“El más neto y característico de todos los ventorrillos andaluces” puede que caiga en otras manos que no son las que quisiera su más célebre cliente, Gustavo Adolfo Bécquer. Unas manos que no son las de Amparo, aquella “muchacha morena, esbelta y un pelo más negro que los ojos” en la que se fijaron los del poeta hasta dibujarla con su afilado lápiz. Ella era “hija de un señor muy rico, el cual trabajó con la justicia para arrancárnosla, y trabajó tanto, que logró conseguirlo”, lamentaba afligido el dueño de la Venta de los Gatos.
El hijo del ventero, enamorado de aquella muchacha “desde niño, primero como un hermano, después con un cariño más grande todavía”, enloqueció al darse cuenta de que la había perdido para siempre (“en el carro de los muertos ha pasado por aquí; llevaba una mano fuera, por ella la conocí”). ¿Su final?: “encerrado en una de las habitaciones de la venta, donde pasaba los días contemplando inmóvil el retrato de su amante sin pronunciar una palabra, sin comer apenas, sin llorar”).
Bécquer sí que podría llorar al enterarse, de alguna manera, que la protagonista de aquella leyenda suya, 'La Venta de los Gatos', podría tener un final triste y lleno de “un silencio que me recordaba la completa soledad como el sueño recuerda la muerte”. En realidad nunca llegó a ser la misma que conoció el poeta, aquella “de paisaje animado por una multitud de figuras, de hombres, mujeres, chiquillos y animales formando grupos a cuál más pintoresco y característico”. El ventero le contó en la segunda visita del poeta, que narró en primera persona esta leyenda, que muy cerca de la venta “comenzose a levantar el cementerio y la gente huyó de estos contornos, se acabaron las fiestas, los cantares y la música, y se acabó toda la alegría de estos campos, como se había acabado toda la de nuestras almas”.
¿Y si Bécquer volviera? ¿Y si más de 150 años después hubiera una tercera parte de aquella leyenda? ¿Y si en vez de la muerte y la pena que envolvió aquella venta (“y una maldición cayó sobre esta casa”) sus próximos visitantes, ilustres o no, pudieran conocer allí mismo el gran legado cultural del poeta sevillano? La asociación Con los Bécquer en Sevilla se está movilizando para salvar el lugar y que su próximo destino no sea un bazar chino o una mezquita, que parecen ser los ofertantes interesados en adquirir finalmente el inmueble.
“La idea es hacer un Museo Bécquer, un centro cultural o algo similar, pero hay que acabar con la indolencia de esta ciudad con sus poetas”, comenta Pilar Alcalá, secretaria de la mencionada asociación. La Venta de los Gatos, de más de 200 m2, ha tenido muchos dueños, el último una inmobiliaria. Hace un tiempo se quería vender por unos 600.000 euros y esa cantidad ha ido bajando hasta aproximadamente la mitad, “pero la venta tiene un valor sentimental y cultural que no tiene precio”.
El Ayuntamiento de Sevilla aprobó en 2012 una moción para recuperar el lugar, pero quedó solo en la intención. La mano derecha del actual alcalde, Antonio Muñoz, se ha mostrado a favor de la iniciativa pero les ha comunicado a la asociación que los presupuestos están cerrados, señala Pilar Alcalá. Para reivindicar la importancia del lugar, Con los Bécquer en Sevilla ha convocado una concentración en la venta este martes 20 a las 18 horas “para que los sevillanos se enteren que es penoso y lamentable que se pierda este vestigio becqueriano”.
La iniciativa, según añade Alcalá, cuenta con el apoyo de otros colectivos como el Ateneo de Sevilla, la institución literaria 'Noches del Baratillo', la asociación cultural 'El Pinsapo', Busilis Escritores, la asociación 'Itimad', 'La Casa de los Poetas', entre otros. ¿En qué piensan? “Pensaba -le contesté- en la Venta de los Gatos, y revolvía aquí, dentro de la imaginación, todos los agradables recuerdos que guardo de una tarde que estuve en San Jerónimo...”.