Dimiten todos los obispos chilenos tras la reunión con el Papa por el escándalo de los abusos sexuales
No fue sólo Barros, o los cuatro obispos que se habían anunciado, no. Toda la Iglesia chilena en bloque ha presentado al Papa Francisco su renuncia tras la reunión mantenida con él en Roma a cuenta del escándalo de abusos sexuales y encubrimiento en la Iglesia chilena. Una decisión que no tiene precedentes en la historia de la Iglesia.
En un comunicado que acaba de hacer público la Conferencia Episcopal chilena, los obispos aseguran que “queremos pedir por el dolor causado a las víctimas, al Papa, al pueblo de Dios y al país por nuestros graves errores y omisiones”.
La nota da las gracias “a las víctimas por su perseverancia y su valentía, a pesar de las enormes dificultades personales, espirituales, sociales y familiares que han debido afrontar, tantas veces en medio de la incomprensión y los ataques de la propia comunidad eclesial”.
“Queremos anunciar que todos los obispos presentes en Roma, por escrito, hemos puesto nuestros cargos en la manos del Santo Padre, para que libremente decida con respecto a cada uno de nosotros”, concluye el comunicado.
Ahora, habrá de ser Francisco quien decida si admite o no la renuncia, y en qué términos. Pero lo que nadie duda es que la revolución ha comenzado. La dimisión sucede después de que se publicara la carta que el Papa les entregó el martes pasado y en la que muestra su “vergüenza” por el encubrimiento sistemático de los abusos, así como les acusa de destruir evidencias de delitos sexuales, de presionar a los abogados de la Iglesia para reducir las acusaciones y de “grave negligencia” en la protección de los menores ante los sacerdotes pedófilos.
Una de las víctimas de Karadima, el periodista Juan Carlos Cruz, ya afirmaba esta mañana que “espero que renuncien todos y se empiece a reconstruir la Iglesia de Chile con pastores de verdad y no con estos obispos corruptos, que cometen y encubren crímenes como dice el documento”, del que damos cuenta en eldiario.es.
“Vergüenza”. Esta es la palabra con la que el Papa Francisco ha definido la actuación de la Iglesia chilena respecto a los abusos sexuales a menores y su encubrimiento, que denota la “perversión” de los obispos del país, reunidos esta semana en Roma para afrontar la más grave crisis de su historia.
Después de dos días de reuniones, Francisco ha instado a la Iglesia chilena a “un firme propósito de reparar los daños causados”, y a la toma de decisiones duras “en el corto, mediano y largo plazo”. La dimisión en bloque de los obispos chilenos es la más grave.
Estas remociones, y otras que vendrán en las próximas semanas, no son suficientes. “Hay que ir más allá”, anunció Bergoglio en una durísima carta de diez folios, que entregó a los obispos al comienzo de las reuniones, este martes, y que resumen la investigación llevada a cabo por el arzobispo Charles J. Scicluna y el sacerdote español Jordi Bertomeu. Con conclusiones apabullantes.
“Hay una herida abierta, dolorosa, y hasta ahora ha sido tratada con una medicina que, lejos de curar, parece haberla ahondado más en su espesura y dolor”, subrayaba en la nota el Papa, que impuso dos días de silencio y reflexión a los obispos, para que pudieran rumiar el documento y comprender que, esta vez, Roma no iba a mirar hacia otro lado.
“Su pecado se volvió el centro de atención”
La carta fue develada anoche por el canal T13 de Chile. En la misma, el Papa constata que la Iglesia chilena “se ensimismó de tal forma que las consecuencias de todo este proceso tuvieron un precio muy elevado: su pecado se volvió el centro de atención”, señalando cómo “los problemas que hoy se viven dentro de la comunidad eclesial no se solucionan solamente abordando los casos concretos y reduciéndolos a remoción de personas”. “Esto y lo digo claramente hay que hacerlo, pero no es suficiente, hay que ir más allá”, agrega Francisco.
