Sevilla reivindica su papel en el 'Año Murillo' y destaca el valor del Bellas Artes ante el rey y el Gobierno central

“Estén seguros de que Sevilla estará a la altura del puesto privilegiado en el que Murillo colocó nuestro nombre. Reivindicar la imagen de Murillo como uno de los mejores pintores de la historia es un objetivo municipal al que invito a sumarse a cuantos hoy están aquí. Con él, nuestra ciudad se verá también reivindicada como hogar de algunas de las mejores manifestaciones artísticas de todos los tiempos. Queremos que en 2017 se viva el Año Murillo en la ciudad de Murillo. Desde todas las administraciones debemos trabajar en construir un gran proyecto que huya de los formatos habituales de recopilaciones y exposiciones”.

Son las palabras con las que el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, abrió este miércoles el acto de entrega de las Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes, ante los Reyes Felipe y Letizia, el ministro de Cultura, Íñigo Fernández de Vigo; y la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. Fue el único de todos ellos que se atrevió a tocar en su intervención las dos cuestiones más espinosas de la política cultural de la ciudad y, si me apuran, de Andalucía en estos momentos.

Por un lado, la celebración del Año Murillo en 2017 como un gran acontecimiento de interés nacional que deben abordar todas las administraciones, con la creación de una Comisión Nacional en la que estén todas integradas. Un asunto que aún no ha abordado el principal responsable de la operación, el Gobierno central, de la mano de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento, y que nació con el pie cambiado después de que el anterior alcalde de la ciudad, Juan Ignacio Zoido, se apresurara a presentar la iniciativa, vacía de contenido y aún como mera declaración de intenciones, en un acto que tanto la prensa como los colectivos y agentes sociales de Sevilla tacharon de “claramente electoralista” a un mes de las pasadas elecciones municipales.

Por otro lado, el alcalde quiso sumarse veladamente a la reivindicación que desde todos los sectores culturales de la ciudad se hace del Museo de Bellas Artes, emplazamiento elegido para la entrega de las Medallas, que, tras años de retraso, sigue de actualidad por cuanto el Ministerio de Cultura ha vuelto a dejar fuera en los Presupuestos Generales del Estado para 2016 las partidas necesarias para su rehabilitación integral y su ampliación en el cercano Palacio de Monsalves.

De hecho -y dado que no había hueco para preguntas de los periodistas no sabemos trasladar los motivos- resultaba más que extraño que el Gobierno Nacional eligiera un emplazamiento como el Bellas Artes -la segunda pinacoteca más importante del país tras el Prado- para este acto, por cuanto suponía meterse en la boca del lobo: una institución cultural propiedad del Estado que, sin embargo, lleva sin presupuesto adicional para garantizar su futuro desde los últimos cuatro ejercicios.

Una de las joyas museísticas españolas

A este respecto, el alcalde Juan Espadas también se refirió a la pinacoteca sevillana, con apenas una reivindicación velada, pero con el interés de haber sido la única mención al espacio en el que se celebraba la ceremonia (el resto de las comparecencias no pasaron de los agradecimientos y las complacencias): “cuidemos el Museo de Bellas Artes como una de las grandes joyas de las pinacotecas españolas”.

Así las cosas, Espadas fue el encargado de abrir una ceremonia de amplísima convocatoria social (de Victorio y Lucchino a Carmen Laffón, de los Morancos a Juan Y Medio, nadie quiso perdérselo) en la antigua iglesia del convento de la Merced, hoy sala V del Museo, presidida, precisamente, por una imponente Inmaculada de Murillo.

En su turno de intervención, el rey aseguró que para él y para la reina “es un honor entregarles personalmente” a los artistas, instituciones y mecenas las Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes.

Los premiados

Premios que en esta edición recibieron el conservador de cine Alfonso del Amo, el torero Manuel Benítez Pérez, el Cordobés; el crítico musical Juan Claudio Cifuentes de Benito, Cifu, fallecido este año; la artista plástica Victoria Civera, la comisaria y directora de museo María Corral y la Fundación Española de Amigos de los Museos (FEAM).

También fueron distinguidos el mecenas Álvaro Fernández Villaverde; Gabriele Maria Finaldi, director de la National Gallery de Londres; el actor Manuel Galiana, la cantante Olvido Gara, Alaska; el investigador en materia de Patrimonio Gael de Guichen, el bailaor y coreógrafo Eduardo Serrano Iglesias, el Güito; el director de cine Emilio Martínez-Lázaro (responsable del fenómeno Ocho apellidos vascos), el mecenas Diego Masson; y el guitarrista Manuel Muñoz Alcón, Manolo Sanlúcar.

Igualmente, recibieron la medalla la bailarina y coreógrafa María Pagés, el estudio de arquitectos Paredes Pedrosa; la actriz Blanca Portillo, que no estuvo en Sevilla para recogerla; la diseñadora de joyas Helena Rohner; el escritor Rafael Sánchez Ferlosio, que tampoco pudo asistir; y a título póstumo, el traductor y editor Manuel Serrat Crespo.

El pintor José María Sicilia, la Fundación Teatro de la Abadía -en la persona de su director, el onubense José Luis Gómez-, el músico Bruno Turner y el artista plástico Isidoro Valcárcel, fueron igualmente distinguidos con esta medalla.

Fue el mecenas Fernández Villaverde el encargado de pronunciar el discurso en nombre de todos los premiados, y aseguró que todos ellos tienen en común el haber querido “ir más allá de lo local y lo pequeño” para tratar de “dejar huella dentro y fuera de España” y tiró de crítica y autocrítica también al lamentar “el momento que vivimos, tristemente marcado por la guerra y el terror y la destrucción de monumentos, como Palmira, en Siria”.

A este respecto se pronunció también el Rey, para quien “nuestra cultura, de fuerte vocación y proyección universal, nos convierte en un país con una mirada global, siempre en disposición de comprender la diversidad y las diferencias desde el compromiso firme con los principios y valores que, en cualquier lugar del mundo, definen en última instancia al género humano”.