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“Hay religiosas explotadas sexualmente por hombres a los que tienen que llamar padre”

Doris Wagner, exmonja alemana que ha denunciado abusos

Jesús Bastante

Doris Wagner, teóloga alemana, tiene 34 años, y durante ocho años perteneció a la vida religiosa. En ese tiempo, fue violada por un cura en 2008, hechos que denunció ante sus superiores, que no hicieron nada. Más tarde, fue acosada por su confesor, el alemán Hermann Geissler, quien esta misma semana ha dimitido de su cargo en la Congregación para la Doctrina de la Fe, aunque ha desmentido tajantemente las acusaciones en su contra.

Wagner, junto a Rocío Figueroa, han lanzado la iniciativa Voices of Faith, que busca romper el manto de silencio respecto a los abusos y violaciones de sacerdotes y obispos a religiosas en todo el mundo, una lacra reconocida por el Papa Francisco a la vuelta de su reciente viaje a Emiratos Árabes Unidos.

¿Qué le han parecido las palabras del Papa reconociendo la existencia de abusos a religiosas por parte del clero?

Me parece que el reconocimiento debería haber llegado mucho antes. Sin embargo, es un alivio que haya ocurrido, y espero que, a partir de ahora, muchas más religiosas que hayan sufrido abuso sexual se den cuenta de que no están solas, y se atrevan a hablar. También desearía que, después de admitir esta realidad, el Papa Francisco tome las medidas apropiadas, porque hasta ahora no ha anunciado de qué manera va a lidiar la Iglesia con este escándalo.

¿Cuál es la dimensión real de este escándalo?

Me faltan las palabras para expresar el horror que siento al hablar del abuso sexual de las monjas. Son mujeres, muchas de ellas jóvenes, idealistas, que hacen voto de castidad porque quieren dedicar sus vidas a Cristo y a su Iglesia, pero que se ven atrapadas en una realidad en la que son explotadas sexualmente por hombres a los que tienen que llamar “padre”. Ha habido casos de sacerdotes que embarazaron a las religiosas y luego las obligaron a abortar. Incluso Maura O'Donohue nos informó de un caso de una monja que murió durante el aborto, y que el mismo sacerdote que había abusado de ella obligó a que el niño abortado presidiera su misa de Réquiem. Esto es horrible.

¿Cuántas religiosas han podido sufrir abusos en el mundo?

Existe un estudio realizado sobre el tema, que sugiere que el 40% de las religiosas del mundo han sufrido abuso sexual, un 10% antes de unirse a la vida religiosa y el 30% después. Es una cifra enorme, y espero que se investigue sobre ella.

¿Cuál fue su experiencia?

Entré en la vida religiosa en 2003, a los 19 años. Desde el principio me maltrataron espiritualmente: no se me permitió elegir a mi confesor ni a mi director espiritual. No podía hablar libremente con otros miembros de la comunidad, leer libros... En 2008, el superior masculino de la casa en la que vivía en ese momento (Roma) entró en mi habitación y me desnudó. Aunque le dije que no tenía permiso para hacer esto me tocó y, finalmente, me penetró. Esta experiencia me destrozó. Tardé dos años en contarlo a mis superiores, pero ellos decidieron no actuar. Finalmente, en 2011, pude dejar la comunidad y denunciar el caso ante el Vaticano.

Su confesor, Hermann Geissler, también abusó de usted y acaba de renunciar a su cargo en Doctrina de la Fe. ¿Qué sintió al saber la noticia? ¿Es suficiente?

Me sorprendió cuando supe que había renunciado. Primero, porque no esperaba que sucediera, ya que pasó hace años. En segundo lugar, la declaración del Vaticano fue realmente asombrosa, porque no aclaraba por qué había renunciado, qué acusaciones negaba y contra quién, y a quién amenazaba con emprender acciones legales. Me pregunto: ¿Hay denuncias de otras víctimas? ¿Se ha vuelto a abrir mi caso? Y si es así, ¿por qué no me han informado?

¿Qué le exigen las religiosas a la Iglesia para erradicar esta lacra?

El abuso tiene dos causas principales: poder e impunidad, que hay que atajar en todos los niveles de la Iglesia. Las mujeres deben ser reconocidas como iguales a los hombres, tener acceso a los órganos de poder y toma de decisión en la Iglesia. La idealización de la servidumbre femenina tiene que terminar.

Mientras las monjas se vean obligadas a vivir de acuerdo con un ideal de abnegación y sumisión, y vivan en completa dependencia espiritual y financiera, serán vulnerables. Toda persona que aproveche su poder eclesial para abusar de otros debe ser perseguida y sancionada, sin importar qué estatus, nombre o función tenga en la Iglesia.

El movimiento #metoo... ¿también ha llegado a la Iglesia?

Aún no estoy segura. Ojalá que sí lo hiciera.

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