“Confesar el pecado es necesario, buscar remediarlo es urgente, conocer las raíces del mismo es sabiduría para el presente-futuro. Sería grave omisión de nuestra parte no ahondar en las raíces. Es más, creer que sólo la remoción de las personas, sin más, generaría la salud del cuerpo es una gran falacia. No hay duda que ayudaría y es necesario hacerlo, pero repito, no alcanza”, asegura.
En el documento también se critica la “psicología de élite o elitista” de algunos obispos y religiosos, que “termina generando dinámicas de división, separación, ‘círculos cerrados' que desembocan en espiritualidades narcisistas y autoritarias en las que, en lugar de evangelizar, lo importante es sentirse especial, diferente de los demás, dejando así en evidencia que ni Jesucristo ni los otros interesan verdaderamente”. El Papa, aquí, es rotundo: “Mesianismos, elitismos, clericalismos, son todos sinónimos de perversión en el ser eclesial”.
“Gravísimas negligencias”
Con todo, la parte más dura se encuentra al final del documento, en la que Francisco desvela cómo “mis enviados (Scicluna y Bertomeu) han podido confirmar que algunos religiosos expulsados de su orden a causa de la inmoralidad de su conducta y tras haberse minimizado la absoluta gravedad de sus hechos delictivos atribuyéndolos a simple debilidad o falta moral, habrían sido acogidos en otras diócesis e incluso, en modo más que imprudente, se les habrían confiado cargos diocesanos o parroquiales que implican un contacto cotidiano y directo con menores de edad”.
“La investigación demuestra -agrega la carta- que existen graves defectos en el modo de gestionar los casos de delicta graviora que corroboran algunos datos preocupantes que comenzaron a saberse en algunos Dicasterios romanos. Especialmente en el modo de recibir las denuncias o notitae criminis, pues en no pocos casos han sido calificados muy superficialmente como inverosímiles lo que eran graves indicios de un efectivo delito”.
Asimismo, Francisco apunta a que se pudo constatar también “la existencia de presuntos delitos investigados solo a destiempo o incluso nunca investigados, con el consiguiente escándalo para los denunciantes y para todos aquellos que conocían las presuntas víctimas, familias, amigos, comunidades parroquiales. En otros casos, se ha constatado la existencia de gravísimas negligencias en la protección de los niños/as y de los niños/as vulnerables por parte de los Obispos y Superiores religiosos, de los cuales tienen una especial responsabilidad en la tarea de proteger al pueblo de Dios”.
El Papa, concluye, siente “vergüenza” por las declaraciones que “certifican presiones ejercidas sobre aquellos que debían llevar adelante la instrucción de los procesos penales o incluso la destrucción de documentos comprometedores por parte de encargados de archivos eclesiásticos, evidenciando así una absoluta falta de respeto por el procedimiento canónico y, más aún, unas prácticas reprobables que deberán ser evitadas en el futuro”.
“En la misma línea y para poder corroborar que el problema no pertenece a solo un grupo de personas, en el caso de muchos abusadores se detectaron ya graves problemas en ellos en su etapa de formación en el seminario o noviciado. De hecho, constan en las actas de la 'misión especial' graves acusaciones contra algunos obispos o superiores que habrían confiado dichas instituciones educativas a sacerdotes sospechosos de homosexualidad activa”, cierra la carta.
Se espera que en las próximas semanas la Iglesia en Chile entre en una catarsis que podrá derivar en la salida del Nuncio y de varios obispos más, así como en una profunda revisión de las normas de elección de sacerdotes y obispos, para hacerlas más abiertas y romper con el secretismo que, en ocasiones, ha permitido el nombramiento de auténticos depredadores o encubridores. A nivel global, como anunció eldiario.es, Francisco propondrá reformas en el Código de Derecho Canónico para lograr que los delitos contra menores y los actos de encubrimiento cuyos responsables sean superiores religiosos (en congregaciones o diócesis) no prescriban jamás.