Confinados con la nevera vacía o viviendo en una habitación: la factura emocional de la crisis depende de la clase social
“La verdad es que es muy difícil. Es algo que no esperábamos vivir y es angustioso porque siempre hemos pagado, de la manera que sea y con mucho esfuerzo, pero ahora no sabemos qué va a ser de nosotros”. Jennifer atiende al teléfono desde Barcelona rodeada de sus dos hijos, de 7 y 13 años, y su marido. Los cuatro pasan el día encerrados entre cuatro paredes. Literalmente, porque su hogar es una habitación de un piso de 55 metros cuadrados que comparten con otras dos personas y que este mes de abril no saben cómo pagarán. “Es lo que nos podemos permitir”, señala.
No es lo mismo atravesar la emergencia por el coronavirus desde una casa con jardín que desde una vivienda sin apenas espacio. Tampoco es igual poder llenar la nevera sin dificultad que arañar hasta el último céntimo para no excluir la carne y el pescado de la lista de la compra ni contar con un lugar cómodo para que los niños hagan las tareas escolares que no tenerlo. Nadie se libra del impacto de la crisis sanitaria, pero para algunas familias, las que siempre viven en crisis, capear el temporal y hacer frente al estrés o a la angustia que genera el confinamiento se hace mucho más costoso.
En casa de Jennifer ahora mismo no entra dinero. El poco que ingresaba antes de la declaración del estado de alarma la familia, que en pocos días hará un año que vino a vivir a España desde su Perú natal, provenía de los trabajos en mudanzas que le salían a su marido todas las semanas, pero ahora no hay actividad y está desempleado. Estos días comen gracias a la ayuda de Cáritas y de las tarjetas monedero que reparte la Generalitat de Catalunya para hacer efectivas las becas comedor de los dos menores.
“Las dificultades económicas son de por sí una fuente de estrés y que ahora estamos viendo en múltiples dimensiones. Las condiciones de la vivienda, la disponibilidad de dispositivos electrónicos o la falta de posibilidades de vida saludable influyen. En este sentido, el confinamiento puede aumentar la desigualdad social”, explica Alba Pérez, profesora de Psicología y Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). No obstante, las carencias materiales, prosigue la experta, “no son el único factor” que influye en el estado emocional. “Tenemos que confiar en la capacidad de resiliencia y adaptación de las personas”.
Un 83% no realiza actividad física
“Sé que todo esto va a pasar e intentamos mantener la calma, pero no es fácil. Esta situación nos genera estrés y preocupación, sobre todo a mi marido. Ya casi no sabemos ni cómo distraer a los niños”, dice la mujer. Su familia forma parte de la muestra de una reciente encuesta telefónica realizada por Save the Children a más de 1.300 hogares a los que presta apoyo a través de su programa telemático A tu lado. Muchas de las familias, en concreto un 44%, son monoparentales, que atraviesan esta crisis con el doble de tasa de pobreza que los que están encabezados por dos progenitores.
Los resultados de este termómetro que mide cómo algunas familias vulnerables están viviendo la emergencia revelan que el 60% han visto alterada su situación laboral. Entre estos sectores de la población “el teletrabajo es anecdótico” y muchos viven en parte gracias a la economía sumergida, lo que les hace más vulnerables ante un periodo de crisis como el actual. Por otro lado, un 41,26% de las familias señalan que el estrés y los problemas de convivencia han aumentado y un 83% declara que sus hijos no realizan nada de actividad física.
Muchos, como los hijos de Jennifer, ni siquiera tienen sitio suficiente para ello. Y es que las condiciones de la vivienda, la escasez de espacio, la preocupación por la salud y el contagio o las relaciones familiares son algunos de los elementos que mencionan las familias como fuente de conflicto. La irritabilidad o el bajo estado de ánimo son efectos frecuentes de la cuarentena, según un estudio publicado en The Lancet, pero en las familias vulnerables la factura en el bienestar emocional está condicionada por factores económicos de base. Por eso, Save the Children exige a las Administraciones Públicas que pongan el foco en el impacto en la salud mental de estos hogares, que aunque “no salta a la vista”, es de una gran “magnitud”.
