Los datos de turismo en Sevilla correspondientes a 2019 son clarificadores: la ciudad se consolida como destino turístico y alcanza los 3,12 millones de visitantes. Es un récord anual y supone un crecimiento del 3,86% con respecto al año 2018. Las pernoctaciones realizadas ascendieron a 6.706.744 (un 5,33% más) y la estancia media se situó en los 2,15 días, según fuentes municipales. En el Consistorio hispalense se congratulan y el delegado de Hábitat Urbano, Cultura y Turismo, Antonio Muñoz, apunta que hay capacidad para “seguir creciendo de manera sostenible para el año 2020” gracias a la promoción en nuevos mercados.
Las noticias sobre la apoteosis turística de Sevilla se suceden en la prensa local y el centro histórico se empacha de visitantes. Esta pauta va de la mano de las cifras de Andalucía que ha conseguido el mejor año turístico de su historia en 2019 con 32,5 millones de turistas. “Un año más, como el mejor de la historia para el turismo en la capital y, por extensión, para el conjunto de su economía”, apuntó Muñoz.
¿Qué se ha puesto en juego?
La crisis económica de 2008 hizo que muchos ayuntamientos se agarraran al sector del turismo como a un clavo ardiendo. Para crear una contranarrativa sobre los beneficios del sector, entre otras acciones, nació Jartura. “El turismo no es una fuente de dinero. Hay una concentración en los mismos de siempre y no es cierto que haya más trabajo, al revés, se está precarizando más”, dice Ana Álvarez, miembro de este colectivo.
Jartura surgió espontáneamente en 2019 como fruto del malestar de un grupo de personas que había regresado a la ciudad después de varios años fuera. La vieron cambiada y decidieron hacer memoria y reivindicación de los barrios.
Sevilla se consolidó como plaza turística poco después de que la revista Lonely Planet la nombrara el mejor destino urbano de 2018. Se prepararon dosieres para vender el potencial cultural, emprendedor y tecnológico local a grandes empresas mientras se facilitaban terrenos y edificios públicos a los inversores. Proliferaron las licencias para la apertura de hoteles, se normalizaron los vuelos baratos y las plataformas de alquileres vacacionales como Airbnb o Homeaway. Llegaron las grandes celebraciones como la Cumbre Mundial de Viajes y Turismo, los Premios Goya y la gala de los Premios Europeos de la Música MTV, entre otros. “Sevilla, y en general Andalucía, ya es una ciudad muy eventualizada y están queriendo hacer un producto para guiris”, dice Álvarez. Esta estrategia ha aliviado las arcas municipales, pero ¿qué se ha puesto en juego?
La ciudad marca
“Además de los costes materiales, como los recursos económicos que se destinan hacia la organización de macro eventos, hay unos costes inmateriales y simbólicos que llevan al vaciamiento de la ciudad como lugar antropológico”, dice Samuel Fernández, miembro del Colectivo-Asamblea Contra la Turistización de Sevilla (CACTUS).
Cuando las actividades turísticas se apropian de las calles y se desarbola la cotidianidad y la identidad social y cultural de una ciudad, se da paso a lo que se conoce como “turistificación”. Desde finales de 2017, CACTUS lleva haciendo frente a una tendencia que ha hecho que esta plataforma ciudadana, conformada por asociaciones vecinales, movimientos feministas y ecologistas, académicos, activistas, etc., busque alternativas a las estrategias municipales que “convierten la ciudad en una marca de consumo”.
Antonio Muñoz defiende, como expresó en una entrevista a Diario de Sevilla, que no sobran turistas sino que faltan argumentos para gestionar el aumento de visitantes, CACTUS hace oídos sordos a un “discurso global del sector turístico basado en un modelo capitalista que desde la crisis económica de 2008 ha intensificado el turismo a distintas escalas, desde el de élite al de low cost”.
No hay una fórmula ideal que se aplicable conjuntamente a Venecia, a Barcelona, a Berlín o a Ámsterdam, pero según el geógrafo e investigador experto en temas de turismo, Jaime Jover, el Ayuntamiento de Sevilla se empeña en crecer más sin tener en cuenta la capacidad de redistribución de estos turistas. Coincide Álvarez del colectivo Jartura: “Si lo comparas con Barcelona igual la tensión turística no se nota tanto, pero Sevilla es una ciudad pequeña y hay sitios que están completamente masificados”.
La cifra de visitantes sigue creciendo y el Consistorio intenta amoldarse a un nuevo escenario que ha hecho que Sevilla, a pesar de ser la cuarta ciudad española en número de alquileres vacacionales a corto plazo, se posicione porcentualmente sólo por detrás de Madrid en alojamientos turísticos en comparación con el total de viviendas convencionales en su centro histórico. Así se muestra en el último trabajo de los profesores Jaime Jover e Ibán Díaz-Parra sobre las consecuencias de la expansión turística en el corazón de la ciudad.
