José Miguel Villareal sale del centro de salud Vicente Soldevilla en Madrid al filo de las nueve de la noche. Está enfadado: vuelve a casa más tarde de lo que había calculado porque ha estado 40 minutos sentado en la salita antes de pasar a consulta con su médico de cabecera. Este pensionista esperaba una atención más rápida, sobre todo después de tener que esperar un mes completo para conseguir la cita. Le acompaña su esposa, Manuela Vílchez, que es asmática, y cuenta que, cuando le dan ataques, no consigue que le cojan el teléfono en el centro de salud para que la atiendan. “Lo que pretenden es que nos vayamos a la sanidad privada”, asevera Villarreal.
Este centro sanitario está en el barrio de San Diego de Vallecas y es uno de tantos en la Comunidad de Madrid afectado por la falta de personal en Atención Primaria. No es el único que atraviesa esta situación en Madrid o en otras muchas partes de España: tras la última elección de las plazas de MIR, diez comunidades se quedaron con puestos vacantes. Los agujeros aparecen en zonas rurales pero también en ciudades importantes. Desde Santiago de Compostela en Galicia a Badajoz en Extremadura; desde el área metropolitana de Barcelona a Jaén en Andalucía.
Sin embargo, en el centro de Vallecas, condenado a la precariedad, algo cambió: un grupo de seis amigos y amigas recién graduadas del MIR se pusieron de acuerdo para presentar una candidatura grupal y así cubrir todas las vacantes en los turnos de tarde de medicina de familia. “Hicimos la residencia en diferentes centros del distrito [Puente de Vallecas] y conocíamos los problemas de que había de falta de personal. Queríamos quedarnos aquí como compromiso con el barrio en el que nos hemos formado”, cuenta Miguel Muñoz, uno de los integrantes de este grupo, que se irán incorporando al Soldevilla de forma escalonada entre este mes y principios del próximo.
Hicimos la residencia en diferentes centros de Puente de Vallecas y conocíamos los problemas de falta de personal. Queríamos quedarnos aquí como compromiso con el barrio
A pesar de que la Consejería de Sanidad ha implementado medidas para incentivar trabajar en centros “de difícil cobertura” o en el turno de tarde, menos atractivo por temas de conciliación, Muñoz niega que vayan a trabajar al Soldevilla por los pluses económicos: “Es una decisión individual en un contexto de lucha colectiva”. María Minue, otra de las nuevas médicas de este centro de salud, añade que son “más necesarias en Vallecas que en Serrano”.
Y es que la situación de empobrecimiento que vive este barrio al sur de la capital afecta a la salud de quienes acuden al Soldevilla. José Miguel López está sin hogar y recibe una pensión magra. “Me dice la enfermera que no como lo suficiente”, se queja este hombre, que hace un gesto de resignación: todo el dinero que consigue lo invierte en tener dónde dormir y no le queda lo suficiente para tener una alimentación adecuada.
Isabel Vázquez, presidenta de Atención Primaria del sindicato AMYTS, asegura que es una historia “bonita” la de los seis nuevos médicos que han conseguido plaza en el Soldevilla, pero que salvar un centro de salud no debe depender de decisiones individuales. En el mismo sentido se pronunció Mónica García, ministra de Sanidad, en el encuentro La salud del futuro organizado por elDiario.es: “Estas iniciativas no pueden partir de seis chavales que digan ‘vamos a reflotar este centro de salud’. Tiene que haber una acción institucional en la que los gobiernos autonómicos no se limiten a formar el talento, sino a retenerlo”.
Un médico no habría dado abasto; seis, sí
La decisión del grupo de recién egresados del MIR de presentar una candidatura grupal ha sido clave para repoblar el turno de tarde de este centro de salud. “Ir a cubrir una vacante cuando hay cinco plazas descubiertas no es muy atractivo porque la carga sería insostenible”, apunta Muñoz.
