La política y sus consecuencias sobre nuestras vidas. Análisis de las decisiones del Gobierno y las respuestas de la oposición. Porque necesitamos saber para poder decidir. Escribe Salomé García
Tomates podridos
Fue sin querer, pero lo clavó. La ex ministra del hueso de jamón y hoy vicepresidenta primera de la Mesa del Congreso de los Diputados, Celia Villalobos, se sumó ayer al coro de populares que consideran mucho más interesante hablar sobre los escraches que sobre los desahucios, porque eso de afear la conducta a los diputados sí es “brutal” y “antidemocrático”, no como esa minucia de perder la casa y seguir endeudado de por vida que permite nuestra ley hipotecaria. Villalobos echó mano de sus citas culinarias y espetó: “Hoy es para nosotros (el escrache) pero a lo mejor mañana les corresponde a ustedes (los periodistas que le arrimaban el micrófono) o a un juez, porque no les gusta lo que sentencia, o a un señor que les ha vendido tomates podridos”.
Exactamente. Tomates podridos. Eso es la mercancía que el PP vendió en campaña electoral, con la que llegó a la Moncloa. Una estafa. Nos gobierna el partido que iba a crear millones de empleos, que no subiría impuestos, que bajo ningún concepto tocaría las pensiones, que iba a preservar la educación y la sanidad universales como el tesoro que eran, que sujetaría la prima de riesgo y cumpliría el objetivo de déficit, que siempre diría la verdad y regeneraría la vida política porque sería incompatible con la corrupción... Una estafa.
Esta semana consumarán la última de sus mentiras. Enterrarán la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) sobre desahucios que avalaron millón y medio de firmas y que el PP tuvo que aceptar porque la presión social (y tres suicidios en pocos días) era ya insoportable. La fusionarán con su propuesta para dejarla en nada. Volverán a engañarnos.
No podemos devolver la mercancía defectuosa y no nos devuelven nuestro dinero. Tenemos legítimo derecho de protesta. Son el tendero que nos vendió tomates podridos. Podríamos tirárselos a la cara, pero yo soy partidaria del escrache puro: sin violencia.
Fue sin querer, pero lo clavó. La ex ministra del hueso de jamón y hoy vicepresidenta primera de la Mesa del Congreso de los Diputados, Celia Villalobos, se sumó ayer al coro de populares que consideran mucho más interesante hablar sobre los escraches que sobre los desahucios, porque eso de afear la conducta a los diputados sí es “brutal” y “antidemocrático”, no como esa minucia de perder la casa y seguir endeudado de por vida que permite nuestra ley hipotecaria. Villalobos echó mano de sus citas culinarias y espetó: “Hoy es para nosotros (el escrache) pero a lo mejor mañana les corresponde a ustedes (los periodistas que le arrimaban el micrófono) o a un juez, porque no les gusta lo que sentencia, o a un señor que les ha vendido tomates podridos”.
Exactamente. Tomates podridos. Eso es la mercancía que el PP vendió en campaña electoral, con la que llegó a la Moncloa. Una estafa. Nos gobierna el partido que iba a crear millones de empleos, que no subiría impuestos, que bajo ningún concepto tocaría las pensiones, que iba a preservar la educación y la sanidad universales como el tesoro que eran, que sujetaría la prima de riesgo y cumpliría el objetivo de déficit, que siempre diría la verdad y regeneraría la vida política porque sería incompatible con la corrupción... Una estafa.