La portada de mañana
Acceder
Feijóo confía en que los jueces tumben a Sánchez tras asumir "los números"
Una visión errónea de la situación económica lleva a un freno del consumo
OPINIÓN | La jeta y chulería de Ábalos la paga la izquierda, por Antonio Maestre

Un paseo por el barrio de Sevilla donde Vox ha puesto el foco para alertar de los menores migrantes: “Ni se les escucha”

Visitar la zona de Sevilla entre las avenidas de Miraflores y de la Cruz Roja recuerda a la sección de aquel programa de televisión de humor donde un supuesto periodista acudía a un barrio cualquiera y se entrevistaba con sus vecinos en busca de una noticia que no existía hasta que uno de ellos le daba una posible pista que daba pie a una hipotética información periodística. Esta zona, perteneciente al Distrito Macarena, es más conocida desde que el pasado lunes, en plena campaña electoral, Vox convocara a la prensa para “proteger” a sus vecinos ante la existencia de un centro de menores extranjeros no acompañados, del que el partido dirigido por Santiago Abascal viene alertando desde el pasado mes de junio.

“Meten interesadamente el miedo en el cuerpo y luego venden protección. Miedos falsos, pero estamos jugando con una cosa muy seria. No te puedes pasar la vida pegando patadas a un avispero. Se están inventando una realidad”. Quien habla es Pablo, el vecino que puso en el interior de su coche un cartel defendiendo la “convivencia tranquila” en el barrio pese a las “manadas de menas” que denunció Rocío Monasterio.

La percepción de este vecino la corrobora el Ayuntamiento de Sevilla. Fuentes municipales aseguran que “para nada” se ha advertido en la zona algún tipo de incremento de seguridad o alguna denuncia concreta frente a la “denuncia constante” que proclamaban los dirigentes de Vox. De los muchos testimonios recabados por este periódico, ninguno ha conocido, visto o escuchado incidente alguno en relación con la veintena de menores que viven en una casa, gestionada por la Fundación SAMU y bajo la tutela de la Junta de Andalucía.

“Normalidad” o “tranquilidad” son las palabras más escuchadas entre los vecinos. Solo los de mayor edad añaden el matiz de que “de momento no ha pasado nada” o “pensé que podría traer problemas pero la verdad es que no”. Un grupo de chicas que se dirigen a una academia cercana no había oído hablar del centro hasta el acto electoral del otro día. Ninguna de ellas ni amigas se han sentido “acosadas” como denuncia Vox. Y apunta una de ellas: “esos chicos supongo que han venido aquí en busca de un futuro mejor y no querrán meterse en problemas”.

En los bares de los alrededores se vive una percepción similar. “Ellos pasan con las mochilas o corriendo con el balón, pero no han causado ningún problema”. Un peón que recupera fuerzas se mete en la conversación: “Ni se les escucha. Sólo cuando sacan a a tirar la basura. Si no se dice, ni sabríamos que están aquí. La gente que lleva el centro los lleva muy bien. Lo que pasó aquí el otro día es una vergüenza”. Una persona mayor interrumpe: “Yo no he escuchado nada. Digo yo que tendrán derecho a vivir”.

La actividad apacible del barrio es la de cualquier otro. Una furgoneta de SAMU llega para descargar toallas y sábanas limpias, que la Fundación trae de la lavandería. Un par de trabajadores se apuran en ayudar al conductor. “Fue denigrante, fue una incitación al odio, fue racismo”, dice respecto al acto de Monasterio y Vox del lunes. “Como dijo aquella vecina en la tele, no han dado un ruido. Es más, han tenido muy buenos detalles con la gente y están comprometidos con la comunidad. Los roces, por llamarlos de algún modo, que puedan tener entre ellos son los mismos que hay a las puertas de cualquier instituto. Van y vienen de talleres de danza, fútbol o rugby. Si se quiere buscar niños normalizados, esos los que viven aquí. ¿Habéis preguntado en los colegios si pasa algo?”, pregunta el trabajador.

“Yo doy la cara por estos chavales”

Josema, director del centro protagonista de los últimos, sale a la calle para atender a este medio, que se acerca a algunos viandantes que puedan o quieran ofrecer un testimonio diferente al que está constatando. “De momento todo está tranquilo”, repite la retahila otro vecino de avanzada edad. “Son conscientes de lo que pasó -explica el director del centro. Aquí hay 20 chicos de entre 16 y 18 años, todos marroquíes o subsaharianos, en un 90% procedente de pateras. A ellos no les gusta ese rechazo, lógicamente, principalmente porque saben que no hacen ni han hecho nada malo. Yo doy la cara por estos chavales”.

