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Nuestra vida cotidiana es una fábrica incesante de desechos de plástico que acaban como basura en el mar

Dos patos buscan comida entre la basura en la desembocadura del Segura / GP. Pablo Blázquez

Raúl Rejón

España demanda cada año unos cuatro millones de toneladas de plástico, según la patronal europea Plastic Europe. 126 toneladas diarias de residuos de este material llegan solo al Mediterráneo desde España, según recogió la evaluación de basura marina de Naciones Unidas. La mayoría de la basura plástica recogida en las playas está compuesta de objetos efímeros, según la Comisión Europea. De usar y tirar. Material de un solo uso (o muy escasos) que transita de los comercios al medio y de ahí al mar en un viaje que puede unir España con el mar Egeo. Tiempo tienen ya que la vida de los residuos en los océanos se mide en cientos de años.

Este martes, el Parlamento Europeo ha aprobado una directiva para restringir el consumo de estos objetos. La vida cotidiana se ha convertido en una fábrica constante de esta basura que se acumula en el mar. 

Los efímeros productos proscritos

La prohibición directa de la directiva se aplica a objetos que se utilizan de manera muy efímera. Un solo uno y a la basura.  bastoncillos de algodón, cubertería, platos, pajitas, agitadores de bebida, palitos para globos. No son objetos de uso marginal. Los bastoncillos, por ejemplo, han supuesto casi el 14% de la basura plástica hallada en las playas europeas, según el estudio que realizó el Centro Conjunto de Investigación (JRC) que provee de soporte basado en evidencias a la Comisión Europea. La cubertería en general es algo más de un 4%. Las pajitas y los removedores son porcentualmente más escasos, pero su utilización efímera es mucho más alta.   

Tapas con una vida muy corta 

Un café adquirido en una tienda a pie de calle. Para llevar. Automáticamente, el vaso sale del establecimiento con una tapa encajada a la boca del recipiente. La normativa aprobada definitivamente en el Europarlamento este martes, indica que estos objetos “solo podrán ser puestos en el mercado si permanecen sujetos al contenedor [el vaso] durante la fase de uso”. No pueden quitarse. En sus diferentes modalidades superan el 20% de lo que se deposita en las playas.

Las botellas de bebidas en plásticos seguirán circulando libremente eso sí. La normativa pide que tengan un porcentaje del 25% de plástico reciclado en 205 y el 30% en 2030. La ley insta a que se recupere el 90% de todos estos objetos. 

La fast food  que llega al océanofast food

Otra categoría aparte es la de la de los recipientes en lo que se coloca la comida rápida. Esos paquetes, con o sin tapa, en los que se sirven alimentos “para consumo inmediato en el propio recipiente” allí mismo en ese comercio o “para llevar, sin ninguna otra preparación posterior”. Hamburguesas, pollos, bocadillos, costillas... Han obtenido cierta amnistía ya que, junto a los vasos de plástico, la Unión Europea establece que los estados creen un sistema  “cuantitativo y medible” para una “ambiciosa y sostenida reducción” en 2026 (comparado con 2022).  Más del 14% de los residuos que halló el Centro Conjunto en su investigación caen en esta categoría. Del fast food al mar.

Las colillas se acumulan en las playas

Los médicos y políticos gestores de salud pública alertaron en octubre pasado del “estancamiento” en las medidas contra el tabaquismo. Pusieron encima de la mesa la posibilidad de impedir fumar en, por ejemplo, las playas. Una medida de salud barajada por la subdirectora general de Promoción de la Salud y Vigilancia en Salud Pública del Ministerio de Sanidad, Araceli Arnáez Arce. ¿Exageración?

Desde un punto de vista ambiental, las playas se han convertido en una suerte de cenicero: la basura más habitual en las costas está compuesta de colillas de cigarrillos. Una quinta parte de todo lo recogido. Los productores van a tener que pagar la recolección pública de filtros (y los ceniceros públicos). Este esquema de pago para productores se extiende a los paquetes de comida rápida o las botellas de bebidas, entre otros. 

Toallitas, botellas o tampones: consumir menos aunque estén permitidos

Muchos otros productos desechables absolutamente generalizados tienen fibras plásticas. Las famosas toallitas húmedas, los tampones o las compresas, los envoltorios de comida, las botellas e incluso las bolsas de plástico ligeras. La ley europea pide que se informe a los consumidores sobre un consumo responsable para conseguir que se reduzca su utilización.

El análisis del JRC se centró en las playas. Sin embargo, mucha de la basura plástica se acumula en las desembocaduras de los ríos y, finalmente, viaja con las corrientes marinas por los océanos. La degradación de los objetos los convierte en microplásticos (mucho menos clasificables en categorías como las de la directiva europea adoptada) que pasan fácilmente a la cadena alimentaria de la fauna marina. 

No queda ahí la cosa. Multitud de acciones diarias redundan en la emisión de plásticos a los ecosistemas, a veces, de tamaño microscópico: lavarse los dientes, echarse una crema, pintar una valla o fertilizar el jardín. El pasado 30 de enero, la Agencia Europea de Productos Químicos pidió “reducir al máximo” los microplásticos contenidos en cosméticos y detergentes. Hasta un 95% en 20 años por su daño ambiental: 400.000 millones de toneladas. “Cualquier emisión es un riesgo”, explicó. ¿Dónde están? Casi en cualquier producto cotidiano: cosméticos, detergentes, fertilizantes, productos médicos, pinturas o suplementos alimenticios. Los añadidos suman 36.000 toneladas al año. Si se suman los que llevan composiciones sin ponerlos ex profeso el total es de 176.000 toneladas y son prácticamente imposibles de eliminar.

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