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La tormentosa carrera militar de un legionario trans: “No me he sentido acogido ni comprendido en el Ejército”

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Laura Galaup

“Doña Jonathan”. Así se refieren a un legionario trans en el Boletín Oficial del Ministerio de Defensa. Este hombre entró en las Fuerzas Armadas hace 17 años siendo físicamente una mujer y dentro del Ejército de Tierra continuó la transición de género. Entró a los 18 años, con muchas ganas de ser militar. “Para mí era como un sueño, no sé por qué”, se sincera.

Tras cerca de dos décadas como militar, reconoce que ha vivido experiencias traumáticas en el Ejército. Sobre todo casos de acoso, faltas de respeto y burlas. Una experiencia cotidiana como ir al baño o ducharse se llegó a convertir en una pesadilla por la falta de servicios que cuenten con espacios para garantizarle privacidad al desnudarse.

“Te acostumbras a todo. Me acostumbré a aguantar la orina hasta la última hora. Esperaba a que no hubiese nadie para entrar y salir corriendo.”, explica. Aprovechaba las duchas que tenían sus superiores – cabos y cabos primero – para lavarse “a escondidas” porque tenían puerta. No sin cosechar reproches. “Siempre me amenazaban con sancionarme”, incide.

Su relación con las Fuerzas Armadas ha sido tormentosa. Tras iniciar su carrera en 2000, cesó destino en 2005 y se volvió a incorporar en el 2008. Cuenta que en su primera etapa, destinado en Melilla, participó en un destacamento centrado en controlar la isla de Perejil.

Jonathan asegura que nunca se ha “sentido acogido ni comprendido” en el Ejército. “No hay ningún tipo de voluntad de entender a los transexuales, nada. Cero. El que diga que sí, miente. Llevo 18 años dentro del Ejército y jamás lo he visto”, responde. El Ministerio de Defensa asegura que no cuenta con ningún protocolo ni estrategia para contribuir a que las personas trans se sientan integradas en las Fuerzas Armadas. Desde su gabinete de prensa, remiten a la Ley de Derechos y Deberes que recoge que en estos cuerpos no cabrá “discriminación alguna”.

Actualmente, Jonathan está en la reserva. Tiene abierto un expediente por “insuficiencia de condiciones psicofísicas” y está a la espera de que el tribunal médico militar tome una decisión para determinar si es apto o no para seguir formando parte de las Fuerzas Armadas. Le han diagnosticado un trastorno ansioso depresivo y problemas en las piernas: una meniscopatía en la rodilla izquierda y un síndrome compartimental en ambos miembros inferiores.

Propuesta para ser cesado como militar

A pesar de que en abril del 2017 la Inspección general de Sanidad del Ministerio de Defensa determinó que esas condiciones no le impedían seguir adelante con las funciones de su Cuerpo, dos meses después la Junta de Evaluación optó por proponerle como no apto y sugerir que le rescindiesen su contrato, que tiene validez hasta el 2026.

El Real Decreto 944/2001 permite que Defensa pueda anular el compromiso, aunque esté en vigor, si los médicos militares consideran que el evaluado no reúne las condiciones psicofísicas necesarias para el servicio. Las asociaciones militares llevan años criticando que esta decisión no dependa de un organismo independiente, y la tome la sanidad castrense.

En sus primeros años en el Ejército, ya comenzó a reivindicar que le llamasen Jonathan. Hasta entonces, conservaba el nombre femenino que le asignaron al nacer. Tras esa decisión comenzó a sufrir “acoso” y “vejaciones”. “Me sentía con la obligación de contarlo, todo el mundo me preguntó qué tamaño de polla me voy a poner. [A partir de entonces] empecé a tener unas vivencias que antes no había tenido”.

