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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Vallas al campo

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Desde que vivimos en Sevilla, hace ya medio año, mis hijas han descubierto que, cuando tenemos visitas de fuera, muchos de los grandes monumentos de la ciudad les resultan gratis cuando llevan a sus primos o amigos a hacer turismo. Ocurre con todos los edificios históricos de titularidad municipal (Alcázar, Santa Clara, Palacio de los Marqueses de la Algaba, Antiquarium, las Setas, Casa Fabiola, etc…), con el Archivo de Indias y con la mayor parte de las iglesias y templos de la ciudad, excluidas Catedral y Salvador (aunque también cuentan con un importante descuento para los locales).

A esta gratuidad, o descuento, se accede por el mero hecho de estar empadronado en la ciudad, de ser locales. Y a mí me parece bien. En una ciudad tradicionalmente turística y tan masificada de visitantes en las últimas décadas, me parece muy acertado que las puertas de los monumentos sevillanos estén tan abiertas para sus ciudadanos como sea posible para que podamos siempre sentirlos como propios. Es algo que no ocurre en otras grandes ciudades españolas como Madrid, Barcelona o Bilbao (las tres en las que me he molestado en constatar que en ninguno de sus monumentos de titularidad pública hay acceso gratuito o con descuento para los residentes, aunque lo de la capital del Estado ya me lo sabía). En estas localidades, si una visita es gratuita, lo es para todo tipo de público. Y si es de pago, no hay excepciones tampoco.

En algunos de estos monumentos hispalenses, como el Alcázar o las Setas, el sevillano sí se ve obligado a planificar su visita con algo de antelación y reservar día y hora por internet si quiere evitar las eternas colas de turistas y visitantes que no tuvieron esa previsión. Pero, más allá de esa incomodidad, y la de compartir lugar con el creciente turismo, el residente en la ciudad tiene estos espacios a su disposición para uso y disfrute.

Como ya imaginará el lector, traigo esta cuestión a colación por la polémica suscitada en la ciudad por la información de los compañeros de ABC de que el Ayuntamiento pretende cerrar al público la Plaza de España y cobrar entrada para permitir su visita turística. La información advierte, para tranquilidad del personal, de que el acceso será gratuito para los nacidos y residentes en la ciudad, como ya ocurre en otros monumentos locales.

¿Y si quiero ir a correr o de paseo con la bici por la zona? ¿Tendré que parar en una taquilla para presentar mi DNI cuando quiera cruzar de la Avenida de Portugal a la de María Luisa?

El problema, en este caso particular, es doble. El primero, que el lugar no es propiedad del Ayuntamiento, sino que los edificios que se sitúan en la plaza, dando forma y contenido a su ámbito central, son de titularidad estatal, con lo que, tal y como explica la información, todo pasa por alcanzar un acuerdo con el Gobierno central para la gestión de este proyecto de cerramiento y explotación turística del espacio.

Más allá de las complicaciones políticas para alcanzar este acuerdo entre dos administraciones gestionadas por distintos partidos, hay un segundo escollo que, en mi opinión, es el fundamental. Me llama la atención que buena parte de la propuesta municipal consiste en el cerramiento y gestión del acceso a un espacio público, a una plaza, lugar habitual de paseo y esparcimiento de residentes y visitantes. Básicamente, el clásico poner vallas al campo.

Esto sienta un peligroso precedente que, si me permiten la exageración inherente a mi condición de sevillano, podría llevar a que consideráramos necesario cortar el acceso a la Plaza de San Francisco, por proteger el Ayuntamiento; o a la Plaza del Triunfo o de la Virgen de los Reyes, por mejorar la conservación de Catedral, Alcázar o Archivo de Indias. ¿Se contemplará en el futuro cobrar por visitar el barrio de Santa Cruz o el Parque de María Luisa? Aunque bueno, eso justo es lo que se propone parcialmente en este caso.

¿Qué haremos en Semana Santa, cuando La Paz o el Cautivo del Tiro de Línea tengan que cruzar por allí? ¿Y si quiero ir a correr o de paseo con la bici por la zona? ¿Tendré que parar en una taquilla para presentar mi DNI cuando quiera cruzar de la Avenida de Portugal a la de María Luisa?

