Sanidad estudia cómo adaptar la Ley Antitabaco para incluir el cigarrillo electrónico
El Ministerio de Sanidad ha lanzado este mes una campaña para alertar de los riesgos de “todas las formas de fumar”. Es decir: transmitir la idea de que el cigarrillo clásico combustible, el electrónico, la sisa o el de liar constituyen todos un riesgo para la salud, no hay opción sana. Lo hacen, informan, sobre todo alertados por un dato: en 2015 eran uno de cada cinco adolescentes los que habían probado el cigarrillo electrónico o vapeador; en 2018, según el avance de la Encuesta sobre uso de drogas en Enseñanzas Secundarias en España (ESTUDES) ya eran uno de cada dos. El negocio está en auge y las previsiones de la patronal dicen que moverá más de 90 millones en España al cierre del año, y un 69,8% de los usuarios han sustituido lo que ahora hay quien llama “cigarrillo analógico” por ellos.
Los cigarrillos electrónicos, que contienen una solución líquida que, en España y según la directiva europea, lleva entre 0 y 20 miligramos por mililitro de nicotina, estuvieron en un limbo legal total hasta el año 2014. No están incluidos en la Ley Antitabaco de 2010, ya que esta se refiere a “productos del tabaco y sus derivados”, y éstos no contienen tabaco, ni emiten humo. En ese año 2014, una reforma de la Ley del Consumidor sí prohibió su uso en centros pertenecientes a la administración pública –edificios públicos, colegios, hospitales–, medios de transporte y parques infantiles, y su venta a menores. En 2017, un decreto ley también acabó con su publicidad. Sin embargo, se pueden seguir usando en bares, restaurantes y centros de trabajo, y las marcas han buscado resquicios legales para anunciarse.
Sanidad ha informado de que quiere endurecer la Ley para ampliarla y “adaptarla” a todas estas nuevas formas de consumo, pero reconocen que todavía no saben si pasaría por una modificación de la actual legislación o una nueva, y todo sigue en fase de estudio. El presidente del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo, Andrés Zamorano, aboga por lo más radical: “Equiparar al alza todos productos tabaco y sus derivados, incluso aunque no lleven nicotina”. Así lo recogen además en su documento referencial, su Declaración por Madrid de 2018. “Es absurdo que la policía actualmente pueda entrar en un establecimiento y ver a alguien con un cigarrillo 'analógico', otro un IQOOS –dispositivo electrónico que sí contiene tabaco calentado– y un eCig y multar por unos y no por otros. Es absurdo porque todo es fumar”, alega.
Como respuesta a la campaña de Sanidad, la Unión de Promotores y Empresarios del Vapeo (UPEV) emitió un comunicado pidiendo “evitar la confusión y el alarmismo”. La patronal cree que “la intención de Sanidad es buena, pero se equivoca en la forma, pues lanzar una campaña de concienciación tratando a todos los productos de la misma manera genera confusión y alarma y no parece la forma más efectiva de lograr sus objetivos”. Se amparan sobre todo en que cuentan con “un código de autorregulación en el que se pretende alejar a los menores del cigarrillo electrónico” y a la “estricta vigilancia y legislación”.
“Por un mundo sin humos”
Zamorano insiste por su parte en que se le llame fumar y no vapear “ya que ellos mismos, Philip Morris, se han apropiado de un lema de salud pública, 'por un mundo sin humo'. Ahora tenemos que cambiarlo a 'un futuro sin fumar”. “El Ministerio hace muy bien en equipararlos como dañinos”, añade, “porque además la percepción de riesgo del cigarrillo electrónico es la más baja entre los estudiantes, no piensan que sea algo perjudicial. En general, hay que desnormalizar el hecho de fumar, sea como sea. Fumar no es lo normal, fuma una de cada cuatro personas y el 70% de fumadores quieren dejarlo. Antes que buscar otras formas, hay que facilitar acceso a tratamientos, formar a los profesionales y financiar campañas”.
En un documento fechado a julio de 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) especificaba que estos nuevos dispositivos “generan aerosoles que contienen nicotina y otras sustancias tóxicas al calentar el tabaco o activar un dispositivo que lo contiene”. “Aunque se presentan como productos que reducen los riesgos, no hay pruebas de que los Productos de Tabaco Calentados sean menos nocivos que los productos de tabaco convencionales. Contienen sustancias que no se encuentran en el humo de los cigarrillos y pueden afectar a la salud”, añaden. Lo que generan, hay que recordar, no es vapor como puede señalar su nombre “sino un aerosol que es inhalado por el usuario”.
La OMS indica que estos cigarrillos “incluyen más de 20 sustancias perjudiciales o potencialmente dañinas en cantidades significativamente superiores al humo de los cigarrillos convencionales” y lo califican de “peligro para la salud pública”. Sobre su efecto en fumadores pasivos, indican que “es necesario realizar estudios” porque todavía no hay suficientes. El líquido que se inserta en el aparato también contiene propilenglicol (generalmente alrededor del 70%) y glicerina vegetal. En EEUU, donde la ley permite una concentración de nicotina de hasta 59 miligramos por mililitro, recientemente cientos de personas han sido ingresadas por enfermedades relacionadas con el 'vapeo' pero de lo que no se acaba de encontrar el origen.
“Es puerta de entrada, no de salida”
El Doctor Esteve Fernández, director de Epidemiologia y Prevención del Cáncer del Institut Català d'Oncologia (ICO), recuerda que “lo que produce adicción es la nicotina”. Lo explica: “Los vapeadores, al no combustionar, generan menos sustancias tóxicas, sí. Pero desde la industria del vapeo se ha lanzado la cifra del 95%, y no nos la creemos. Cuantos más estudios hay, más sustancias se encuentran. Además, nos gusta una analogía: si te tiras desde una planta 25 tienes un riesgo muy elevado de morir. Si te tiras desde una quinta, no tantas, pero también muchas posibilidades. Pero ese 95% sigue flotando en el ambiente”.
Para él lo más grave es que, tanto el 'eCig' como otros dispositivos de tabaco calentado –como el IQOOS– “se están intentando comercializar como puerta de salida al tabaco por no emitir humo, cuando son una puerta de entrada. Especialmente en el caso de los jóvenes”. El propio Ministerio de Sanidad concluía en un informe de 2014 que “la seguridad y eficacia de los cigarrillos electrónicos como ayuda para dejar de fumar no han sido demostradas”. En EEUU ya se habla de “epidemia” entre los estudiantes de instituto, por lo que en algunos lugares como San Francisco ya se ha prohibido su venta. En España todavía los expertos no hablan en esos términos, pero el aumento del que hablaba el Ministerio entre los adolescentes sí le parece a Esteve “espantoso y preocupante. Es un momento clave y probando eso, acabarán adictos o metiéndose en el tabaco”.
Fernández es partidario de que la ley “se modifique directamente y así se adapte a esta nueva realidad”. Cambiaría más cosas que ya están aplicadas en otros países: concretar el perímetro alrededor del que no se puede fumar en un centro público, prohibiciones en campos deportivos, quitar las excepciones de la terrazas sobre ventilación o añadir las paradas de autobús. También, tanto él como el Comité Antitabaco llaman a igualar al alza todos los impuestos, también del tabaco de liar, “que muchos fumadores acaban eligiendo por el precio y pensando que fuman menos, pero está demostrado que consumen las mismas sustancias cancerígenas”. El Ministerio de Sanidad afirmó que está estudiando todas esas opciones también y se han barajado en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, aunque esta última, el aumento fiscal, depende de Hacienda.