Aunque ya había comenzado el tratamiento hormonal antes de entrar en las Fuerzas Armadas, los primeros cambios físicos se comenzaron a notar cuando ya estaba destinado en Melilla. Al incorporarse, Jonathan realizó las pruebas de ingreso femeninas por miedo a que le impidiesen seguir adelante si se sinceraba y contaba que su sexo sentido no coincidía con el que le asignaron al nacer. “Siempre me he considerado un hombre pero me he tenido que esconder un poco de todo”, lamenta.

Según relata, tras abandonar las Fuerzas Armadas en 2005 y su posterior reincorporación en 2008 volvió a pasar los test femeninos, a pesar de que la transición de género ya estaba muy avanzada. Esto podría explicar por qué figura como “doña” en el BOD. Según la documentación que ha facilitado a eldiario.es, el cambio de inscripción en el registro civil se realizó en abril del 2009, un año después de que fuese aceptado en un grupo de reconocimiento de la Legión.

El afectado explica que cuando consultó cómo se podría inscribir en las segundas pruebas que pasó, le aseguraron que “o esperaba a que la cosa cambiase [y Defensa regulase la incorporación de personas transexuales] o entraba como mujer otra vez”. “Entra y dentro lo solucionas, sino te vas a quedar fuera”, reseña que le dijeron en la delegación de Málaga.

Esta situación se convirtió en una herramienta que utilizaron algunos de sus superiores para meterse con él. “Me decían que tenía que salir del Ejército y hacer las pruebas como hombre”, reseña. Los dormitorios compartidos también generaban problemas. Sucedía lo mismo que en los baños, él no tenía la opción de elegir la convivencia con hombres.

Destinado a la residencia de mujeres

Tras incorporarse en una segunda etapa a las Fuerzas Armadas relata un episodio humillante por ser dirigido a un alojamiento femenino. “Me metieron en la residencia de mujeres, había compañeras que lo entendían y otras que estaban alucinando. Unas se pusieron a gritar para llamar al cuartelero. Me sentí avergonzado”, reseña.

Al final, en los distintos destacamentos por los que ha pasado han puesto parches diversos para solucionar ese tipo de conflictos. Por ejemplo, de acuerdo a su relato, en Cáceres le asignaron una habitación que había en la enfermería, en Valladolid le dieron una habitación para él solo en la residencia de mujeres y en Málaga, mientras sus compañeros dormían en el cuartel, él se iba todos los días a su casa.

“Había un departamento de duchas para las personas que vivían fuera, había paredes pero no tapaban nada. [Cuando él estaba ahí] la gente se reía, pegaban voces. Yo me tenía que esconder. Pensaban que era cómico”, asegura en relación a su último destino. eldiario.es ha preguntado al Ministerio si tienen constancia de estos episodios de acoso y no han contestado concretamente a esta respuesta.

Mensajes ofensivos sobre sus genitales

Sobre estos episodios, cuenta que actualmente le siguen llegando mensajes ofensivos a pesar de llevar desde el 2014 cesado de destino. “Me preguntan si me he operado ya y cuánto me he puesto. Mis genitales les genera morbo. Era salvaje, una mezcla de todo”, cuenta.

Su primera salida del Ejército se produjo tras una sanción en 2005 por parte de la justicia militar. En ese momento tomó la decisión de marcharse pensando que la reincorporación iba a ser más sencilla con la transición ya más avanzada. En 2014 fue cesado de destino tras pedir una baja para una intervención quirúrgica programada en su reasignación de sexo.

Posteriormente le asignaron un destino forzoso en Extremadura, a pesar de que él reclamó un puesto administrativo, acorde a su situación física, cerca de su entorno en Málaga. “Psicológicamente no podía ir a Badajoz. Me angustiaba imaginarme la misma película de siempre. Que voy al cuartel y voy a sufrir las mismas vejaciones que en el resto de unidades”, asegura. Ahora mismo está a la espera de que la medicina militar ratifique o no la propuesta de cese que tienen encima de la mesa desde el pasado mes de junio.

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