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PERFIL

'Billy el Niño': un policía “sádico” que “disfrutaba” torturando

El policía franquista Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño. |

Juan Miguel Baquero

“¿Sabes quién soy? 'Billy el Niño”. El inspector Antonio González Pacheco disfrutaba con su trabajo, según las víctimas: detener y torturar. El policía franquista tenía el mando en los calabozos de la Puerta del Sol de Madrid. No dudaba en aplicar variadas técnicas de castigo durante sus interrogatorios. Quería atemorizar a sus detenidos. Ser el referente de la represión del franquismo. Todo ese terror queda reflejado en nueve querellas de víctimas de sus torturas. Algunas ya han sido archivadas porque los delitos han prescrito.

Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, nació el 10 de octubre de 1946 en Aldea del Cano (Cáceres). Le gustaba su apodo. Es la cara más visible de la Brigada Político Social (BPS) y el aparato represor de los últimos años de la dictadura de Francisco Franco.

Y tiene un objetivo: vestir sobre su figura una leyenda negra, de tipo duro, sin escrúpulos. Pretende estar en boca de los miembros de las organizaciones antifranquistas, que le conozcan y sepan de qué es capaz. Que le tengan miedo. Por eso acercaba el rostro a los reos y decía: “¿Sabes quién soy? Billy el Niño”.

El policía construye para sí, durante su carrera, el perfil de un agente duro e imprevisible que convierte los calabozos de la Dirección General de Seguridad (DGS) en una trampa infernal para los activistas contra la dictadura. Por sus “méritos” acumulados en años de servicio recibió varias medallas pensionadas que siguen en su poder.

Perfil de un torturador

Antonio González Pacheco vive en Madrid, en el mismo barrio que algunas de sus víctimas. Obsesionado con su seguridad, calcula con extremo cuidado cada salida a la calle. Un taxi en la puerta, miradas tras las cortinas desde las ventanas de un primer piso. Y una fugaz carrera desde el portal a la puerta abierta del vehículo.

Aficionado al atletismo, Billy el Niño ha llegado a correr maratones como los de Madrid o Nueva York. En una de estas competiciones fue identificado y la fotografía del torturador franquista con gorra, ropa deportiva, gesto sufrido y un dorsal con el número 4191 dieron la vuelta al país.

Como policía franquista llegó a ser número dos de la BPS bajo el mando del comisario Roberto Conesa (implicado en la represión tras la guerra civil y encargado de la lucha antiterrorista contra ETA y los GRAPO). Acumuló fama con rapidez por las palizas con las que sometía a los arrestados.

Desde 1977 fue inspector del Cuerpo Superior de Policía. Quedó integrado en la Brigada Central de Información, la policía secreta que sustituyó a la Brigada Político Social. En el 81 acusó un traslado a la Comisaría General de Policía Judicial y abandonó el servicio un año después para pasar a trabajar como jefe de seguridad en empresas privadas.

Dinero por detenciones y torturas

González Pacheco fue relacionado con el asesinato de Enrique Ruano, estudiante de Derecho y militante del Frente de Liberación Popular. Ruano muere cuando está bajo custodia de la policía secreta franquista. El 20 de enero de 1969 cae desde un séptimo piso. La dictadura vende el suceso como un suicidio y en la estrategia participa el ministro Manuel Fraga. El movimiento antifranquista lo considera un crimen político y se incendia la indignación en las universidades españolas.

Incluso un juez condenó a Billy el Niño en 1974 por “malos tratos” al periodista Paco Lobatón. La pena fue de un día sin empleo y sueldo.

Billy el Niño llegaba a cobrar premios especiales en metálico por sus actuaciones. Como la “desarticulación de aparato de propaganda FRAP”, 20.000 pesetas en el 75. Y “detención de militante del Partido Comunista”, 6.000 pesetas en el 76.

Y medallas pensionadas

Billy el Niño tiene cuatro medallas que aumentan su pensión un 50%. El policía franquista acusado de torturas acumula condecoraciones en la dictadura y también en democracia, según desvelaba el informe solicitado sobre el caso por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska.

La primera medalla de distintivo rojo la recibe del Gobierno de Franco en 1972. Está pensionada con un aumento del 10% en el sueldo. El siguiente premio es la Medalla de Plata al Mérito Policial concedida por el ministro Rodolfo Martín Villa en 1977, que aumenta su pensión en un 15%.