En la pequeña habitación en la que vive Jennifer y su familia, no obstante, se intenta invertir el tiempo con humor y energía en intentar distraer a las criaturas. “A pesar de todo, somos optimistas”, dice la mujer. Entre una y dos horas al día se dedican a las tareas escolares, que suelen realizar en una cajonera en la que la familia guarda la ropa, y el resto ven películas, charlan, juegan con la tablet o leen cuentos. “Para los deberes se concentran mucho, pero se nota que les falta el juego físico y el deporte que hacían antes”, remacha la madre de los pequeños.
“Se aburren mucho”
Frente a las actividades en movimiento que apenas menciona casi ningún hogar, el sondeo de Save the Children apunta a que la mitad de las familias, en concreto un 52,5%, dedica tiempo a los juegos tradicionales como los de mesa, las cartas o el bingo. El parchís, por ejemplo, es el que cita Salud cuando habla del entretenimiento de sus dos hijos pequeños, ambos de 13 años. Junto a ellos, su marido, su hija de 18 años y la pareja de esta, pasan estos días las horas en un domicilio de 90 metros cuadrados en Sevilla.
Los ingresos del hogar, de los que en este caso dependen una amplia gama de personas, no llegan a los 1.500 euros al mes. “Y veremos en abril, que va a ser el peor”, dice Salud en conversación con eldiario.es. A su yerno le han despedido recientemente y su marido, que se dedica a la construcción, ha dejado de acudir a trabajar este lunes tras la paralización de los servicios no esenciales por parte del Gobierno. Ahora está a expensas de lo que decida la empresa: o un ERTE o el permiso retribuido recuperable diseñado por el Ejecutivo de Pedro Sánchez.
“Pase lo que pase esto nos afecta mucho”, zanja la mujer, trabajadora de hogar que con el confinamiento ha perdido unas 10 horas de trabajo semanales. La situación no está siendo fácil para la familia, sobre todo en lo que se refiere a la crianza de los dos pequeños. Ambos “se aburren mucho” y “se ponen muy nerviosos”, declara su madre, que, entre el trabajo y los malabares económicos no tiene tiempo para estar pendiente de ellos constantemente. “Hasta ahora toda la carga era para mí porque mi marido estaba en Málaga trabajando, pero ya está aquí”, apunta Salud.
La brecha educativa se hace más grande
La distribución de las tareas en función del género y la carga de cuidados que recae sobre las mujeres se multiplica también durante la cuarentena. Según señala Gabriela Delsignore, profesora de Sociología de la Universidad de Zaragoza, las crisis “exigen una intensificación del trabajo de las mujeres”, sobre todo, “del no remunerado”. Algo que también ha llamado la atención de Save the Children: “Algunas de las madres que atendieron las llamadas refieren estar muy cansadas y se aprecia una carga superior de cuidados y de estrés por la situación de confinamiento”, resume la organización.
Pero a Salud lo que más le preocupa es “la falta de concentración” de sus hijos a la hora de realizar las tareas académicas que propone su centro escolar. “Ya no sé ni qué hacer, no sé si mandarles un mensaje a los profesores. Yo además dejé los estudios hace mucho tiempo y hay cosas que tampoco domino”, lamenta la mujer. La educativa es otra de las brechas que se pueden agrandar con la crisis del coronavirus porque para muchos niños y niñas el cierre de los colegios “supone mucho más que no ir a clase”, entienden en Save the Children.
La brecha digital, que afecta al 3% de las familias con hijos en España, según el Instituto Nacional de Estadística (INE) es ahora mismo una brecha educativa. Pero no solo no tener ordenador o conexión a Internet agrava esa desigualdad. La situación de la familia de Salud es paradigmática porque acudir al centro educativo es para muchos niños y niñas estar conectados a la rutina escolar y acceder a actividades estimulantes. Por eso, el apoyo y seguimiento por parte de los centros educativos, reivindica Save the Children, “es más necesario que nunca”. El objetivo es evitar que este periodo tenga “consecuencias para el aprendizaje y el desarrollo” de menores que ya de por sí “parten de una situación de desventaja”.
6