¿Parque temático?
Sevilla, según el Informe de la Oferta Turística de 2019 de la Junta de Andalucía, cuenta con un total de 260 establecimientos hoteleros al que se le suman 166 edificios completos de apartamentos turísticos y 5.411 viviendas con fines turísticos registrados. En total suman 54.618 plazas sin contar las que provienen de aquellas viviendas que operan sin licencia. Los números proporcionados por el colectivo DataHippo sobre las plataformas de alquiler de pisos turísticos no casan con los datos oficiales. Basándose en los anuncios, hay más de 10.600 viviendas ofertadas aunque, como advierte el geógrafo e investigador experto en temas de turismo, Jaime Jover, existe una duplicación de los mismos. “Pero se calcula que entre un 30% y un 40% de la oferta total es todavía ilegal”.
Para Álvarez, el problema no está en los particulares que tienen un piso en el centro histórico y lo alquilan a través de alguna de las plataformas de alojamientos turísticos. Ella apunta a la concentración de viviendas en manos de unos pocos. “Otro de los discursos que se venden de las propiedades turísticas es que es una habitación o una casa que te sobra y te ayuda a llegar a final de mes, pero los datos dicen lo contrario. Son sólo varias personas las que tienen la mayor parte de edificios de Airbnb”, dice.
Desde el Ayuntamiento de Sevilla echan balones fuera. Explican que los pisos turísticos han favorecido la ocupación de las viviendas desocupadas en el centro de la ciudad pero no hacen referencia a una segunda posible consecuencia que sí apuntan algunos expertos: “Los alquileres turísticos también han sustituido otras viviendas ocupadas echando a las personas de sus casas”, apunta Jover.
El alcalde, Juan Espadas, negó en un coloquio en la Feria Internacional del Turismo en Madrid (FITUR) este hecho el pasado mes de enero. La portavoz municipal de Adelante Sevilla, Susana Serrano, recriminó que Espadas se centrase en “los datos que le convienen” para obviar la relación existente entre la presión turística, la expulsión de los vecinos del centro y la subida de los precios del alquiler. Jover insiste: “El alcalde tiene los datos, pero no le interesa exponerlos ante la ciudadanía porque la estrategia que está siguiendo el Ayuntamiento es la de aumentar el número de turistas y su estancia media”. Además el geógrafo indica que la cifra de viviendas con fines turísticos supera a las vacías que existían en la ciudad, según las últimas estadísticas.
Vías de regulación
El Catedrático de Derecho Administrativo, Javier Sola Teyssiere, por mediación del gobierno municipal, ha elaborado un informe que confirma que el precio del alquiler en aquellos barrios con mayor presión turística se ha elevado hasta un 50% durante los últimos 4 años. Desde el grupo municipal Adelante Sevilla insisten en la necesidad de limitar los pisos turísticos a través del planeamiento urbanístico e intentar poner freno a una situación que afecta a cada vez más sevillanos.
El ayuntamiento también lanzó recientemente el Índice de Precio de Referencia del Alquiler (IPRA), una herramienta online impulsada por EMVISESA y la cooperativa Espacio Común y que contrasta datos oficiales con los de portales inmobiliarios. Para Samuel Fernández esta iniciativa es, sin embargo, un acto de cara a la galería. El miembro de CACTUS dice que el Ayuntamiento se queda a medio camino en la implementación de medidas hacia la regulación porque eso “es mentar a la bicha”. “El IPRA es un brindis al sol al igual que la posibilidad de poner una tasa turística que, como se ha demostrado en Marbella, no pone freno a la situación ya que se negocia con los actores del sector turístico”, dice.
Este indicador municipal también contradice las declaraciones de Espadas ya que refleja cómo en aquellos barrios con mayor proliferación de pisos turísticos, el alquiler asciende y, en consecuencia, se produce el destierro de los vecinos. El distrito casco antiguo cuenta con un 15,10% de viviendas turísticas completas y activas sobre el total de viviendas del distrito. Esta presión turística era en 2017 del 11,40%. En la comparación con otros distritos, en Triana el porcentaje es del 2,98, en Nervión del 1,27%, en Macarena del 0,40% y en Sevilla Este del 0,09%. Una radiografía de la disminución de la oferta en aquellas zonas más turistizadas. Desde Jartura califican de “cinismo” lo propuesto por el consistorio ya que mientras impulsan un plan de acción, se venden edificios públicos a inversores e inmuebles a cadenas hoteleras o se aprueba la ampliación del aeropuerto.
Sevilla bate récords turísticos y la propia idiosincrasia de la ciudad trae alianzas insospechadas. El Ayuntamiento está en la encrucijada y los sevillanos con la mosca detrás de la oreja. Como dicen desde CACTUS, incluso “aquellos rancios y guardianes de las esencias de Sevilla se posicionan con los perroflautas” para la defensa del patrimonio social y cultural que se ve amenazado por el turismo de masas.