El director y un educador, Emilio, apuntan que, directamente, esos vecinos de los que habla Vox no les han dicho nada ni han mostrado sus preocupación. “Si les miraran mal, tampoco lo entenderían. Son muy jóvenes”. La mitad de los menores van por las mañanas al instituto y la otra mitad, aproximadamente, acuden a un centro de enseñanza adulta por las tardes. La “tranquilidad” del lugar “sólo se vio alterada por el acto de Vox”, apunta un vecino que pasa por allí, que alude a “un comentario” de una vecina. “Sólo le puedo decir eso, pero como no se lo puedo confirmar directamente, de lo que me digan la mitad de la mitad”.

Pablo, que ha vuelto de su casa tras creer haber extraviado sus llaves, trae un buen trozo de bizcocho. Es el último que le queda de la bandeja que, al día siguiente, uno de los menores le cocinó por el gesto que había tenido con el cartel que puso en su coche. El regalo por visibilizar su apoyo lo desveló Teresa Rodríguez en su perfil de Twitter, que se mostró muy contudente en el mitin de aquella misma noche con Alberto Garzón. “Ni la música alta. Los van a beatificar”, ironiza Pablo. “Si esos son sus niños, que los meta en su casa”, le ha respondido Abascal a la líder de Podemos en Andalucía.

Mientras charlan de lo ocurrido, nos acercamos a un vecino que vive, como Pablo, a solo unos metros del centro. “Ha sido un acto de racismo puro y duro, sin más. Aquí en seis meses no ha pasado nada. Cero problemas, todo lo contrario, una convivencia muy buena. Fue una vergüenza. Son súper educados. Si no hay elecciones, no vienen. Llegaron como los 'asustaviejas' hace unos meses alarmando a los vecinos. Algunos podrían pensar eso pero, tras varios meses de constatación, lo que ocurrió el lunes fue un acto de incitación al odio”, apuntan Lucas y Álvaro. Y quiere añadir: “La dinámica me dice que no va a pasar nada”.

José Medina, presidente de la Asociación de Vecinos de La Barzola, una barriada cercana, pasa por allí. Su relato es el siguiente: “No tenemos conocimiento de que se haya alterado la convivencia. Son niños que han huido del hambre y no entendemos que quieran desalojarlos cuando la administración los tiene aquí acogidos, que además es su obligación. ¿A qué se debe venir aquí a increpar? La Junta es aquí su padre y su madre. Éste es su único hogar ahora mismo”.

Otra vecina, más joven, Jéssica, lamenta que se haya identificado el lugar donde viven los menores, algo que “roza la ilegalidad”, y denuncia que la Junta de Andalucía, responsable última de los jóvenes, no se posicione. “Este Gobierno no tiene nada que decir”, dijo el portavoz, Elías Bendodo, respecto a la de decisión de Vox de elegir el centro para celebrar un acto. “La consejera parece que muestra sensibilidad hacia esto pero el partido que sustenta el Gobierno hace un contradiscurso. ¿Les está haciendo el trabajo sucio?”, se pregunta.

“No hay que perder de vista que son menores y que hay que protegerlos”, comenta Pablo, que lleva dos años viviendo en la zona. “Quien tendría que protegerlos es la Junta y fuimos los vecinos los que estuvimos aquí y nos seguimos indignando. Esto es como un pueblo chiquitito. Son nuestros nuevos vecinos. No se toca a los vecinos y menos si son menores”. “Aquí no ha pasado nada”, zanja con contundencia.

Tanto Pablo como Borja, presidente de la AAVV del Rocío, también cercana, comentan que los menores del centro participan en las actividades del barrio organizadas “por la conviviencia”, “con un nivel de normalidad que no tiene por qué ser otra cosa”. “A la gente les han metido el miedo en el cuerpo”, dice Pablo. “Eso es fascismo”, apunta Borja.

Jéssica introduce otra cuestión: “Monasterio habló de 'manadas de menas' pero yo no la vi en la concentración que hubo por la tarde por la sentencia de Manresa ¿Dónde está la coherencia?. ”Esto es una batalla de la decencia contra la indecencia. Hay cosas que no son relativas“, retoma Pablo. ”No todo vale en campaña electoral. No pueden hacer una campaña a base de mentiras. Es una irresponsabilidad“, señala Borja.