Anafilaxia, la peligrosa reacción alérgica que puede tener un desenlace fatal

Esther Samper

29 de marzo de 2023 22:50 h

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Recientemente, una joven de 17 años, natural de Manzanares (Ciudad Real), murió por una grave reacción alérgica (shock anafiláctico) tras consumir un café que contenía leche. Sufrió una parada cardiorrespiratoria y, aunque fue trasladada de urgencia por el 112 al hospital, no se pudo salvar su vida. No se trata de un suceso aislado, se calcula que cada año se producen entre 20.000 y 50.000 anafilaxias en nuestro país, con hasta 1.000 personas muertas en los peores registros. 

Las causas más frecuentes de la anafilaxia son, en primer lugar, los medicamentos. Más de la mitad de las anafilaxias (56%) se producen por el consumo de diversos fármacos (antibióticos, antiinflamatorios...). En segundo lugar, se sitúan los alimentos, que provocan shock anafiláctico en el 26% de los casos. Dentro de este grupo, los alimentos que más reacciones alérgicas graves causan son las frutas, los frutos secos, el marisco, el huevo, la leche y el pescado. 

La especial alergia a la leche

La alergia a las proteínas de la leche de vaca se caracteriza por una serie de peculiaridades: es relativamente frecuente en los niños menores de dos años (se estima que entre el 0,5 y el 2,5 % de ellos lo padece), pero suele ir desapareciendo a lo largo de los primeros años de vida en casi todos los casos. Así, en adultos, la alergia a la leche es algo excepcional. Como ocurre con otras muchas alergias, se ha detectado un ascenso de la frecuencia de la alergia a la leche entre la población occidental, sin que las causas estén todavía claras.

La mayoría de personas alérgicas a la leche experimentan cuadros leves-moderados al tomar este alimento como vómitos, dificultad respiratoria, ronchas y habones en la piel, picor en la boca, náuseas, diarrea, crisis de asma... Sin embargo, algunos alérgicos pueden experimentar una reacción alérgica extremadamente grave que aparece rápidamente tras la exposición a la leche y que afecta al organismo de forma generalizada. En estos casos, al principio aparece picor en varias zonas del cuerpo, más tarde puede aparecer dificultad para respirar, aceleración del ritmo cardíaco, pérdida de conciencia, enrojecimiento generalizado, bajada de la presión arterial y mareos.

Si no se actúa a tiempo, la reacción anafiláctica puede terminar desencadenando una asfixia o un colapso cardiocirculatorio (por un descenso extremo de la presión arterial) en cuestión de minutos, que termina en una parada cardiorrespiratoria. En estos casos se recomienda un veloz tratamiento con inyección de adrenalina para combatir el colapso cardiocirculatorio. Por ello, es altamente recomendable que las personas que son conscientes de que pueden experimentar anafilaxias porten siempre encima un autoinyector de adrenalina para actuar con rapidez.

Además, existe la opción de la inmunoterapia, que consiste en administrar dosis regulares de las moléculas que provocan la alergia durante años para reducir así su gravedad o incluso eliminarla, al desensibilizar a lo largo del tiempo. En otras palabras, se trata de entrenar al sistema inmunitario para que poco a poco se familiarice con las proteínas de la leche y deje de considerarlas un agente extraño en el organismo.

La confusión entre alergia e intolerancia a la leche

En la vida cotidiana, sigue existiendo mucha confusión entre la alergia y la intolerancia a la leche, a pesar de que ambas enfermedades son muy diferentes en cuanto a los mecanismos y causas que los provocan y la potencial gravedad de sus síntomas y signos. De hecho, la noticia de la muerte por el shock anafiláctico desencadenado por la ingestión de leche se ha transmitido de forma errónea a partir de varios medios, que lo han confundido con una alergia o una intolerancia a la lactosa.

En la alergia a la leche, se produce una reacción inmunitaria (que puede ser rápida, tardía, o mixta) frente a moléculas concretas de una o más proteínas de la leche de vaca, que se reconocen como extrañas, no a la lactosa, que es un azúcar. Es importante ser consciente de este hecho, especialmente desde la hostelería, porque un alérgico a la leche sufrirá una reacción al beber leche de vaca, independientemente de que esta contenga lactosa o no.

Cuando el organismo de la persona alérgica se expone a dichas proteínas de la leche, puede producirse una reacción inmunitaria rápida en la que se activan los linfocitos B y liberan, en cuestión de minutos, anticuerpos (inmunoglobulinas E o IgE). También se activan otras muchas células inmunitarias como mastocitos y basófilos que liberan diversas sustancias químicas implicadas en la respuesta inflamatoria de diversas partes del cuerpo. Las anafilaxias se producen precisamente a través de este mecanismo.

Por otro lado, las reacciones alérgicas tardías no están mediadas por las inmunoglobulinas E (60% de los casos), sino por linfocitos T, y aparecen síntomas principalmente digestivos (dolor abdominal, estreñimiento, reflujo gastroesofágico, inflamación y daño de las paredes del colon...) horas o incluso días después de haber ingerido leche de vaca. En casos aún más excepcionales, la persona puede experimentar tanto una reacción rápida, como una tardía (e intervenir tanto los anticuerpos IgE y los linfocitos T).

En cambio, en la intolerancia a la lactosa se produce síntomas principalmente digestivos (diarrea, gases, vómitos, dolor e hinchazón abdominal...) por el déficit de la enzima lactasa en el intestino delgado, la molécula responsable de digerir dicho azúcar. Esto implica que la lactosa persiste en el colon, lo que da la oportunidad a las bacterias propias de esta zona del tubo digestivo de alimentarse de dicho azúcar, con el inconveniente de que generan gases y fluidos que alteran la función digestiva.