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La presión de las redes sociales hace más frecuentes los casos de bulimia y anorexia entre menores de 12 años

Fotograma de la serie sobre la anorexia 'Hasta los huesos'

Ángel Villascusa

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) aparecen cada vez en edades más tempranas. Si antes los casos se detectaban a partir de los 15 años, los especialistas alertan de que enfermedades como la bulimia y la anorexia han empezado a darse de forma habitual entre preadolescentes. “En los últimos cuatro años hemos visto un incremento de un 15% de menores de 12 años”, explica Mar Faya, coordinadora del equipo de admisión de la unidad de Trastornos de la Conducta alimentaria del Hospital Niño Jesús de Madrid. “Aunque, lamentablemente, no hay datos globales, es una tendencia que nos cuentan muchos compañeros de otros centros”.

Estos trastornos siguen teniendo una mayor incidencia en féminas: nueve de cada diez diagnosticados son niñas, aunque ya es habitual que los chicos jóvenes desarrollen patrones de riesgo que pueden derivar en trastornos. Un inicio precoz de la pubertad, la sexualización de la infancia o el acceso temprano a internet se cuentan entre los factores que han provocado el adelanto de la edad de aparición estos trastornos. Los especialistas y las asociaciones de afectados por los TCA reclaman una mayor implicación pública, sobre todo en materia de prevención y de diagnóstico temprano.

En España hay cerca de 400.000 personas que sufren TCA, la mayoría de ellas, unas 300.000, son jóvenes menores de 24 años. Aunque la tasa de prevalencia se sitúa en torno al 5% de la población femenina de entre 12 y 21 años, en los últimos tiempos los casos aparecen en edades más tempranas, pero también más tardías. “Estamos viendo que cerca del 10% de las personas que tratamos son menores de 12 años y otro 10%, mayores de 21”, explica el doctor Fernando Fernández Aranda, responsable de la Unidad de Trastornos de la Alimentación del Servicio de Psiquiatría del Hospital de Bellvitge.

“Ya hay casos de niñas de 7 y 8 años”

Marta fue diagnosticada de bulimia en verano de 2013 con 12 años. La excesiva preocupación por su físico y los obsesivos viajes a la báscula alertaron a su hermana, quien se lo contó a sus padres. “En ese momento estábamos pasando una situación familiar complicada. El abuelo de las niñas acababa de morir y no les prestábamos toda la atención que necesitaban”, se lamenta Manolo, su padre. “Nos dimos cuenta de que inmediatamente después de comer iba al baño a vomitar”. Recomendados por un médico, trataban de que se quedara en el salón acompañada después de las comidas.

Pero Marta comía cada vez menos, evitaba alimentos y nunca se terminaba el plato. Manolo se queja de la falta de información que recibían en el hospital del pueblo almeriense en el que vivían: “Nadie sabía nada. No supieron cómo ayudarla. Así que busqué en internet y la llevamos a un centro especializado en Murcia”. El centro, gestionado por la asociación ADANER, trata a personas con Trastornos Alimentarios desde 1998. “Cada vez se hace más difícil el tratamiento de estas enfermedades, porque van acompañados de otros trastornos psicológicos. Esto se suma a que aparecen, incluso, en edades muy bajas. Hay casos de niñas de 7 y 8 años”, explica su presidenta, Emilia Hernández.

Los expertos advierten de que no hay una única razón para este cambio de tendencia, porque para desarrollar una enfermedad de estas características es necesaria una predisposición biológica a la que se suman factores sociales y culturales. En el caso de los enfermos de inicio tardío, es decir de los adultos jóvenes, los trastornos suelen estar desencadenados por situaciones de estrés o depresión y eventos concretos como la pérdida del trabajo, separaciones, etc. “Esto provoca, sobre todo, procesos de bulimia y trastornos por atracón en esta franja de edad”, dice Fernández Aranda.

