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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

El Orgullo Crítico no renuncia a la calle y se manifiesta para reivindicar “todas las disidencias” y el fin de la LGTBIfobia

El coronavirus no merma la asistencia y añade mascarillas al paisaje de banderas habitual. / Fernando Sánchez

Marta Borraz

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Que el primer Orgullo fue una revuelta, se encarga cada año de ponerlo sobre la mesa la marcha LGTBI más alternativa y subversiva que recorre Madrid. El Orgullo Crítico ha decidido mantener la manifestación de este 28 de junio, el día en que se conmemora el levantamiento de Stonewall (Nueva York) por los derechos LGTBI, pese a la crisis sanitaria del coronavirus. Este año será la única marcha en la calle en la capital, después de que los organizadores del Orgullo oficial lo hayan trasladado a formato virtual y a los balcones. 

La manifestación ha partido de la madrileña estación de Atocha pasadas las 19.30 horas y una vez que la columna procedente de Vallecas, convocada por el colectivo Orgullo Vallecano, se ha unido. En las manos de este último colectivo, una pancarta que reza “la normalidad no existe”.

A pesar del coronavirus, la marcha mantiene la afluencia de años anteriores. A la habitual diversidad de banderas y colores que protagonizan esta manifestación, en esta ocasión se han unido las mascarillas –muchas reivindicativas– con insignias, arcoíris o que lucen las banderas trans y bisexual.

Según explica Lur, portavoz de la Plataforma Orgullo Crítico, cuando el grupo comenzó a reunirse, al principio virtualmente, pensaba que no sería posible marchar en las calles, pero finalmente decidieron “que incluso era más importante que nunca”. Las manifestantes denuncian “la mercantilización” del Orgullo oficial, por lo que “este año, que no hay, es clave que se vea que la lucha está en la calle y que hay una diversidad de cuerpos e identidades más allá del hombre, blanco y gay que suele estar en el imaginario colectivo”, afirma.

“Con el confinamiento se nos ha vuelto a armarizar”

Bajo el lema “Orgullo es protesta. Disidencia es resistencia”, los manifestantes reivindican “todas las disidencias” de “identidades, orientaciones, prácticas y cuerpos” y “la diversidad” frente “al capitalismo rosa, la extrema derecha y la transfobia”. Denuncian, además, “todas las agresiones” que sufre el colectivo LGTBI “por estar fuera de la norma” y rechazan “una vuelta a la normalidad que criminalice nuestros cuerpos y precarice aún más nuestra vida”, esgrimen en el manifiesto.

Tras la pancarta de cabecera, marchan personas a título individual y los diferentes bloques y colectivos, entre ellos la asociación 'Euforia. Familias Trans-Aliadas', con niños y niñas trans, el bloque bisexual, antirracista, de personas no binarias o el Bloque Bollero. A él pertenece Mónica García, que sujeta la pancarta junto a otras compañeras: “Yo no he dudado en venir. Estamos yendo a terrazas porque está permitido y yo creo que eso es mucho más prescindible; ahora es muy importante que se nos vea, porque con el confinamiento se nos ha vuelto a armarizar”, explica. Además, reivindica la visibilidad “de las bolleras” porque “a pesar de que la gente tiene una idea prototípica de las lesbianas, la realidad es que hay una amalgama muy diversa”.

“El Orgullo será antirracista o no será”, “la transexualidad no es una enfermedad” o “basta ya de bifobia” son algunos de los lemas que corean las asistentes a medida que avanzan por el madrileño Paseo del Prado, mientras desde un megáfono se recuerda a los asistentes el uso de las mascarillas y que existe una zona acordonada “para personas vulnerables”, ya sea al coronavirus o por cualquier otra razón, explica Lur.

“Es muy doloroso que se nos siga cuestionando”

“¿Dónde están las trans en el mundo laboral?”, claman las asistentes a punto de entrar en la plaza de Cibeles, sede del Ayuntamiento de la capital. Las reivindicaciones sobre las personas trans y el fin de la transfobia centran buena parte de las proclamas y de las razones para asistir a la manifestación. En general, el Orgullo de este año estará especialmente marcado por ello, debido a la fuerte controversia en torno a la autodeterminación de género de las personas trans que vive el feminismo, del que un sector se ha posicionado en contra.

“Es muy doloroso que se nieguen nuestras identidades y que se nos siga cuestionando. Yo no me identifico con los roles de género asignados a los hombres, pero se nos tiene que respetar en nuestra diversidad”, señala Pao, un hombre trans que se manifiesta en el bloque antirracista. Llegado de Chile hace dos años, Pao pone el foco en cómo la vulnerabilidad “se multiplica” cuando eres una persona trans, migrante y racializada y en situación irregular. Por eso, pide la regularización de todas las personas sin papeles, tal y como reclaman ONG y colectivos ante la emergencia del coronavirus: “Solemos sobrevivir vendiendo comida y algún trabajo así, pero con la pandemia ha sido imposible. Es una crisis tremenda porque sin papeles no podemos lograr trabajo”, cuenta.

El ánimo reivindicativo se combina con el espíritu festivo mientras de los altavoces suenan desde las Vulpes a Gloria Trevi y una orquesta que acompaña a la marcha toca melodías a las que todos siguen el ritmo. “Nuestro Orgullo no es un producto” o “Seamos los referentes que necesitábamos cuando éramos pequeños” son algunas de las frases que pasean las asistentes en forma de pancartas caseras.

Jose, que tiene 20 años, no lleva ninguna, pero sí porta una camiseta con 'Gaysper', el fantasma creado por Vox contra el colectivo LGTBI que se acabó apropiando este, y la bandera bisexual. Las violencias que sufren las personas LGTBI, dice, “se extienden a lo largo de la historia”, pero “siguen estando muy vigentes, sobre todo para el colectivo de personas trans. Es algo que no podemos pasar por alto”. Este joven, que viene por primera vez al Orgullo Crítico, enumera algunas de las discriminaciones que ha vivido y que le hacen estar aquí, entre ellas el no haber salido del armario aún con toda su familia o los insultos de “maricón”, que alguna vez le proferían en el colegio.

Pasadas las 21.30, dos horas después del inicio de la manifestación, la cabecera llega a la Puerta del Sol, donde no solo lee el manifiesto la Plataforma Orgullo Crítico, sino también otros colectivos como Confluencia Trans o el Movimiento Marika de Madrid. Isabel, una mujer trans egipcia, entra a la plaza con cara de satisfacción: “Está es la primera manifestación en la que he sentido directamente que es un espacio para la comunidad trans; en la que veo que no hay separación entre el feminismo y nuestra visibilidad”, manifiesta.

Marchas por los derechos LGTBI en otros puntos del país

En otras ciudades como Murcia o Bilbao también se suceden las manifestaciones en defensa de los derechos LGTBI este 28J, a las que dio el pistoletazo de salida la marcha de Barcelona del sábado. En todas ellas sobresalen los mensajes que apelan a la alianza con otras luchas sociales, como el ecologismo, el antirracismo o el derecho a la vivienda y el fin de la precariedad laboral. 

En Madrid, el Orgullo Crítico nació hace 14 años, se conformó en plataforma en 2017, cuando la capital acogió el World Pride, lo que fue considerado por este bloque alternativo como una muestra de la “deriva neoliberal” y “mercantilización” del Orgullo. Así, las activistas, herederas de los grupos queer madrileños de los noventa como Radical Gai y LSD, ponen el foco en el entramado empresarial que patrocina el evento y que tiene su reflejo en las habituales carrozas con logos de empresas que desfilan cada año tras la manifestación.

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