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Amigos y familiares sin vacunar: cómo se gestionan los encuentros navideños en plena sexta ola

Una mesa preparada para la cena de Nochebuena en la Puerta de Alcalá, a 24 de diciembre de 2021, en Madrid.

Lucía M. Quiroga / Ana Requena Aguilar

28 de diciembre de 2021 22:12 h

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En la familia de María el negacionismo de su hermana Julia –nombres ficticios ambos a petición de la primera– ha roto lo que siempre había sido un grupo cohesionado y propenso a reunirse. Parte del colectivo vulnerable por edad y salud, María decidió que no iba a tragar con la negativa de su hermana a vacunarse contra la COVID y se alejó de ella. “Abordamos el tema una vez, muy al principio del periodo de vacunación. Me enviaba bulos negacionistas por WhatsApp, le dije que cómo se podía creer esas cosas y que dejara de hacerlo o le bloqueba el número. Su respuesta fue que cómo me las podía creer yo (en alusión a la versión oficial sobre las vacunas), pero dejó de mandármelos”. Esta Nochevieja será la primera en mucho tiempo que la pasen separadas.

María no ha sido la única de la familia en tomar medidas. Otras dos de las hermanas –son cinco– le dijeron a Julia que mejor no fuera a visitarlas estas navidades, como solía hacer. El resultado es que no ha sido invitada a la tradicional cena familiar en Nochevieja, aunque este evento también ha visto reducido drásticamente las cifras habituales de comensales durante la pandemia.

Si la gestión familiar y de amistades ya es complicada de por sí en tiempos de pandemia, cuando una o varias personas de ese entorno han decidido no vacunarse contra la COVID la situación puede ser aún más tensa. ¿Qué hacer?, ¿incluir a esa amiga o primo en la cena o no hacerlo?, ¿intentar que se vacunen?, ¿tomar más medidas de protección o las mismas que en el caso de que estuvieran vacunados?

Para el epidemiólogo Pedro Gullón, si tenemos familiares o amistades no vacunadas con quienes queremos tener una cena o un encuentro, el trabajo debe empezar en las semanas previas para intentar saber por qué han decidido no vacunarse y ver si existe alguna forma de conseguir que lo hagan. Con cuidado, eso sí, de no estigmatizar. “Ahora mismo estamos en un momento de transmisión comunitaria alta, y también podemos usar la cena para sacar el tema. Pero tampoco debemos estigmatizar a las personas no vacunadas, esto es muy complicado desde el punto de vista ético. Podemos intentar convencerles, por su bien y el de los demás, pero no tenemos que tomar medidas extra con los no vacunados”, opina.

Las medidas de cuidado deben ser, por tanto, idénticas a las que ponemos en marcha para reunirnos con personas vacunadas: intentar encontrarnos en exteriores, en grupos lo más burbuja posible, mantener distancias, llevar mascarilla, ventilar en el caso de que estemos en un interior, y lavado recurrente de manos.

Más riesgo para quien no se vacuna

Inmaculada Cuesta, componente del grupo del trabajo de la Estrategia de Vacunación frente al COVID en representación de la ANENVAC, señala que las personas no vacunadas tienen “mucho más riesgo de contraer la enfermedad y de hacerlo de forma grave”. “El riesgo está equilibrado en cuanto a la transmisión, cualquiera puede transmitir la enfermedad, y por eso no hay que bajar la guardia bajo ningún concepto, incluso si estamos todos vacunados. Pero una persona no vacunada padece mucho más la enfermedad y transmite mucha más carga viral durante más tiempo. Así que sentarles en una mesa supone riesgo añadido al que tenemos todos los demás”, apunta la experta.

Antonio y Paula son una pareja de ingenieros que ya superaron los 40 y que desde su época de estudiantes comparten un grupo de amigos de la facultad. Un grupo de unas 15 personas que ha aguantado cambios geográficos, de parejas, la aparición de los hijos... Pero la pandemia ha creado una brecha que “puede tardar tiempo en cerrarse”, reconocen. “Siempre fuimos un conjunto de gente crítica, de izquierdas y eso se reflejaba en el chat que compartimos. Pero con la pandemia y en especial con las vacunas algunos empezaron a compartir datos de canales no oficiales, grupos de Facebook raros: que si el grafeno, las mentiras de la OMS, Bill Gates… Y las discusiones amistosas se volvieron puñales”, resume Paula. 

Antonio también señala a la vacunación como punto de inflexión, y reconoce que el tono subió con los pinchazos infantiles: “Alguien comentó que no se vacunaba por él mismo o por sus hijos sino por solidaridad y responsabilidad colectiva y otro amigo, que está contra las vacunas, se ofendió y decidió salir del chat”.

Con todo, ante la llegada de las fiestas los más conciliadores intentaron repetir la quedada anual de la pandilla. Pero no hubo quórum. “Nadie lo dijo abiertamente, pero creo que a muchos les pasó lo que a mí: no iba a tomarme cañas con gente no vacunada en un espacio cerrado”, reconoce Paula. “Además, ¿para qué quedar si sabes que cualquier conversación va a acabar en enfrentamiento?, se pregunta Antonio.  

La experta Inmaculada Cuesta avala la prudencia: “No quiero entrar en la polémica emocional, pero hablando desde un punto puramente científico lo cierto es que las personas no vacunadas transmiten mucho más la enfermedad porque la padecen con mucha más carga viral, durante más tiempo y tienen muchísimo más riesgo de padecerla de una forma grave. De hecho, las personas que están actualmente en las UCI son en su gran mayoría personas no vacunadas”.

No demonizar

Pedro Gullón también asegura que una mesa donde hay pleno de vacunados tiene muchas menos posibilidades de transmitir el virus, aunque insiste en que ómicron “tiene mucha capacidad para transmitirse, incluso entre vacunados, aunque de una forma más leve”.

“Ya sabemos que las vacunas previenen la transmisión, aunque no es su principal objetivo, sino reducir los casos graves, fallecimientos y hospitalizaciones. Pero también paran parcialmente la transmisión, con lo cual un no vacunado tiene más posibilidades de coger la enfermedad y transmitirla. Aun así no hay que demonizarles ni abandonarles en la mesa; por delante de todo lo que tiene que ver con la COVID somos seres humanos y confraternizamos”, asevera Gullón.

Ana y su novio Rafa tienen 25 años. Él solamente tiene la primera dosis de la vacuna, que se puso en verano. Según ella, “por dejadez, desinformación y, en el fondo, por miedo”. Es algo que ha generado mucho conflicto en la pareja, hasta el punto de que apenas se han visto estos días, ya que Ana no quería exponerse a un contagio y que su familia corriera riesgo cuando se reunieran por Navidad. Rafa ha pasado las fiestas solo con su hermano, porque hace unos días su padre y su tío dieron positivo y están confinados. Su abuela ha pasado y pasará sola todas las celebraciones, ante el riesgo de contagio. Él ya se ha comprometido a ponerse la segunda dosis.

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