En 1980 obtiene otra más, de las mismas características. Y en 1982 recibe la Medalla de Oro, que supone un plus del 20% en su atribución. González Pacheco reclamó por vía judicial los beneficios económicos asociados a esta condecoración porque no los cobraba. La justicia reconoció este derecho en 2010.

El Gobierno de España encargó este informe a través de Interior para estudiar la retirada de estas condecoraciones pensionadas. Es la “intención” del Ejecutivo de Pedro Sánchez finiquitar estos premios y privilegios. Grande-Marlaska, entiende que este tipo de condecoraciones son una manifestación de una conducta ejemplar y excepcional hacia la sociedad que, “a día de hoy”, cree que “no existe” en el caso de Billy el Niño.

Las torturas

El policía franquista está acusado de torturas continuadas en los calabozos de la Dirección General de Seguridad en Madrid. Actuaba con extrema violencia, según sus víctimas. Empleó técnicas de castigo como colgar al detenido en una barra para provocar una posición de extrema vulnerabilidad y ensayaba movimientos copiados de las artes marciales.

Una de las torturas era el 'pasillo': el detenido pasa entre dos filas de agentes policiales que golpean con porras, vergajos, puños americanos, patadas y puñetazos. O el 'repasito': propinar fuertes golpes, sin dejar marcas en el cuerpo, con guías telefónicas y porras de goma. Táctica empleada entre interrogatorios.

La 'bañera' consistía en la introducción de la cabeza en aguas “extremadamente sucias y nauseabundas” hasta el práctico ahogamiento del detenido. Cuando la víctima llega a perder el conocimiento siente la sensación de que va a morir.

Billy el Niño bautizó como el 'saco de golpes' a los puñetazos y patadas repetidas en el cuerpo de sus víctimas que descargaba con movimientos y gritos copiados del kárate y las artes marciales. Le “encantaba” propinar estas palizas pronunciando los nombres de las técnicas empleadas para mostrar su pericia en la materia, según el relato de las víctimas, algunos de los cuales han quedado recogidos en querellas.

Colgamiento de una barra: esposado por la muñeca delante de los tobillos, el detenido queda suspendido por la articulación de las rodillas. La postura deja expuestos los glúteos, genitales y plantas de los pies para ser golpeados. El dolor es muy intenso. Provocaba abundantes hemorragias y presencia de sangre y coágulos en la orina durante meses. Una de las prácticas más usadas por los agentes de la BPS por la extrema posición de vulnerabilidad y la nula posibilidad de defensa.

También era capaz de apagar cigarrillos en la cara y de dar golpes en la cabeza con una guía telefónica para no dejar marcas. Una práctica que origina intensas cefaleas. O esposar al preso a un radiador, sometido al calor que acaba provocando aturdimiento, mareo y fatiga.

La violencia psicológica y la humillación al detenido eran una constante. Con amenazas, coacciones indicando posibles daños a familiares y compañeros, o despojando de la ropa para mantener desnuda a la víctima. Y el aislamiento, los incesantes interrogatorios y el debilitamiento, negando agua o comida durante días.

Relatos de las víctimas del “sádico” torturador

Billy el Niño era un “sádico” que actuaba con el objetivo de “imponiendo el terror”, dice Felisa Echegoyen, alias Kutxi. Ella fue detenida en varias ocasiones, la primera el día 5 de octubre de 1974. Por esas fechas, González Pacheco recibe “premio en metálico de 5.000 pesetas por detención de individuos de la Liga Comunista Revolucionaria”.

Aquel día solo fichan a Kutxi. Días después derriban la puerta de su casa. “Me sacan tirando del pelo, con puñetazos, patadas… y me sacan por la ventana. Creyendo que me iban a tirar pido auxilio gritando. Billy el Niño me metió un pañuelo en la boca, hasta la garganta”, relata a eldiario.es.

Al rato está tirada en una celda de la DGS. “Aterrorizada”. Vive “subidas y bajadas continuas” de calabozos a salas de interrogatorio. “Billy el Niño era un sádico terrorista de la tortura, disfrutaba muchísimo, se le veía en la expresión”, apunta. Y certifica el tratamiento especial con las mujeres: “Se acercaba a tu cara y te echaba el aliento, que era repulsivo porque olía a alcohol. Esto a las mujeres nos lo hacía bastante. Quería hacernos más pequeñas todavía, como si él fuera un monstruo grandioso a tu lado”.

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