“Por respeto a la mujer, Carlos Santiso fuera de Vallecas”, se leía en una gran pancarta estos días en el barrio madrileño tras salir a la luz un audio del nuevo entrenador del Rayo Vallecano Femenino en el que jaleaba una violación. Santiso se estrenaba este miércoles en la Ciudad Deportiva del Rayo Vallecano en un partido contra el Valencia, tras varios días en los que jugadoras, afición e instituciones han clamado contra el entrenador.
“Nos falta hacer como los de la Arandina, que cojamos a una, pero que sea mayor de edad para no meternos en jaris y cargárnosla todos juntos. Eso es lo que une realmente a un staff y a un equipo”, decía Santiso hace cuatro años, cuando era entrenador de infantiles del club.
Estas palabras, que salen ahora a la luz, son “la gota que colma el vaso en torno a un montón de cosas del Rayo femenino y en torno al presidente del club, Martín Presa”, opina Miguel, un joven periodista y aficionado del Rayo. Las críticas a Presa se suceden desde hace tiempo por varias razones, entre ellas la precaria situación de las jugadoras del club, que hace sólo unas semanas se quejaban de que por tener, no tenían ni médico ni gimnasio y pedían igualar sus condiciones a las de sus compañeros.
“Si a Presa le importase el femenino nunca contrataría a este tío sabiendo el riesgo al que se somete. Él lo hace y, además, piensa que está en una cruzada contra el mundo, que todo el mundo va contra él y que es una cruzada ideológica de la gente del Rayo Vallecano frente a él”, continúa Miguel.
En la puerta del campo de la Ciudad Deportiva Fundación Rayo Vallecano se acumulan casi más periodistas que aficionados este miércoles. “Es una pena que sólo interese el equipo femenino a la prensa cuando hay una polémica”, comenta otro seguidor del equipo y vecino del barrio, Enrique, al ver todas las cámaras antes de entrar.
En las gradas, decenas de personas animan a las jugadoras de ambos equipos. Paula y Marta siguen el partido porque tienen compañeras jugando. También han seguido la polémica por las declaraciones machistas y piden que no recaiga responsabilidad sobre el equipo. “Deberíamos manifestar nuestro rechazo todos y conseguir que un tipo así no entrene”, dice una de las jóvenes. “Si se supone que el club vela por los derechos de las jugadoras, poniendo a una persona así a entrenar el club se cargan todo por lo que pueden presumir de tener un equipo femenino”, dice su compañera.
“¡Santiso, fuera del Rayo!”, grita una aficionada al fondo de la grada. Nadie sigue la consigna. Están centrados en el reñido partido que aún por el minuto 20 va 0-0. A Santiso se le oye gritar y dar pautas a las jugadoras desde el banquillo, pero apenas se le ve.
José Miguel también sigue el partido, aunque su primer equipo es el Real Madrid. “Pero claro, soy del barrio y muchas de estas chicas son vecinas mías”, aclara. Se ha enterado de las declaraciones a través de los medios y cree que “una persona que dice este tipo de cosas y opina de esa manera no se arrepiente, es su forma de ser”. En su opinión, Santiso debe dimitir e irse. “Las chicas no le quieren, no le quiere nadie. Que tenga conciencia y recapacite sus palabras”, asegura.
José Miguel prefiere, en cambio, no opinar de Martín Presa, a pesar de que el presidente del club ha estado rodeado de polémicas. Pero sí que afirma que “al femenino lo tiene fatal”: “Cobran mal y tarde y así está el Rayo como está, no tienen motivación ninguna”.
Jesús, sentado en el centro de las gradas para ver mejor el partido, opina que lo que está pasando con el entrenador es “acojonante” y también opta por que Santiso se vaya. No cree que este sea el primer problema del equipo: “Hay mucha miga detrás pero yo no soy la persona adecuada para contarlo. Solo digo que esto es la punta del iceberg”.
Álvaro y Sergio vienen a ver a una amiga que juega. De hecho, uno de ellos lleva la camiseta del Rayo con el nombre de Patri. Coinciden con el resto de aficionados en que Santiso no debería estar entrenando: “No da buen ejemplo y no creo que las jugadoras se sientan seguras ni puedan ni mirarle a la cara”. Critican también las condiciones en las que trabajan las jugadoras, no solo en comparación con el equipo masculino, sino también “con otros equipos femeninos”: “Tardan mucho en pagar los salarios y además, han estado a diez días de que las echen de casa porque el club no pagaba el alquiler”.
Loli y Alejandro, madre e hijo aficionados y vestidos con los colores de su equipo, son contundentes con su denuncia. Creen que la presencia de Santiso es “una vergüenza”. “Tiene que ser despedido en el momento y si él no tiene dignidad para irse, que le echen”. “Es surrealista que esté entrenando a un equipo y más al femenino, suena a coña”, dicen enfadados. Loli está segura de que Presa “se quiere quitar de en medio al femenino”. “Que las chicas jueguen sin un equipo médico y les tenga que atender el del equipo contrario es lo más vergonzoso que he visto yo en mi vida como aficionado del Rayo”, dice Alejandro. “Es un descerebrado, yo no entiendo nada. Pero se trata de dignidad, de pura dignidad”, concluye Loli.
En el descanso, una de las mujeres que más ha animado al equipo habla con varias personas. Es Isabel Rubio -conocida como ‘Abu’- y su vida ha estado ligada siempre al equipo, del que es exjugadora y exdelegada. No quiere hablar de la polémica porque no sabe “nada de ella” pero cree que hay que “tranquilizar esta historia” y que se hable de “fútbol femenino”. “Espero que cuando esto pase, los periodistas vengan a hablar del futbol femenino y de lo que representamos”, señala la exjugadora, que afirma llevar “43 años intentando que esto tire para delante”. “Quiero que salgamos en la tele por cómo juegan las chicas de bien, ya sean del Rayo, del Valencia o de dónde sean”.
En un campo sin marcador y con unas pequeñas gradas de siete filas de asientos, las jugadoras del Rayo defienden con la cabeza alta los colores de su equipo. Tres horas después, a las 20:00, el equipo masculino juega en el estadio de Vallecas, más grande, con marcador, al que acude más afición y cuyas entradas cuestan de 20 a 40 euros. Las más baratas cuestan el doble de los diez euros que ha costado cualquier ticket del femenino.