Nueva fuente: Instagram

Entre los más jóvenes, los expertos coinciden en la influencia que tienen la publicidad y la televisión en el desarrollo de estas patologías, y como novedad, apuntan a las redes sociales. “El hecho de que los adolescentes tengan acceso a estas plataformas muy visuales desde tan jóvenes incrementa las comparaciones entre ellos y las personas a las que siguen. Eso ha provocado un aumento de la insatisfacción corporal”, asegura Eduardo Serrano, coordinador de la Unidad de TCA del Hospital San Joan de Deu de Barcelona y uno de los coordinadores del informe Trastornos alimentarios y hábitos de búsqueda en internet. Sara Burjalance, Directora General de la Asociación contra la Anorexia y la Bulimia, apunta a Instagram. “En esta red es muy común que haya personas que hacen apología de estos trastornos y debería sancionarse”.

Esta red social se ha convertido en la favorita de los adolescentes y es utilizada por el 72% de los españoles de entre 16 y 23 años, según un informe reciente de la consultora IAB Spain. En Instagram es habitual que etiquetas como #mía o #ana (en referencia a bulimia y anorexia) se utilicen para hacer apología de los trastornos. Aunque no los prohíbe, la red social alerta, mediante un mensaje, de que el contenido que se va a consultar es peligroso. “Es un pequeño gesto, pero se debería actuar de forma más contundente para acabar con este tipo de contenido en las redes sociales”, dice Burjalance.

En Catalunya, la Generalitat aprobó en enero la reforma del Código de Consumo, que va a permitir investigar, perseguir y sancionar a aquellas webs que hagan apología de los trastornos alimentarios en internet. Las empresas o plataformas que alojen este tipo de contenidos podrán ser sancionadas con multas de hasta 100.000 euros. Burjalance recuerda que, a día de hoy, en España no hay una normativa que sancione este tipo de mensajes a nivel nacional. “Esperemos que la iniciativa catalana inspire a otros gobiernos, no solo a nivel nacional, sino también europeo e internacional”. 

La normativa fue consensuada entre la Generalitat y la Mesa de Diálogo para la Prevención de los Trastornos Alimentarios catalana, en la que participan expertos de centros especializados de toda la comunidad, entre los que se encuentra el psiquiatra José Soriano del Hospital de Sant Pau de Barcelona. “Esta incitativa la veníamos reclamando desde los equipos asistenciales desde hace años. No sabemos hasta qué punto será efectiva, porque cuando se cierran este tipo de páginas es fácil que se abran nuevas. Además, hay muchas empresas que tienen los servidores en el extranjero. Aún así esperamos que tenga un efecto disuasorio”.

Más apoyo de los poderes públicos

Aunque la última gran campaña institucional a escala nacional sobre los trastornos alimentarios tuvo lugar hace más de 15 años, desde el Ministerio de Sanidad aseguran que no por ello se ha dejado a un lado la sensibilización. De forma menos mediática que antes, las campañas en colegios e institutos siguen llevándose a cabo a cargo de las Comunidades Autónomas. “Sería interesante si trabajásemos de forma global en lo relacionado con la prevención y no estaría de más que fuese el Gobierno quien le diese un impulso”, dice el médico Eduardo Serrano. El padre de Marta cuenta que debido a la poquísima información que recibieron en Almería, se ha ofrecido a los médicos de su centro de salud para que los padres se pongan en contacto con él. “Si las administraciones no hacen nada, tendremos que apoyarnos los unos a los otros ¿no?”, se pregunta Manuel.

La Directora General de la Asociación contra la Anorexia y la Bulimia pide sin ambages una mayor implicación: “La realidad es que los trastornos alimentarios no reciben ni los recursos, ni la atención, ni la importancia que deberían”. Uno de los elementos básicos para el tratamiento de estas enfermedades es la Guía de Práctica Clínica sobre Trastornos de la Conducta Alimentaria del Ministerio de Sanidad. Este documento lleva sin actualizarse desde hace diez años y en el propio prólogo se advierte de que las recomendaciones deben ser tomadas “con precaución” antes de que se evalúe su vigencia. “Nosotros estamos haciendo nuestro propio protocolo ante la falta de material nuevo”, cuenta Emilia Hernández de ADANER. “Podemos utilizar guías internacionales, pero no estaría de más que estuviese ya actualizada”, concluye Eduardo Serrano.  

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