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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Sanz cumple cien días como alcalde de Sevilla entre vaivenes y con Vox apretando para entrar en su gobierno

Ocurrió con el arranque del curso escolar. El alcalde de Sevilla, José Luis Sanz (PP), sacó pecho con las obras de mejora en los centros educativos y su entorno, con imágenes entre otras de los operarios afanándose pintando el muro del colegio Pedro Garfias, en la Macarena, en lo que se anunció como un zafarrancho... que se quedó en (literalmente) dos brochazos, justo los que salían en el vídeo de turno. El PSOE municipal cazó el detalle, y una visita sobre el terreno permite constatar que ahí sigue hoy el muro con sus grafitis y con sus dos rayitas de pintura nueva. Una muestra de la chapuza que es este gobierno local, denunciaron los socialistas; una anécdota que no oculta lo que se está avanzando para recuperar el terreno perdido con el PSOE, replicaron los populares.

Es evidente que la historieta no deja de ser una gota en el mar de estos primeros cien días de Sanz en el cargo, a los que llega con cicatrices sobre todo culturales, con los servicios municipales y sistemas informáticos sin terminar de desbloquearse después de tres semanas de hackeo y, sobre todo, acercándose al momento de la verdad para un PP al que Vox empieza a apretar las tuercas para entrar en el gobierno local. De hecho, la formación de ultraderecha asegura que el propio alcalde se comprometió a ello, lo que se niega desde filas populares, y la cuestión no es menor porque los de Santiago Abascal se sienten ninguneados y engañados.

Lo cierto es que está a la vuelta de la esquina la primera gran encrucijada, que no es otra que la negociación de los presupuestos, y ahí la falta de mayoría absoluta trazará definitivamente la senda: o improbable acuerdo con el PSOE, o pacto con Vox con lo que eso supone para la imagen de moderación que se quiere transmitir. El de las ordenanzas fiscales es el otro Rubicón a cruzar, además de manera previa porque es piedra angular para las cuentas de 2024, unas tasas municipales que llevan años congeladas y que está por ver qué hace un PP que en precampaña pregonó a bombo y platillo que no subiría los impuestos.

Las cosas son así desde el minuto uno, y así se pusieron sobre la mesa en el mismo pleno de investidura de Sanz a mediados de junio. Desde entonces a este lunes en el que se cumple el primer centenar de días la tónica ha sido de perfil bajo, hasta el punto de que las novedades de mayor impacto han sido el reciente anuncio de la subida de un 30% de las tarifas del agua, la que se formó con la retirada de la bandera Lgtbi en la caseta de IU en la Velá de Triana y la marcha atrás que se metió con la suspensión este año del Festival de Cine. Además de hundir la reputación de un evento consolidado, sorprendió que se esgrimiese como argumento que coincidía con la celebración de los Grammy Latinos, cuando precisamente la ciudad siempre ha hecho gala de potencia organizativa suficiente como para hacer frente a eventos complejos en paralelo.

Vía de agua en el flanco cultural

El incidente, remendado como se pudo, abrió una vía de agua inesperada porque llegaba por el flanco cultural, en el que precisamente Sanz anunciaba grandes novedades y que ha sido donde ha sufrido su por ahora única dimisión, la del gerente del Instituto de la Cultura (ICAS). En pleno rifirrafe cinematográfico, el propio alcalde se descolgó con que la Feria del Libro es de tercera, y a eso han seguido varios traspiés más que han culminado con el cierre del teatro Lope de Vega y el traslado de su programación –mal que bien– a otros espacios, un anuncio que se hizo con dudas por despejar y con un retraso innecesario.

En la práctica, puede decirse que el nuevo gobierno local se ha dado de bruces con la realidad del día a día, porque una cosa es predicar y otra repartir trigo. El alcalde, por ejemplo, no hace más que anunciar que no caben más pisos turísticos en el centro de Sevilla pero todos los días se conceden nuevas licencias, mientras el PP ha renunciado a una regulación desde lo municipal a la espera de una normativa autonómica que nunca llega. La Junta, en paralelo, bloqueó el tímido intento del anterior equipo municipal. Y a todo esto, se ha prolongado hasta el año que viene el aumento de veladores que se permitió por la pandemia y Sanz se ha marchado a China para buscar nuevos turistas, lo que choca con sus mensajes contra la turistificación.

Sin una gran propuesta que llevarse a la boca, este centenar días se ha consumido en la micropolítica, sobre todo en los publicitados zafarranchos de limpieza que, más adelante, se convertirán en un plan de choque para intentar darle la vuelta a una situación que fue una losa para el gobierno socialista. El problema es que la cuestión de la suciedad es muy ingrata, siempre va a haber descontentos, y está por ver que Sanz desarrolle una gestión que se gane por unanimidad la percepción de que ha habido una mejora.

El lío con el ficus de la Encarnación

Ocurre como con el arbolado, otra de las cuestiones en las que se le clavó el colmillo a la anterior administración del PSOE: por ahora la cosa queda en anuncios (incluso con carteles en los parterres en los que se harán plantaciones), y cuando recientemente se ha caído una gran rama de un ficus en la Encarnación se ha formado un buen galimatías. No se informó de que una mujer resultó afectada por el accidente, no se tomaron medidas preventivas pese a que el propio alcalde reconoció que se detectaron problemas en el ejemplar 48 horas antes del incidente y al final todo derivó en una cascada de informes para reprochar a los socialistas su gestión.

Dentro de este tono bajo, el alcalde tiene escasas comparecencias ante los medios de comunicación (muchos de los actos a los que acude se anuncian después en redes sociales) y varios concejales son casi desconocidos por su falta de protagonismo. Como es de manual, en el día a día se exaltan las bondades de la nueva gestión frente al “desastre” de la etapa del PSOE, la tradicional herencia recibida, pero por ahora ni han aparecido muertos en el armario ni se ha denunciado una situación económica catastrófica, hasta el punto de que lo más que ha llegado a apuntarse el PP ha sido pregonar que reduce a la mitad el tiempo de pago a los proveedores.

Y también por ahora, aunque Sanz declara que no se considera un alcalde revisionista, las principales iniciativas han sido desmantelar políticas anteriores: adiós antes de nacer al Plan Respira que iba a limitar los vehículos en el centro, retirada de separadores en los carriles bus, recuperación del doble sentido en la Carretera de Carmona, anuncio de una consulta popular para ver si se vuelve al modelo anterior de Feria... Tomando al Ayuntamiento de Madrid como indisimulado referente, está por ver qué hace el alcalde en cuestiones como la memoria histórica (la idea parece que pasa por la inacción absoluta sin más, como en el Gobierno andaluz) y si finalmente abre el melón de Tablada para hacer hueco a viviendas.

Con estas alforjas se ha hecho este trayecto de los cien días iniciales, aunque ahora empieza el viaje de verdad, el del resto del mandato. Y el primer paso en este camino es una encrucijada en la que aguarda Vox con la maleta preparada (en la que ha metido el presupuesto municipal) y dispuesto a acompañar al PP en este itinerario. Los de ultraderecha insisten en que son imprescindibles para dar estabilidad al gobierno, aunque con sus condiciones, las que pusieron sobre la mesa en la investidura del alcalde: “erradicar las políticas de izquierda”, combatir “la falsa memoria histórica que desentierra muertos por unos votos”, acabar con la “propaganda de género”, liquidar el “fanatismo climático” y una lucha decidida “en defensa de la vida”. Ese será el momento más definitorio de Sanz, más allá de los trompicones y el exceso de verborrea de este primer tramo.

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