Daniel García fue médico de familia en el Vicente Soldevilla y vivió en sus propias carnes hacerse cargo del turno de tarde completo —12.500 pacientes potenciales—. “Los últimos meses estaba solo y tenía un volumen de entre 60 y 90 citas. De ellas, unas 20 serían telefónicas, que en muchos casos son gente que está peor y no puede venir, pero la mayoría de las veces no podía atenderlas”, relata. “Era imposible atender las necesidades de los pacientes, lo único que podía hacer era poner parches”, confiesa el médico.
En mis últimos meses en el Soldevilla estaba solo por las tardes y tenía un volumen de entre 60 y 90 citas. De ellas, unas 20 serían telefónicas, que en muchos casos son gente que está peor y no puede venir, pero la mayoría de las veces no podía atenderlas
Ante la quemazón por sobrecarga de trabajo que sufriría una persona que se apuntara individualmente a cubrir un turno falto de personal, las candidaturas grupales son una solución lógica. Sin embargo, solo la lucha vecinal y sindical ha conseguido que la Consejería de Sanidad madrileña aceptara este tipo de solicitudes: “Se lo propusimos [a la consejería] durante la huelga e inicialmente no lo consideraron, pero empezaron a tener en cuenta esta facilidad antes de este verano pensando en la nueva remesa de graduados del MIR”, explica Vázquez, la sindicalista.
Un centro de salud en estado crítico
A pesar de que el Vicente Soldevilla cierre a las nueve de la noche, un reguero de pacientes sigue saliendo pasada esa hora. “Intentamos citar para las ocho como tarde, pero siempre hay retrasos. Es muy común que algunos compañeros no se vayan a casa hasta las diez, a veces hasta las once”, explica Pablo Serrano, médico del turno de mañanas del centro de salud.
Entre esas personas que han recibido atención y salen pasada la hora de cierre está Juana María Prieto, que ha acudido a una consulta de enfermería. Está descontenta por el funcionamiento de la Atención Primaria en el centro —“Nunca consigues cita en menos de 15 días, y olvídate de que cojan el teléfono, está saturadísimo”, cuenta la mujer— y relata que su hijo trató de pedir cita por un dolor lumbar que le impedía trabajar pero le daban para un mes, así que tuvo que ir al hospital.
El otro día venía un chico vomitando y una administrativa le dijo que le podía atender una pediatra
“El otro día venía un chico vomitando y una administrativa le dijo que le podía atender una pediatra”, añade la paciente. “Hay buenos profesionales que dan buena atención, pero no pueden hacerlo mejor porque están saturados”, apostilla Milagros Romeral, una de las dos amigas de Prieto que la han acompañado a la consulta. Las tres tienen claro cuál es el blanco de sus iras por la mala atención: los recortes en Atención Primaria por parte de la Comunidad de Madrid.
Ante la falta de personal médico, la Consejería de Sanidad declaró al Soldevilla como uno de los 22 centros de salud en estado “crítico” de la comunidad el pasado mayo. Gracias a la graduación el mes pasado de la última remesa de MIR, el número de centros de salud críticos en Madrid se ha reducido a cinco, según informa El País citando a la consejería. Sin embargo, esta misma fuente advierte que solo se han cubierto la mitad de las plazas vacantes para Atención Primaria en la comunidad.
Las debacles crónicas
Daniel García, el exmédico del Soldevilla que renunció por sobrecarga de trabajo, se muestra esperanzado por el nuevo equipo de médicos que llega. Sin embargo, avisa de que “personas sueltas haciendo heroicidades no salva nada” y hace falta “un plan” desde la Consejería de Sanidad: “En el momento en que hay dos casualidades (vacaciones, incapacidades temporales, etc.) se desequilibra todo el equipo”.
La preocupación de este médico no es infundada. El Soldevilla se ha asomado al abismo y salvado varias veces en los últimos años. Varias bajas sobre 2019 y 2020 ya pusieron al centro de salud en estado crítico, que se salvó “de casualidad”. Lo explica García: “Yo conocía a una médica que venía a Madrid y se animó a trabajar en el Soldevilla, y ella conocía a otra que también se vino”. La situación se estabilizó, pero, un par de años y dos casualidades después —un traslado y una baja—, este centro volvía a estar en crisis: “Con esas vacantes no pudimos cubrir bien el verano [de 2023], y ante la sobrecarga de trabajo lo dejó otra compañera”, relata García.
