2023 ya es el año más cálido medido en la Tierra desde 1850. Un año cuajado de récords negativos ya que también se ha medido la mayor subida del nivel del mar y se ha derretido más hielo que nunca, según explica la Organización Meteorológica Mundial (OMM) desde Dubái en la jornada inaugural de la Cumbre del Clima COP28.
Los datos acumulados durante estos meses muestran que, a lo largo del curso, la temperatura media del planeta se ha colocado 1,4ºC por encima de la media de 1850-1900, una diferencia insalvable con respecto a los años, hasta ahora, con mayor temperatura global: 2020 y 2016. Por eso, “con toda probabilidad” 2023 se coloca en la cúspide del podio.
La media 1850-1900 se toma como línea base por situarse antes de que se multiplicaran las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera por la quema de combustibles fósiles de las actividades humanas. Es lo que se denomina la época preindustrial.
El Acuerdo de París para atajar el cambio climático que provoca el calentamiento global del planeta dice que se hará todo lo posible para que esa temperatura media extra se quede en 1,5ºC a finales de siglo. El umbral se bordea ya. Y, aunque la ciencia ha explicado que sería esperable superar ese límite en algún momento (lo llaman overshooting) para luego descender, los pasados 17 y 18 de noviembre el termómetro mundial estuvo más de 2ºC por encima del nivel preindustrial para esas fechas. Un aviso. Una señal.
Aunque el fenómeno de El Niño explica parte de la subida de las temperaturas, “hay zonas del planeta como el noreste del Atlántico que no se corresponden con los patrones habituales de este fenómeno”, especifican los autores del informe.
Con 2023 en estos niveles, puede afirmarse que los últimos nueve años, desde 2015 que se firmó el Acuerdo de París, han sido los más cálidos de los 174 que tienen registros. Y eso hace que se incluya en el documento una conclusión científica categórica: “El incremento a largo plazo de la temperatura global es debido al incremento en la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera”. Una concentración en máximos.
El aumento del calor planetario conlleva una batería de consecuencias. Por ejemplo, en 2023 se ha alcanzado un récord en la subida del nivel medio de todo el mar “lo que refleja el calentamiento de los oceános y la desaparición de capas de hielo”. El fenómeno se está acelerando ya que si entre 1993 y 2002 la tasa de subida era de 2,1 mm al año, entre 2013 y 2022 llegó a 4,7 mm.
También en los océanos, el hielo de la Antártida se ha fundido a niveles récord de manera que ha crecido menos que nunca desde que puede medirse por satélite (1979) y al derretirse en el verano austral destrozó el mínimo histórico “por mucho”. Otro chivato del calor anormal han sido los glaciares de Norteamérica y Europa que han padecido “una temporada de fundición extrema”. En Suiza, por ejemplo, ha desaparecido el 10% de lo que quedaba helado.
'Shocks' golpean a la población
Y el planeta recalentado da como resultado, explican los científicos, el desequilibrio en el clima que luego deriva en el desbarajuste de la condiciones meteorológicas. Traducción final: fenómenos extremos que golpean a la población como las olas de calor, las sequías, las precipitaciones torrenciales violentas, las inundaciones sin precedente o los incendios forestales incontrolables.
De todo eso se ha visto en 2023. Lejos y en la misma España.
La OMM hace referencia a las “muchas olas de calor significativas en varias partes del mundo”. Nombra, por ejemplo, las que cruzaron el sur de Europa y norte de África. Y especifica en su informe mundial que “numerosas localidades de Italia, Francia, Suiza y España” marcaron temperaturas récord.
Junto a la subida del termómetro, también se reseña que “las sequías de larga duración persistieron en el noroeste de África y –otra vez aparece– la península ibérica”. Un fenómeno que ha golpeado en el centro y sureste de Asia, Centroamérica y América del Sur. La Aemet describe en la animación siguiente cómo, a medida que se eleva la temperatura global, escala el riesgo de padecer sequías.
Calor y sequía se han combinado para generar una “temporada muy activa de incendios forestales”. Aquí España no sale mencionada pero sí se recuerdan los fuegos de Grecia –que ha registrado el mayor incendio forestal de la historia de Europa con 93.000 ha–. También se detalla la temporada especialmente devastadora en Canadá –el humo de sus fuegos nubló Nueva York y llegó hasta España–. “El incendio más mortal fue el de la isla de Maui en Hawái (EEUU): se reportaron al menos 99 muertes”.
La otra cara de la meteorología extrema la ofrecen las lluvias torrenciales y las inundaciones que han provocado. La tormenta Daniel golpeó a Grecia, Bulgaria y Turquía para luego cruzar por Libia. Las imagenes de Grecia inundada y, más tarde, la rotura de una presa que no aguantó el agua en el país norteafricano han sido sendas imágenes de devastación del año.
Pero ciclones superdestructivos han pasado por Madagascar, Mozambique, Malawi, Bangladesh y lluvias extremadamente fuertes por Nueva Zelanda y, de nuevo España –que ha encadenado una batería de borrascas destructivas–: la DANA de septiembre sobre Madrid y Toledo se cobró tres vidas. La borrasca Bernard sembró de destrucción el sureste de la península y causó dos fallecidos.
Globalmente, “las pérdidas económicas anuales provocadas por desastres relacionados con el clima han crecido significativamente desde el año 2000”, recuerda la OMM. Y un último aviso: “Millones de personas, incluidos desplazados internos, refugiados y migrantes se mueven o se han visto forzados a huir de sus hogares por culpa de los desastres exacerbados por los shocks climáticos”.