La motivación que ofrece el Ayuntamiento para esta propuesta es la necesidad de obtener recursos extraordinarios para mejorar la conservación y la seguridad del espacio. Y es comprensible. El gestor público se enfrenta a las necesidades de mantenimiento de un conjunto monumental muy visitado (el segundo de la ciudad leo por ahí, aunque, si no se cobra entrada todavía, ¿cómo lo calculan?) y muchas veces maltratado por el visitante. Pero ¿el vandalismo que sufre de forma recurrente la plaza de España es sólo culpa del turista? ¿El sevillano que pasea por sus puentes y galerías lo hace siempre con el cuidado y respeto aconsejable?

El turista es el receptor y cliente en Sevilla de un sinfín de productos y servicios ofrecidos por una sólida industria generada a su alrededor y constituida por hoteles, bares y restaurantes, y todo tipo de empresas de experiencias y prestaciones

Si hacen falta recursos para darle a la Plaza de España el cuidado que necesita y merece, hágase. Pero ¿la única alternativa es cobrar al turista por darse un paseo por un espacio público? Sé que Adepa, una entidad de conservación del patrimonio sevillano que hace una gran labor y merece todos mis respetos, ya propuso algo parecido hace unos años, pero confieso que es un modelo que no termina de convencerme.

El turista es el receptor y cliente en Sevilla de un sinfín de productos y servicios ofrecidos por una sólida industria generada a su alrededor y constituida por hoteles, bares y restaurantes, y todo tipo de empresas de experiencias y prestaciones. Productos y servicios por los que ya paga más de 73 euros cada día que pasa en la ciudad. ¿Le vamos a cobrar además por pasearse por un lugar público? 

Hace meses que está sobre la mesa del debate público en Andalucía la propuesta de algunos regidores de implantar en la Comunidad una tasa turística como en Barcelona, por la que cada visitante pagaría un euro extra en su habitación de hotel. Pero, además de esta opción, ¿a nadie se le ha pasado por la cabeza pensar en que sea el tejido empresarial el que contribuya al mantenimiento y seguridad de este y otros espacios municipales, vía tasa o impuesto local? Entiendo que esta posibilidad pueda ser polémica, pero no debemos perder de vista que son estos negocios los directamente beneficiados de la creciente afluencia de visitantes a la ciudad.

Del modelo turístico más adecuado y sostenible para una ciudad como Sevilla tendremos oportunidad de seguir escribiendo en el futuro próximo.

Desde que vivimos en Sevilla, hace ya medio año, mis hijas han descubierto que, cuando tenemos visitas de fuera, muchos de los grandes monumentos de la ciudad les resultan gratis cuando llevan a sus primos o amigos a hacer turismo. Ocurre con todos los edificios históricos de titularidad municipal (Alcázar, Santa Clara, Palacio de los Marqueses de la Algaba, Antiquarium, las Setas, Casa Fabiola, etc…), con el Archivo de Indias y con la mayor parte de las iglesias y templos de la ciudad, excluidas Catedral y Salvador (aunque también cuentan con un importante descuento para los locales).

A esta gratuidad, o descuento, se accede por el mero hecho de estar empadronado en la ciudad, de ser locales. Y a mí me parece bien. En una ciudad tradicionalmente turística y tan masificada de visitantes en las últimas décadas, me parece muy acertado que las puertas de los monumentos sevillanos estén tan abiertas para sus ciudadanos como sea posible para que podamos siempre sentirlos como propios. Es algo que no ocurre en otras grandes ciudades españolas como Madrid, Barcelona o Bilbao (las tres en las que me he molestado en constatar que en ninguno de sus monumentos de titularidad pública hay acceso gratuito o con descuento para los residentes, aunque lo de la capital del Estado ya me lo sabía). En estas localidades, si una visita es gratuita, lo es para todo tipo de público. Y si es de pago, no hay excepciones tampoco.