El Soldevilla ha estado en situación crítica varias veces en los últimos años. Una baja o un traslado podían acarrear una sobrecarga de trabajo a los médicos que quedaban en activo, que acababan renunciando
En otoño del año pasado, la agenda de citas estaba “machacando” al personal sanitario de tarde del centro de salud vallecano, explica García. Ante esa situación, “nadie quería quedarse en el turno de tarde si podía encontrar una opción mejor”, cuenta el médico, que para enero de este año ya era el único médico de familia en el centro. Lanzó un ultimátum a la Consejería: o llegaban más médicos o se iba. Así es como el Soldevilla se quedó sin médicos de tarde a principios de este año.
Estos vaivenes en la cobertura de plazas son comunes en los centros de salud en peor estado de la Comunidad de Madrid. Isabel Vázquez, la representante de AMYTS, lo ejemplifica diciendo que se había conseguido que dos médicos fueran al turno de tarde del centro de Abrantes, pero que poco tiempo después este horario volvió a quedar desierto. “Para un problema de calado, las soluciones deben ser de calado”, sentencia la sindicalista.
Agendas sobrecargadas
Tras casi cuatro meses de huelga en la Atención Primaria madrileña, los sindicatos convocantes anunciaron que habían llegado a un acuerdo con la consejería para mejorar la que se considera “puerta de entrada” al sistema sanitario. El pacto tenía dos puntales: mejorar por un lado las retribuciones y, por otro, las condiciones laborales. Isabel Vázquez asegura que el gobierno autonómico está manteniendo su palabra en la vertiente económica, pero no en la laboral.
La sobrecarga asistencial, razón principal de la huelga y uno de los mayores motivos por los que profesionales del Soldevilla abandonaban el centro, sigue ocurriendo, según la representante sindical. “Todos los días recibimos muchas agendas sobrepasadas, con más pacientes del 30+4 [pacientes citados más pacientes de urgencias] pactado”.
Pablo Serrano, el médico de familia del horario de mañanas del centro de salud vallecano, afirma que este lunes vio a 12 personas de urgencia. “Seguimos arrastrando la inercia de que muchas personas se acostumbraron a que no hubiera citas y venían de urgencia”, explica el profesional. Este médico tiene menor carga de trabajo que en otras épocas —“hemos llegado a ver a 70 diarios”, dice—, y lo achaca a que muchos pacientes ni piden cita porque guardan el recuerdo de las agendas llenas durante meses. “Estamos seguros de que nos estamos dejando gente fuera”, comenta preocupado Serrano.
Ha enfermado y muerto mucha gente debido a este abandono de la atención y que ha sido imposible llegar a quien más lo necesita
“Ha enfermado y muerto mucha gente debido a este abandono de la atención y que ha sido imposible llegar a quien más lo necesita”, concuerda Daniel García. Y recuerda una historia que le contó un enfermero en su tiempo en el Soldevilla: “Muchos de los pacientes más graves los ven los enfermeros en domicilios y, tras varias visitas y la imposibilidad de que todos reciban la atención de un médico, este enfermero tenía que decidir sobre cuál de ellos preguntaba a un médico. Me comentó el caso de un señor mayor al que visitó durante un año y como no estaba muy grave no preguntó por él. Su salud se fue deteriorando hasta el punto en que el primer médico que fue a verle lo hizo para firmar su certificado de defunción”.
Los ánimos han cambiado desde que se difundió la noticia entre el personal del Soldevilla de que los seis nuevos médicos habían conseguido su destino en el centro. “Desde el día que nos mandaron la foto [con la adjudicación de la plaza] se respira diferente”, afirma Serrano. Eso sí, Miguel Muñoz, el doctor del grupo de nuevos profesionales, pide que su historia, por esperanzadora que sea, “no quite el foco de reivindicar la sanidad pública y las mejoras en Atención Primaria”.