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Los alumnos de Religión caen a mínimos históricos cuando la materia está a punto de perder importancia por la Lomloe

Fotografía de archivo de un curso de formación de profesores de Religión en la Diócesis de Valladolid.

Daniel Sánchez Caballero

11 de abril de 2022 22:13 h

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Otro año de caída. Cada vez menos estudiantes cursan la materia de Religión, según datos de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Por primera vez, menos de seis de cada diez alumnos están matriculados en la asignatura este curso 2021-2022: son un 59,85%, una bajada de un punto respecto al año anterior y en algunas etapas concretas, como el Bachillerato en total o la ESO en los centros públicos, ya son más los que no la eligen que los que sí.

En cifras absolutas, un total de 3.151.194 alumnos estudian la asignatura actualmente. Esto significa que, en apenas dos cursos, la materia ha perdido cinco puntos porcentuales y 186.003 alumnos. Si se amplía el foco, Religión ha perdido medio millón de estudiantes desde 2015.

Y el futuro no pinta muy halagüeño para los obispos: la reforma educativa que se está desplegando estos días resta peso efectivo a la materia por una doble vía: dejará de ser computable para la nota media en el Bachillerato y, además, deja de tener asignatura alternativa. La primera medida significa que la nota de Religión ya no contará para hacer la media que se utiliza para pedir becas o sumarla a la calificación de la Selectividad para establecer la nota final de cada alumno de cara a acceder a una carrera. Los primeros en notar este cambio son los alumnos que empiezan el 1º de Bachillerato este próximo septiembre.

Para esta generación –y todas las que vengan mientras esté vigente la Lomloe– habrá dos notas medias: una con todas las materias, Religión incluida, que será la oficial y aparecerá en el título de Bachillerato junto a la mención de la vía escogida, según establece el artículo 22.4 del RD de Bachillerato, y una segunda “normalizada, calculada sin tomar en cuenta la calificación de la materia de Religión (...) con el fin de garantizar el principio de igualdad y la libre concurrencia (...) a efectos de acceso a otros estudios ni en las convocatorias para la obtención de becas y ayudas al estudio en que deban entrar en concurrencia los expedientes académicos”, según se lee en el mismo Real Decreto.

La segunda disposición, quitar la llamada asignatura espejo, plantea incógnitas sin resolver, como dónde ubicar la materia. Dado que el Ministerio finalmente renunció a establecerlo en el Real Decreto que regula el Bachillerato, la responsabilidad quedará en manos de las direcciones de los institutos pero, como no se puede tener alumnado en mitad de la jornada rondando por el instituto sin nada que hacer ni estar vigilado, las opciones son pocas: o se coloca al principio o final de jornada para que quien no la curse llegue después o se vaya antes o se mete en medio con algo parecido a una hora de estudio.

No está demostrado científicamente –habría que preguntar al alumnado sobre sus motivaciones para matricularse de Religión–, pero que deje de servir para subir nota (siempre se consideró una maría, una asignatura fácil) o que no cursarla ayude a estar menos horas en el centro puede suponer un incentivo para que parte del alumnado no se matricule. Los responsables educativos aventuran que en los próximos cursos se producirá una caída aún mayor de los alumnos matriculados.

La CEE, que ha elaborado un currículum en el que promueve la “libertad de expresión”, los “valores democráticos”, “el pluralismo de las sociedades democráticas”, la “erradicación de la desigualdad entre hombres y mujeres” o la “sostenibilidad medioambiental”, espera con esta propuesta más educativa y menos dogmática de la que había con la Lomce salvar la materia.

El año pasado, los obispos achacaron la caída a la pandemia. Explican que aunque “el curso actual se inició en mejores condiciones que el anterior, las dificultades continuaron con las sucesivas olas de contagios hasta bien entrado el segundo trimestre”. Pese a la caída, la nota de la Iglesia valora “muy positivamente que más de tres millones de alumnos y alumnas cursen semanalmente la enseñanza de Religión como asignatura libremente elegida” y destaca que “se trata de cifras significativas que hay que considerar en el marco de una sociedad diversa de creciente pluralidad cultural y religiosa”.

El reparto del alumnado de Religión es una de las preocupaciones de los obispos. Las cifras varían mucho entre las diferentes redes escolares, con mínimos en la pública, mayoritaria, máximos en la concertada y un punto intermedio en la privada, y también entre etapas.

En los centros estatales hay más alumnos que no cursan la materia que los que sí lo hacen: un 48% de media estudia Religión, con un máximo en Primaria del 52% y un mínimo en Bachillerato del 37,6%. La caída de alumnado de Religión en estos centros es notable en 20 años: han pasado del 79,4% de alumnado en la materia durante el curso 2001-2002 al 48% actual. En la escuela de titularidad privada pero sostenidos con fondos públicos, la concertada, nueve de cada diez estudiantes está apuntado en Religión, con bastante uniformidad en todas las etapas. Por último, los privados sin concierto tienen un 75% de matriculados en la asignatura.

Por etapas, la Primaria es la que más estudiantes tiene en Religión, y a partir de ahí van cayendo. El 62% de la Primaria se convierte en un 59% en la ESO y se desploma hasta el 48% en el Bachillerato, la que menos tiene.

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