Sin pausa del café ni 'afterwork': las carencias personales del teletrabajo también pasan factura
Estrés, pérdida de sueño, inseguridad salarial y un aumento en el consumo de sedantes. La cara B del teletrabajo impuesto desde el estado de alarma ha tenido consecuencias evidentes –como las mostradas en este estudio– y otras que, aunque no lo son tanto, también minan el bienestar laboral, según los psicólogos. La socialización con los compañeros forma parte de la rutina diaria de muchas oficinas y ya sea en forma de afterwork, de pausa para el café o de lluvia de ideas en equipo, aligera la jornada y levanta el ánimo.
En la mayoría de empresas estos contactos han sido sustituidos por citas telemáticas, pero en otros casos han desaparecido del todo. Aunque es difícil medir el impacto de esta carencia en el trabajador, prácticamente todos los estudios previos a la pandemia revelan la importancia que se da en nuestro país a las relaciones en el entorno laboral, teniendo en cuenta que es donde la masa asalariada pasa al menos un tercio de su día.
Hace unos años, la empresa de trabajo temporal Randstad publicó una encuesta realizada en 30 países y en la que los españoles valoraban en un 70% la importancia de tener una “buena relación” en el círculo laboral. Otra, realizada por la empresa de tecnología de recursos humanos Bizneo HR, revelaba que la amistad en el trabajo aumentaba la productividad hasta siete veces más y, según LinkedIN, los empleados creen que el trato con compañeros ayuda a estar más motivados (45%), a ser más felices (45%) y a producir más (27%). No obstante, la posible presencia del virus en las oficinas ha alterado estas cifras en los últimos meses.
Ahora, un 77% de los trabajadores españoles –según Adecco– prefiere potenciar el trabajo desde casa. Eso sí, de manera combinada con el presencial, como opina Marta, nueva encargada de la comunicación de una empresa de eventos deportivos. Se incorporó al puesto dos días antes del estado de alarma y aún no ha tenido oportunidad de ponerle cara a la mayoría de sus compañeros. “No es un secreto que eso me ha lastrado a distintos niveles”, reconoce esta extremeña afincada en Barcelona.
“Por un lado, en lo personal. Yendo a la oficina todos los días creas un clima de confianza con bromas y comentarios que ayudan a mejorar ambiente de trabajo. Ahora no. Mis conversaciones se limitan a lo estrictamente laboral”, explica. “Por otro lado, creo que tampoco me ha permitido ubicarme ni medir fuerzas en el organigrama de la empresa: saber quién es jefe y quién no, qué hacen exactamente o el rol que desempeña cada uno”, remata.
Desiree, por su parte, lo nota más en la parte creativa. Ella, gerente del área de márketing de una gran firma de alimentación, reconoce que las reuniones por Zoom no son tan efectivas como las presenciales. “Noto que los trabajadores muchas veces desconectan, sobre todo si tienen niños en casa”, dice esta joven jefa.
Para Hugo Figueiredo, director del máster en Prevención de Riesgos Laborales de la Universidad Internacional de Valencia, esta es una consecuencia más de la llamada“ tecnofatiga”, por la que el trabajador alcanza un estado de agotamiento mental que no experimenta en la oficina. “Al final, usamos la misma tecnología para trabajar, para hacer las reuniones, para socializar y para el momento de ocio personal”, enumera el experto. Teniendo en cuenta que los dos primeros usos son obligatorios, el usuario tiende a supeditar los sociales dejando de lado lo que para Figueiredo es un plano “importantísimo”.
La telefatiga también afecta al afterwork
Alejandro, consultor, solía abarrotar los bares de Nuevos Ministerios con sus compañeros tras las largas jornadas laborales. Gracias a esa rutina, su grupo de ocho pasó de considerarse colegas a buenos amigos, por lo que se prometieron seguir con las quedadas también durante la cuarentena. “Al principio lo cumplíamos a rajatabla cada viernes, pero más de uno se ponía a trabajar mientras que los demás estábamos de cervezas”, confiesa. Al mes, apenas conseguían reunirse tres frente a la pantalla del ordenador.
“Si nuestro descanso es tomar un telecafé con los compañeros, no estamos dándonos un respiro de la tecnología, solo del trabajo, y eso a veces no basta”, reconoce el Figueiredo. El psicólogo, que ha resuelto bastantes dudas respecto al teletrabajo durante la pandemia, sitúa el foco en la actitud de los jefes y de las empresas. “Generan desconfianza en el trabajador, que se siente más vigilado y con la necesidad de producir mucho más de lo que haría presencialmente”, cuenta. Además, “uno de los principales amortiguadores del estrés es el apoyo de los compañeros”, que a distancia se complica debido a “la tendencia al aislamiento del empleado que se encuentra en esa situación”.
El profesor de la UIV remite a diversos estudios que establecen un mínimo del 20% de la jornada semanal para ir a la oficina, “conectar con los compañeros” y limar posibles asperezas que puedan surgir de la comunicación telemática. “El teletrabajo permite conciliar y flexibilizar horarios, pero es incomparable con la comunicación no verbal que fluye en el cara a cara”, piensa Figueiredo. Por eso, dedica varias asignaturas de su máster a analizar el aspecto psicosocial en la prevención de riesgos laborales y pide integrarlo a la hora de volver a las oficinas durante el desconfinamiento.
¿Afectará la distancia al “buen rollo” en las nuevas oficinas?
Después de karaokes, cañas por videollamada o incluso ejercicios de team building por Zoom, en muchas ocasiones toca volver a ver a los compañeros después de seis meses. En ese momento, el miedo por el virus, que ha instalado en las oficinas uno de los grandes focos de contagio, nubla un poco los reencuentros. “Hay cierto recelo a la hora de acercarse de nuevo al compañero”, reconoce Susana, jefa de Recursos Humanos de una empresa de energías renovables a la que remiten todas estas dudas tras la reciente apertura.
“De cara a la vuelta en septiembre, muchos nos preguntan qué medidas de seguridad se van a tomar y si será progresiva o completa y sin turnos. Lamentablemente, no tenemos todas las respuestas”, reconoce la encargada, y añade que “el equipo sabe que antes o después habrá que retomar la rutina y que la empresa priorizará siempre su seguridad por encima del presencialismo”.
Por otra parte, han lanzado diferentes iniciativas como concurso de dibujo infantil, de fotografía o competiciones “para generar más cohesión y que han servido para aligerar la carga emocional y la tensión de los últimos meses”. Con eso confía que el regreso sea más natural, aunque “la incorporación es voluntaria, y requiere que se haga previamente una prueba serológica y se que realice un curso online sobre la COVID-19”, explica Susana. Pero también reconoce que dependerá de su departamento y de la cúpula de la empresa que “el equipo se mantenga unido” y que el modelo híbrido entre teletrabajo y presencialismo “sea menos complejo”.
“La velocidad del desconfinamiento, unida a la necesidad de contacto humano, lleva a que no haya tanto miedo al contacto social”, piensa optimista Hugo Figueiredo. El psicólogo cree que “siempre habrá personas con problemas de salud que sean los desconfiados”, pero que con las medidas de prevención necesarias, “la gente se va a relacionar igual aunque sea mediante mamparas y con las mascarillas puestas”. Para él, el mensaje de control sobre los brotes por parte del Gobierno “cala y hace que no se pierda el respeto al virus, pero que se tenga cada vez menos miedo a la gente”. En su opinión, la vida social al lado la máquina de café, aunque sea con distancia de seguridad, “no va a cambiar”.
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