Alexis tiene cinco años. Vive con Rubén, Beatriz y Manuel desde que tenía uno. En ellos ha encontrado una familia, su familia. “Los padres que han acogido a Alexis han tenido el acto de mayor solidaridad que alguien puede tener”, explica la directora de la residencia infantil Las Rosas en Madrid, Teresa Alcázar.
“Alexis tiene ahora dos mamás. Con la que vive, y la que le tuvo en la barriga y a la que sigue viendo”, explica Beatriz, que junto a su marido decidió acoger a un niño hace ya cuatro años. “Alexis ha crecido con nosotros, y aunque esté en nuestra familia en régimen de acogida permanente la posibilidad de que vuelva con su madre biológica existe”, cuenta Beatriz.
La acogida puede tener dos formas: la urgente y la permanente. En el régimen de acogida urgente, la familia de acogida, que puede ser monomarental, monoparental o una pareja, se hará cargo del menor durante un periodo corto de tiempo. En los casos de acogida permanente, el niño permanecerá en la familia durante un tiempo indefinido.
En ambos casos, la tutela seguirá siendo de los servicios sociales y el menor podrá recibir visitas de su familia biológica si ésta se muestra interesada, por lo que la acogida no implica la separación del menor de su núcleo originario, sino el cobijo del mismo en un entorno estable mientras puede seguir vinculado a su familia biológica.
Según datos de la Asociación Estatal de Acogimiento Familiar (ASEAF), que agrupa a las principales asociaciones autonómicas que trabajan por acogimiento infantil, en nuestro país hay más de 22.000 niños que viven separados de sus familias. Solo el 15% de los menores tutelados reside con familias de acogida, el 75% vive en residencias infantiles y el 10% restante lo hace en pisos tutelados.
La vicepresidenta de Adamcam, la asociación madrileña de acogedores de niños, integrada en ASEAF denuncia que “hay muy pocos datos oficiales sobre este tema”, lo que achaca al poco dinero que se destina “a fomentar el acogimiento familiar”.
La importancia de crecer en familia
“Fuimos a buscar a a Alexis a la residencia donde vivía, y fuimos los tres juntos. Su hermano Rubén entonces tenía 3 años”, explica Beatriz, “y desde ese mismo momento es nuestro hijo”. “Decidimos acoger porque los niños en régimen de acogida tienen menos oportunidades que los niños en adopción”, explica Manuel, que asegura que cuando te interesas por un tema como este en los servicios sociales te lo dejan claro: “Si quieres adoptar, no acojas”.
“No es lo mismo acoger que adoptar, porque hay que tener siempre claro que aunque la acogida sea permanente siempre existe la posibilidad de que el niño vuelva con su familia biológica. Se dan pocos casos, pero existe la opción”, explica Manuel, que asegura que sus amigos al principio le decían que había sido muy valiente al acoger. “Yo siempre les respondo que valiente es tener un hijo, sea como sea”, recuerda el padre de Alexis.
Alexis está creciendo en el seno de una familia, y aunque existe la posibilidad de que vuelva con su madre biológica, “ésta será para siempre también su familia”, explica Beatriz. Junto a sus padres y su hermano el pequeño viaja, va al colegio, acude a clases de música y de natación. “Pero lo más importante es que aquí tiene estabilidad y el cariño de una familia”, recalca Beatriz.
“Hay gente que no acoge porque tiene miedo a que le quiten al niño”, explica Beatriz, que defiende que “hay que erradicar ese término, porque el niño no es tuyo y por eso no te lo pueden quitar”. “Cuando acoges lo haces por él, para darle una estabilidad y pase lo que pase los años que hemos compartido los llevaremos todos en la mochila, él y nosotros”, cuenta la madre de Alexis, que está segura de que esto ha ayudado al desarrollo emocional del pequeño.
Un hogar institucional
En la residencia Infantil de Las Rosas, en Madrid, viven 33 niños de los más de 22.000 niños de los que el estado se hace cargo -15.000 de ellos en residencias-. Aquí, divididos en seis grupos dependiendo de su edad, los menores crecen acompañados de educadores que se encargan de vigilar, asesorar y compartir la vida con ellos. Están apoyados por psicólogos y un pequeño equipo sanitario que atiende regularmente a los que tienen necesidades especiales.
“Aquí nunca sobran plazas”, explica la la directora del centro, Teresa Alcázar. “Tenemos niños de todas las edades y como somos un centro adaptado aquí también residen niños con distintas discapacidades”, aclara Alcázar.
El acogimiento como última opción
“Cuando iniciamos los trámites de acogimiento para un menor es cuando ya se ha intentado que regrese con su familia”, explica Alcázar, que asegura que ni todos los menores quieren ser acogidos ni tampoco todos están en circunstancias para serlo. “Lo primero es intentar que la familia les recupere solucionando sus problemas, y si es inviable, entonces si el niño está de acuerdo se inicia el trámite”, aclara la directora, que explica que con los niños mayores de 7 años es más difícil que con los pequeños.
“Aquí en el centro les cuidamos perfectamente, pero al final los trabajadores son trabajadores, no son una madre o un padre”, explica Teresa Alcázar. “Un trabajador puede pedir un traslado o una baja, los padres no”, aclara la directora que defiende que lo mejor para el desarrollo de un niño es crecer en un hogar. “Los niños necesitan que alguien les diga: Te voy a cuidar hasta que papá y su mamá se pongan bien”, explica Teresa, que recalca que esta reflexión hace que “no se sientan traicionando a nadie”.