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Uno de cada tres estudiantes de 15 años ha repetido curso, primer paso hacia el abandono escolar temprano

Los alumnos de clase baja repiten más que sus compañeros de clase alta / © Sandra Lázaro

Daniel Sánchez Caballero

Casi uno de cada tres alumnos en España de 15 años (el 31,4%) está en un curso inferior al que le corresponde. Uno de cada siete (14,3%) ni siquiera ha necesitado tanto tiempo para repetir: con 12 años sigue en Primaria, cuando ya debería estar en Secundaria, según el anuario Las cifras de la educación en España, publicado por el Ministerio de Educación.

Estos dos datos ponen de relieve que España tiene un problema con la repetición, responsable de este desajuste de la llamada tasa de idoneidad (también se pueden perder cursos por cambios de residencia o enfermedades prolongadas, pero es más residual). Un problema que provoca además un efecto dominó y se convierte, unos años después, en otro: el abandono escolar temprano, la tasa de personas que, con entre 18 y 24 años no ha ido más allá de la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) y ya no estudia más, está en el 18%. Europa nos exige bajar al 15% para el año que viene.

Y son problemas relacionados, según coinciden generalmente los profesores. “La repetición desmotiva mucho al alumnado. Es otro año haciendo exactamente lo mismo y pensando que algo que no funcionó un curso sí lo va a hacer el año siguiente por arte de magia. Muchos de ellos, en cuanto pueden se salen del sistema (con 16 años es la edad legal)”, argumenta un director de instituto.

Este efecto dominó ni siquiera acaba ahí, explica el Ministerio. Tan solo empieza con la primera repetición. Luego afecta, de manera exponencial, a la tasa de ocupación, de desempleo y a los salarios. Y retroalimenta de alguna manera el ciclo de la pobreza.

De la educación al trabajo

El nivel educativo condiciona el futuro desempeño profesional de las personas. Así, según la Encuesta de Población Activa de 2017, la media de ocupación de las población entre 25 y 64 años es del 68,1%, pero grandes varianzas entre grupos poblacionales: los que solo tienen la Primaria rondan el 40% de ocupación, porcentaje que va subiendo progresivamente hasta el 80% entre quienes tienen una educación superior (el grupo de la ESO está en el 60% de ocupación, el que tiene Bachillerato o FP Media ronda el 70%).

La tasa de paro tiene exactamente el mismo comportamiento, pero invertido: no llega al 10% entre los titulados universitarios o de FP Superior, sube al 15% a quien tiene la segunda etapa (no obligatoria) de Secundaria, supera el 25% entre los que sacaron la ESO y alcanza el 30% para aquellos que solo tienen la Primaria.

La consecuencia directa de esto se refleja en los salarios. Los titulados superiores ganan un 26,3% más que la media, cuando ninguna otra categoría la alcanza. Quienes tienen un diploma de Bachillerato tendrán un salario un 15,6% más bajo de la media, los de la ESO un 28,7% y aquellos que no pasaron de Primaria ganan un 36,1% menos.

Si se cruzan estos datos con la evidencia científica que dice que los estudiantes con menos recursos tienen tres veces más opciones de repetir curso que sus compañeros con mayor nivel socioeconómico (la pobreza no solo es un factor de repetición por sí misma, sino que además los estudiantes con menos recursos tienen más opciones de repetir a igualdad de competencias que sus compañeros con más renta) se cierra el círculo que perpetúa la pobreza.

La inversión menguante

El anuario estadístico del Ministerio también señala que el gasto educativo total en España fue en el curso de referencia de 47.581 millones de euros. Esta cifra es prácticamente la misma que la que había en el año 2007 (47.267 millones de euros) y supone un 4,25% del PIB, cuando la recomendación más optimista (que no cumple prácticamente ningún país) es alcanzar el 7%.

La evolución de la inversión en Educación a lo largo de los años presenta un perfil de pico-valle. Iba en ascenso hasta 2009, cuando empezó a bajar por los recortes del PP, hasta 2014, año en el que retomó la senda de la subida, aunque esta ha sido mucho más moderada que la caída, de manera que aún andamos lejos del tope de gasto educativo que se alcanzó ese 2009, con 53.895 millones de euros en todo el Estado, cifra que correspondía al 4,91 del PIB.

Un comportamiento diferente tiene la inversión privada en educación. Los hogares dedican cada año más dinero a la educación de sus hijos: desde 2006 la cifra no ha parado de subir, pasando de los 8.441 millones de euros ese año a los 12.290 del último curso del que hay datos consolidados, el 2016-17. Es una subida del 45% que ha modificado la relación inversión público-privada en la Educación. Si en 2006 las familias invertían un euro por cada 5,1 euros que gastaba la administración, diez años después la relación es 1 euro privado por cada 3,8 euros públicos.

Esta circunstancia también puede tener su impacto en la desigualdad educativa, advierten los expertos. Las familias que más aumentan la inversión en la educación de sus hijos son las que más medios tienen para hacerlo, por ejemplo para apuntarles a academias o comprarles más y mejores materiales escolares que les harán rendir más.

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