarjetas multiviaje de transporte. Un único título de viaje con el que gobernar toda la extensa, ágil y diversa red de transporte público de la Comunidad de Madrid. Metro, metro ligero, tranvía, autobuses urbanos de la capital y de otras localidades, autobuses interurbanos y trenes de Cercanías. Todo en una única tarjeta o, incluso, auténtica ciencia ficción, en una app en el teléfono móvil. ¿Se imaginan?

Más de un año después de nuestra mudanza a Sevilla, el balance vital es muy positivo pero, ¡Dios!, ¡cómo echo de menos el transporte público de la capital de España! Es un ámbito en el que nuestra ciudad pierde por goleada. Y no se trata sólo de la extensión y rapidez de la red, de la frecuencia de paso sus vehículos y trenes. Ya he escrito por aquí alguna vez sobre el ridículo intento de Metro que sufre la capital hispalense, sus infinitos plazos de desarrollo y las insostenibles comparaciones con otras ciudades españolas e incluso andaluzas. O sobre la desaprovechadísima red de Cercanías. Es que, aquí, es deficiente incluso su gestión. Y eso que se trata de un servicio teóricamente mucho más sencillo de prestar y administrar.